jueves, 30 de noviembre de 2017

Querido Diario, 30 de noviembre de 2017

Querido Diario:

Por fin es día 30... ¡¡¡BIEEEEENNNNN!!! La verdad es que ya me estaban pesando ver día a día estas salas. Estar un mes vigilando unas mismas salas cansa, y mucho. Al principio estás contento.

-Vaya, me gustan muchos los cuadros de estas salas. Lo que voy a disfrutar este mes.

Pero cuando pasan los días, los cuadros ya no te gustan tanto. A lo mejor sí te gustan, pero los ves con otros ojos, ojos de desesperación, ojos de auxilio...

Encima son unas salas tranquilas... muyyyyy tranquiiiiilas. A mis compañeros les daba envidia porque me habían tocado estas salas tranquilas, pero yo debo... no, SOY masoquista y me gustan las salas con movimiento, con mucho movimiento, con excesivo movimiento. Y mis compañeros, como ya me conocen, me miran con cara de lástima, pero me dejan vivir tal y como soy, jejeje.

Bueno, no me podía despedir de mis salas sin comentar una secuencia de cuadros a los que yo he llamado "Los cuadros del amigo modelo y contorsionista de Juan de Juanes".

Me explico... en el siglo XVI, en España, no sé por qué a los pintores les dio por pintar a la gente haciendo giros corporales imposibles. Y Juan de Juanes era un experto en esta materia.

Vamos a analizar cuatro cuadros sobre el martirio de San Esteban que formaban parte del Retablo de San Esteban de la iglesia de San Esteban de Valencia, pintados por Juan de Juanes. Los cuadros son San Esteban en la sinagogaSan Esteban conducido al martirioMartirio de San EstebanEntierro de San Esteban. Hay un quinto cuadro, San Esteban acusado de blasfemo, pero como actualmente no está expuesto en el Museo, pues yo tampoco lo incluyo ahora.

Si te fijas bien, querido Diario, en el primer cuadro, vemos a San Esteban en la sinagoga, sentado, con la pierna derecha hacia atrás pero con el brazo del mismo lado hacia delante, haciendo un giro de pelvis un tanto complicado. Que San Esteban me perdone, pero parece que está jugando a los bolos. Y, es más, el hombre que está sentado delante de él está girando la cabeza más allá de sus posibilidades, si fuese de carne y hueso y no de oleo, porque, encima, está adelantando la pierna hacia donde gira.

En el segundo cuadro vemos a un soldado con un peto rojo que está tirando de San Esteban con el cuerpo retrasando el hombro derecho pero estirando la pierna del mismo lado hacia delante. Es una postura un poco creíble, pero algo forzada... algo muy forzada.

En la tercera tabla, porque todos los cuadros están pintados al oleo sobre tabla, se ve a una persona vestida de amarillo tirando una piedra... y por ahí ya no paso. Tiene un giro de cadera imposible. Está retrasando el hombro derecho, forzándolo a tope, mientras que la pierna derecha está muy hacia delante, casi donde tendría que estar la izquierda. Imposible de no romperse la pelvis.

Y en el cuarto cuadro, que es el entierro de San Esteban, el amigo modelo y contorsionista de Juan de Juanes se tendría que haber ido de gira con su circo por la zona de Valencia y cuando tuvo que pintar el cuadro no estaba para retorcerse delante del pintor. Oh, lo sentimos. En este cuadro todos los modelos son normales.

Bueno, pero me gustaría explicarte más cosas de estos cuadros, querido Diario.

Y es que tratan sobre el martirio de San Esteban, el protomártir.

-¿Ehhhhh?

Sí, lo que has oído, bueno, lo que has leído, querido Diario. San Esteban fue el protomártir, es decir, el primer mártir de la historia, después de la resurrección de Cristo. Y la historia de este santo está en la Biblia, para ser más exactos en los Hechos de los Apóstoles (Hch 7, 54-60).

Esteban era un diácono, es decir, el grado anterior a ser sacerdote. Por eso Juan de Juanes le pintó con una dalmática, que es la vestidura que utilizan estas personas. Es cierto que San Esteban no la llevaba porque es una vestimenta más moderna, pero le pintó así para marcarle como tal y que la gente que viese el cuadro le reconociese como diácono.

¿Que qué es una dalmática? Es distinta a la casulla que visten los sacerdotes. La casulla es, más o menos, como un poncho, sin mangas, y la parte de abajo es redondeada. Y la dalmática tiene una especie de mangas y la parte de abajo es recta.

Ahora, querido Diario, quiero que te fijes en un personaje que sale en casi todos los cuadros...

En el primero está, cabeza con cabeza, encima de San Esteban, en la misma vertical. Está mirando hacia nuestra derecha, hacia el hombre con sombrero rojo que sostiene un libro.

En el segundo cuadro este personaje está detrás del hombre del peto rojo. Solo se le ve la cabeza, pero se distingue claramente que es el mismo personaje.

En el tercer cuadro está apartado, al fondo, sentado en una roca, junta a unas ropas que están tiradas al suelo.

Y en el cuarto cuadro no está. Hay otro hombre raro, distinto, pero de él te hablaré más tarde.

Ahora te pregunto yo, querido Diario, ¿quién es ese personaje? Pues es, ni más ni menos, que Saulo.

-¡¡¡¿¿¿Ahhhh???!!!

Ya, ni idea, ¿verdad? Pues Saulo era un personaje que perseguía a los cristianos, y que más tarde se arrepintió, se convirtió al cristianismo y se cambió de nombre y se llamó Pablo... San Pablo... San Pablo de Tarso. Y es que se llamó así porque Pablo, en latín, significa pequeño u hombre humilde. Por eso se cambió a ese nombre, porque se consideraba un instrumento humano pequeño y humilde, de poco valor, aunque, sin embargo, fue escogido por Dios, su Señor, para desempeñar una gran misión.

Y ya, para terminar de darte este rollo, te diré, querido Diario, que te fijes en el último cuadro. Como te comenté antes, hay un personaje que no encaja en la escena. Vemos a los cristianos enterrando a San Esteban pero hay un hombre de negro, vestido como una persona del siglo XVI, mirando al espectador del cuadro.

¡Ah! Se me olvidaba decir, aunque me imagino que ya lo supone, querido Diario, que San Esteban era coetáneo, es decir, de la misma época de Jesucristo... y estos cuadros están pintados hacia el año 1562, en el siglo XVI.

Pues ese personaje del siglo XVI vestido de negro no se sabe quién es, pero los entendidos de arte se imaginan que era uno de los comitentes del retablo, pues fue costeado por varios personajes de la ciudad de Valencia. O sea, que ya que había contratado al Juan de Juanes y le había pagado, pues quiso inmortalizarse y le pidió que le retratara.

-Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografías de los cuadros San Esteban en la sinagogaSan Esteban conducido al martirioMartirio de San EstebanEntierro de San Esteban - hacia 1562 - de Juan de Juanes, que se puede contemplar en la sala 51).

martes, 28 de noviembre de 2017

Querido Diario, 28 de noviembre de 2017

Querido Diario:

Habitualmente los grupos que visitan el Museo del Prado suelen ir a ver las obras más conocidas, como el Tríptico del jardín de las delicias de El Bosco, Las meninas de Velázquez, La maja vestida, La maja desnuda y las Pinturas Negras de Goya,...

Y en las salas que me ha tocado vigilar este mes no hay ninguna de estas obras "importantes", aunque para mí todas lo son. Por tanto no viene ningún grupo "a verme". Bueno, algún que otro grupo de estudiantes sí ha pasado para ver La Última Cena, de Juan de Juanes, pero se pueden contar con los dedos de una mano y me sobra alguno.

Pero hoy mis salas han triunfado... ha venido un grupo y no han visto un cuadro, sino dos. ¡Toma ya! Dos a precio de uno. Me imagino que debería ser un grupo de médicos o, por lo menos, relacionados con la medicina, pues primero han visitado el cuadro de San Damián, de Fernando Yáñez de la Almedina, del que te hablé ayer 27 de noviembre, y luego pasaron a ver a San Antonio Abad, pintado entre el 1450 y el 1460 por Joan Reixach.

Me imagino, querido Diario, que te preguntarás el por qué de estos dos cuadros relacionarlos con la medicina. Bueno, el primero está claro... San Damián, junto a su hermano San Cosme, eran médicos y ejercieron siempre sin cobrar a los enfermos. Por eso son los patronos de los médicos en general, de los cirujanos, de los farmacéuticos y de los barberos. En fin, supongo que también te preguntarás el porqué son patronos de los barberos. Eso tiene una explicación muy fácil. Es que antiguamente se unían los oficios de cirujano, sangrados, dentista y barbero en una sola persona. Por ejemplo, el padre de Miguel de Cervantes era un zurujano sangrador de cuota, es decir, un cirujano sin titulación.

Bueno, sigo... el cuadro San Antonio Abad también está relacionado con la medicina, aunque no lo parezca.

San Antonio nació en una aldea de Egipto llamada Qeman. Cuando murieron sus padres, vendió todos sus bienes, donó el dinero a los pobres y se consagró a la vida de anacoreta, que es la persona que vive en lugar solitario, entregada enteramente a la contemplación y a la penitencia.

Y fue tentado repetidamente por el demonio en el desierto. Por eso existen muchos cuadros sobre La tentación de san Antonio, ya que se volvió un tema favorito de la iconografía cristiana. Es más, el Museo del Prado tiene diez cuadros con esta temática.

Bueno, querido Diario, ¿qué ves en el cuadro? Pues vemos a un anciano con barba, que es San Antonio, lógicamente, vestido con una túnica blanca por debajo cubierta por una capa marrón, en cuyo hombro está bordada una Tau en azul. La Tau, según el libro del Apocalipsis, se asocia como el símbolo que tienen en la frente los siervos y salvos de Dios.

También podrás comprobar que tiene en la mano derecha un libro. Es el libro de la Regla de la Orden de los Caballeros del Hospital de San Antonio, conocidos como Hospitalarios o Antonianos, que se fundó en el siglo XII para atender y cuidar a los enfermos con dolencias contagiosas... luego te cuento más.

Además, aparte del libro, en esa mano tiene una campana para ahuyentar a los demonios que le atormentaban.

A sus pies, detrás de él, hay un cerdo negro, que también podría ser una jabalina. Y es que, según la tradición, un día se le acercó una jabalina con sus jabatos, que estaban ciegos, en actitud de súplica. San Antonio curó la ceguera de los animales y desde entonces la madre no se separó de él y le defendió de cualquier alimaña que se acercara. De ahí la representación del "cerdo negro". Bueno, también hay otra interpretación que dice que el cerdo negro es una alusión al demonio y a las tentaciones de la carne. Elije tú, querido Diario. A mí me gusta más la historia de la jabalina.

Seguro que te estarás preguntado, querido Diario, dónde está el tema médico en este cuadro. Pues es justamente ten el suelo, en unas llamas que brotan de él.

-¿Ehhhh?

Pues sí, es lo que se llama Fuego de san Antón. ¿Te acuerdas que te he comentado que en el siglo XII se fundó la Orden de los Antonianos para cuidar de los enfermos con dolencias contagiosas? Pues existe una enfermedad contagiosa que se llama ergotismo, llamada también fuego de san Antón, de ahí las llamas del cuadro.

Esta enfermedad está causada por la ingesta de alimentos contaminados, sobre todo el centeno. Los efectos del envenenamiento son alucinaciones, convulsiones y, sobre todo, la contracción arterial que puede conducir a la aparición de gangrena y a la necrosis de los tejidos de las extremidades. La piel y la carne mueren y se quedan negros como las brasas de una hoguera... de una hoguera en llamas... las llamas del fuego de San Antonio Abad.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía del cuadro San Antonio Abad - 1450-1460 - de Joan Reixach, que se puede contemplar en la sala 52A).

lunes, 27 de noviembre de 2017

Querido Diario, 27 de noviembre de 2017

Querido Diario:

Hace muchos días que no te escribo y me imagino que algún que otro "cotilla" de por aquí estará más ansioso que tú de saber cosas mías, jejeje.

Pero es que, entre la preparación de la presentación de mi libro "Complutenses por el tiempo" que será el 15 de diciembre, un curso que he estado haciendo esta semana pasada por las mañanas, más el trabajo y que algún que otro día me he tenido que quedar más horas en el Museo, no he tenido tiempo material para escribirte.

De todas formas he de reconocer que en la semana pasada no ha habido ningún asunto importante que comentarte, querido Diario.

Pero hoy, por fin, ha habido un poquito de movimiento para contarte. Y es que eran las tres y media de la tarde, más o menos, cuando han entrado en mis salas una pareja de alemanes. Y sé que eran alemanes porque hablaban raro... y he decidido que era en alemán.

Pues el señor, que me sacaba dos cabezas por lo menos, utilizaba un bastón para andar. El Museo, lógicamente, acepta que entren bastones, muletas,... y esas cosas que son imprescindibles, siempre y cuando tengan la punta cubierta con una tapa de goma, para que si les da por atentar a un cuadro, sea el golpe más liviano.

Pues el señor que me sacaba dos cabezas utilizaba un bastón, con tapa, para andar... y para jugar. Estando parado delante de un cuadro, con la mano izquierda sujetaba una audio-guía que estaba escuchando y con la derecha se sujetaba con el bastón, hasta que de buenas a primeras se ha puesto a pendular el bastón. Sí, aunque suene mal, querido Diario, la palabra pendular existe... es mover un objeto como si fuese un péndulo.

Y cómo lo pendulaba... lo ponía en horizontal, a la derecha, a la izquierda, a la derecha, a la izquierda,...

Veía que se le escapaba y se empotraba en un cuadro. Me acerqué a él y le dije, en perfecto español, porque el alemán se me da un poquito mal, bueno, un mucho mal, en fin, que no tengo ni idea de alemán:

-Perdone, pero no mueva el bastón de esa manera.

Y para que me entendiese le he hecho el gesto del movimiento del bastón mientras que con la cabeza decía que no. Menos mal que me ha entendido, me imagino que por los gestos, y ha parado... y ha mantenido el bastón quieto en su sitio.

Eso ha sido lo único interesante que me ha pasado hoy. Ay, no, te he mentido, querido Diario. Se me olvidaba. También ha habido una cosa bonita. Yo estaba vigilando, cómo no, cuando una mujer, al marcharse de mis salas me ha dicho:

-Thank you (Gracias).

Así, sin más. Parecerá que no tiene importancia, pero para mí sí la ha tenido, porque yo no le había dicho nada, yo no le había ayudad ante una duda, no, solo estaba haciendo mi trabajo, es decir, estaba vigilando... y me ha dado las gracias, simplemente, por vigilar. Y es que los vigilantes de sala no valoramos nuestro trabajo. Parece que estar ahí, mirando a la gente, es muy fácil y que no tiene importancia. Pero para la gente sí que la tiene. Nos dan las gracias por cuidar de nuestro patrimonio, de nuestro arte.

Y es que estos detalles por parte de los visitantes son de agradecer. Supongo que ella no será una "cotilla" de este Diario, pero, por si acaso:

-Gracias (Thank you).

En fin, querido Diario, volviendo al "pendulador" de bastones, ¿sabes a qué cuadro casi estampa el bastón? Era a San Damián, pintado hacia el año 1510 por Fernando Yáñez de la Almedina, considerado como el "más exquisito pintor del Renacimiento en España".

Hay que reconocer que se le hubiese escapado el bastón, el daño al cuadro sería mínimo, porque no está pintado sobre lienzo, sino sobre tabla.

Se cree que el cuadro representaba al santo de cuerpo entero en una tabla en la que también estaría san Cosme, ya que los dos se suelen representar juntos, ya que eran hermanos, médicos y fueron torturados, quemados vivos y, como sobrevivieron, fueron decapitados por orden del emperador Diocleciano hacia el año 300 después de Cristo.

Se les considera patronos de los médicos en general (junto con Lucas el Evangelista), de los cirujanos en particular,​ de los farmacéuticos (junto con Santiago el Mayor),​ y de los barberos (junto con Catalina de Alejandría y Martín de Porres).

Me imagino que te preguntarás, querido Diario, por qué estando los dos santo en un único cuadro solo se ve a San Damián, y encima a medias. Pues no se sabe cuándo hicieron esa barbaridad de dividir la tabla. Pero se conoce, en una colección particular madrileña, un san Cosme que podría ser la otra figura que falta.

Es más, seguramente la obra debió de tomar su formato ochavado, es decir, de ocho lados, en el siglo XIX, en un momento en el que se emulaban las técnicas del Renacimiento italiano.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía del cuadro San Damián - hacia 1510 - de Fernando Yáñez de la Almedina, que se puede contemplar en la sala 52B).

martes, 21 de noviembre de 2017

Querido Diario, 21 de noviembre de 2017

Querido Diario:

Ayer me pasó una cosa que no sé cómo calificarla. Te cuento.

Eran, más o menos, las seis menos diez de la tarde y no había nadie en mis salas. Eso no es lo extraño, pues a las seis empieza el horario gratuito y la gente suele esperar estoicamente, muerta de frío, en la fila, en la calle, para entrar en ese horario... cosa respetable, cómo no.

Pues yo estaba en mis salas, pensando qué contarte, querido Diario, porque no había pasado nada interesante todavía, cuando, por fin, entró un señor de mi edad, o algo más mayor, diría ahora, trajeado, con corbata y pañuelo en el bolsillo del pecho haciendo juego. Eso tampoco es extraño, porque por el Museo pasan toda clase de gente, y mucha muy elegante. Pero este buen hombre tenía un defectillo... y es que, no sé por qué motivo, al andar daba golpes con el tacón en el suelo.

Llevaba unos zapatos que mi madre diría de "chúpame la punta", esos, para mi gusto feísimos, que tienen la punta como afilada, que si te da una patada, en vez de romperte un hueso, se te queda clavado el zapato en la pierna. Encima los tacones, que eran los importantes en esta historia, no debían llevar tapas y andaba con la madera.

Pero el golpe de tacón era doble. Al adelantar el pie, daba un taconazo y cuando llegaba delante, al bajar la pierna, daba otro. Tacatá, tacata,... andado despacito, pero dando con ganas en el suelo, con muuuuchas ganas. Encima, algunas salas del museo tienen mucha resonancia y se escuchaba a distancia. Y lo peor era que cuando estaba quieto, observando los cuadros, en vez de estarse quieto, chocaba los tacones entre ellos, como un saludo militar, pero no una vez, sino de continuo.

La verdad era que, como estábamos solos, no le dije nada. Pero si hubiese gente le hubiera tenido que decir que anduviese con más cuidado.

La cuestión era el por qué lo hacía. En un principio pensé que era un tic nervioso, pero no podía ser eso porque se le notaba que lo hacía aposta... Pero es que estábamos solos.  ¿Para qué golpear los tocones entonces? No lo entendía y sigo sin entenderlo. Supongo que sería para llamar la atención, pero, ¿de quién, si estábamos solos? ¡¡¡YA!!! Ahora caigo, a lo mejor quería ligar conmigo, quién sabe, por qué no, con lo guapetón que soy. A lo mejor se enamoró de mí a primera vista... Pues lo tenía claro, no era mi tipo. Me gustan con menos pelo en la cara, jejeje.

Debe ser eso, porque le estaba observando todo el rato y se pensaría que me había quedado prendado de su encanto natural y sonoro.

Es más, cuando se marchaba, se dio media vuelta, sacó el móvil y se puso en posición de hacer una fotografía al cuadro de enfrente de la salida y mirándome a mí y no a la cámara, se fue marchando hacia atrás. Pero cuando me asomé para decirle que no se podía hacer fotografías, le vi que se iba a otra sala... sin hacer ruido con los tacones.

Por más que me quiera poner en su lugar, no entiendo el por qué de esa forma de llamar la atención. Algo se me escapa y no sé qué es.

Pero, eso sí, iba muy elegante, menos por sus zapatos chúpame la punta y sus sonidos.

Y una vez que se fue, pensando de qué cuadro hablarte, querido Diario, a raíz de este buen hombre, de este curioso hombre, de este enamorado hombre, se me fue la vista a un cuadro que servía cuando, de repente, apareció otro hombre encorbatado.

Y se me fue la vista, como no, al calzado... iba con una chaqueta de color azulón plateado brillante, camisa blanca normal, pantalón vaquero de pitillo negro... y zapatillas de deporte, eso sí, Nike, de color naranja fosforito... que hacían juego con su corbata, también naranja fosforita.

"Todo elegancia"... oh, lástima que escribiendo no se note el sarcasmo.

Bueno, querido Diario, como quise hablarte de un cuadro con un personaje elegante, qué mejor que el Retrato de un caballero santiaguista, pintado por Juan de Juanes hacia el 1560.

La identificación del retratado ha ido variando. Podría ser Luis Castelví, señor de Carlet, o Luis Castellá de Vilanova, señor de Bicorp y Quesa, humanista valenciano al que el escritor hispano portugués, Jorge de Montemayor, dedicó una novela pastoril Los siete libros de Diana, o quién sabe. Aunque en la actualidad no hay un acuerdo unánime, sea quien sea este caballero santiaguista, hay que reconocer que era muy elegante... igual que mis visitantes, jejeje.

Y lo mejor del cuadro es el trabajo que tuvo Juan de Juanes. Qué detalles más minuciosos tiene... los adornos de la chaqueta, o como se llamase en aquella época esa prenda, los detalles de las mangas, la joya con la cruz de la Orden de Santiago, el mango del cuchillo o espada, no sé bien qué puede ser,... pero lo que más me llama la atención es el anillo. Ayer me tuve que acercar, con cuidado, claro, para ver que no estaba en relieve, que no era real sino una pintura. Y qué pintura más bien elaborada.

Olé por Juan de Juanes.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía del cuadro Retrato de un caballero santiaguista - hacia 1560 - de Juan de Juanes).

domingo, 19 de noviembre de 2017

Querido Diario, 19 de noviembre de 2017

Querido Diario:

Llevo varios días sin escribirte, pero es que llego a casa muy cansado y me cuesta ponerme a escribir. Pero de hoy no pasa porque hoy hemos tenido... ¡¡¡FIEEEESSSSTTTTAAAA!!!

Hoy era el "cumpleaños" del Museo del Prado. Se inauguró el 19 de noviembre de 1819, por tanto hoy ha cumplido 198 añitos. Y, lo mejor, para celebrarlo qué mejor que hacer que el día sea... de entrada gratuita todo el día. Y, como no, me ha tocado... la sala 12, la de las Meninas.

Lleno a tope desde el segundo minuto de abrir el Museo. ¡¡¡Qué alegría!!!

Hoy, y no te exagero, querido Diario, habré dicho más de cien veces que no se podían hacer fotos.

-No se puede hacer fotos, por favor.
-¡Ah! ¿Aquí tampoco puedo?
-Pues va a ser que "aquí tampoco".

Y a alguna persona se lo he tenido que decir hasta dos y tres veces.

-No se puede hacer fotos, por favor. Y ya es la segunda vez que se lo digo.
-Es que siempre me pillas.
-Gracias. Eso significa que hago bien mi trabajo.

Y he tenido que frenar muchos selfies.

-No se puede hacer fotos, por favor.
-Si es una foto a mí.
-Exacto, es una foto, aunque sea a usted.

Y una pareja femenina, haciendo una fotografía con un muñeco en primer plano y Las Meninas de fondo. Debe ser de estos "muñecos viajeros". Seguro que vemos esa foto en Facebook o Instagram... "El muñeco que viajó al Prado".

Y es que, cuando hay dos personas juntas y me miran a la vez... malo. Fotografía segura, bueno, o intento de fotografía.

Eso sí, no todo ha es malo. Lo que no está pagado es ver las caras de ilusión, de alegría, que ponen algunos visitantes cuando ven el cuadro original de Las Meninas delante de sus narices, sobre todo cuando son niños. No te puedes ni imaginas, querido Diario, lo contento que se ponen.. y nerviosos. Hoy a un niño de unos 6 años le ha tenido que parar su madre porque se lanzaba hacia el cuadro, de la emoción. Es que seguro que lo ha "estudiado" en el cole y no es lo mismo ver una fotografía que el cuadro original.

Hoy una mujer hispanoamericana se acerca a mí y me dice...

-¿Puedo hacer una panorámica de la sala desde la entrada?
-Lo siento, pero está prohibido hacer fotografías.
-Es que estoy emocionada. Es para que la gente se crea que he estado aquí, delante del cuadro.

Y es curioso, o la gente se emociona, o no lo conoce. Estando en la misma sala 12, un señor me pregunta...

-¿Dónde está la sala de Las Meninas?
-Es ese cuadro.
-¿Es ese cuadro?

Y una pareja...

-Parece que este cuadro es el más solicitado... Perdone, ¿cómo se llama este cuadro?

Sin comentarios.

Pero no todo lo malo han sido las fotos. Una mujer se ha puesto a echarse crema en las manos delante de Las Meninas. Y cuando le he dicho que se apartara, me ha mirado con cara de decir.

-¿Qué me está contando este hombre?

Y se lo he tenido que explicar...

-Si al frotarse las manos sale disparada algo de crema y va al cuadro, ¿qué hacemos?

Es que, sinceramente, hay mucha gente inconsciente, sin saber en dónde está. Imagínate, querido Diario, que tiene el bote de crema en las últimas, y cuando lo aprieta para que salga, hace una pedorreta y sale la crema a borbotones. Salpicaría al cuadro. Y si por lo menos se frotara suave, vale. Pero esta mujer se frotaba las manos a conciencia.

Pero no he tenido experiencias solo con Las Meninas. En el centro de la sala hay una escultura de bronce, con una persona desnuda tumbada boca abajo sobre una especie de cama. Pues por lo menos hoy he tenido que decir unas cinco o seis veces que no se podía tocar la escultura. Y lo curioso es que todos, todos, todos tocan la almohada. Debe ser que es para comprobar que está dura y que es toda de bronce.

Bueno, no ha pasado hoy, sino hace unos dos veranos. Un turista le dio una palmada con todas sus fuerzas en el culo y sonó un clongggggg que se oyó por toda la planta del Museo.

¡Ah! Es verdad, querido Diario, que no te lo he dicho. La escultura se llama Hermafrodito y la hizo en bronce Matteo Bonuccelli, en 1651.

El tema de Hermafrodito viene de un mito helenístico de origen oriental que habla de un joven, hijo de Hermes y Afrodita. Siendo un hermoso joven se encontraba bañándose en un lago donde vivía Salmacis, una de las ninfas de Diana, cuando ésta se enamoró locamente de él a primera vista, abrazándole con tal pasión que sus cuerpos quedaron convertidos en uno.

Por eso, si lo miras por un lado, por detrás, verás el cuerpo de una mujer. Pero si le miras por el otro lado... sorpresa.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía de la escultura Hermafrodito - 1652 -, de Matteo Bonuccelli, que se puede contemplar en la sala 12).

jueves, 16 de noviembre de 2017

Querido Diario, 16 de noviembre de 2017

Querido Diario:

Hoy, por motivo de impartirnos una charla, nos han dado a vigilar otras salas. ¡¡¡BIENNNNNN!!! Y te digo bien, porque aunque me gusten los cuadros de mis salas, un día y otro día y otro día y otro día... cansa. Y mucho. Pero, por fin, hoy nos han dado ese respiro y ya no tengo que buscar la argolla para ahorcarme, jejeje.

La charla trataba, entre otros temas, de cómo evacuar el Museo en caso de emergencia. Nos la dan todos los años, pero nunca viene mal recordar conceptos que se oxidan con el tiempo y, por suerte, por falta de práctica. Anda que si tuviéramos que evacuar cada dos por tres para que no se nos olvide...

Bueno, después de la charla hemos tenido que volver a nuestras salas de hoy, lógicamente. Y, como ya me conoces, querido Diario, sabes que siempre llego tarde a todos los sitios. Es un defecto genético que tengo y que no sé como solventarlo. Mi problema es que nunca cuento con el tiempo que necesito para transportarme de un sitio a otro. Me creo que es inminente. Y es que tendría que aprender a materializarme en el sitio al que quiero ir, pero al momento, sin perder tiempo, como con los polvos Flu de Harry Potter.

Bueno, a lo mío... después de la charla he tenido que volver a mis salas, pero antes me he entretenido con el profesor y, como siempre, llegaba tarde. Y, ley de Murphy, cuando más prisa tienes, más obstáculos te encuentras por el camino... tienes que esquivar a la gente que se detiene delante de ti, tienes que pedir permiso porque un grupo te está bloqueando un acceso, tienes que mirar hacia otro lado para que nadie te pare para preguntarte... hasta que te paran. Esta vez era una familia, y la mujer me dice:

-A guachi guachi guachi "salita".

Lo de "guachi guachi guachi" es porque no entendía nada de lo que me estaban diciendo. No sé si era inglés, ruso, esperanto,... el caso es que solo he entendido la palabra "salita".

Y yo pensado.

-¿Salita? ¿A qué sala pequeña se refieren? ¿No será el retrete de Fernando VII? No, no puede ser. Tiene que ser otra salita...

Hasta que han pasado por detrás una pareja y han dicho:

-¿A guachi guachi guachi "salita"? This way. (Por este camino)

Y en perfecto español el hombre de la pareja me dice:

-Estaban preguntando por la salida.

Y yo con cara de bobo. Seguro que me lo han notado.

-Muchas gracias. Es que no les entendía.

Y zummmmm... he salido volando hacia mis salas.

Y ya descansado de la carrera, sin correr, porque no se puede correr por el Museo, me he puesto a pensar.

-Y si me preguntan por la sala más pequeña del Museo, ¿qué les digo? Las salas son, más o menos, iguales, excepto las de la galería principal que son incluso más grandes. Y el retrete de Fernando VII (ver 26 de octubre) no puede ser porque, aunque antes era una sala, ahora se considera un paso que une la sala 39 y el pasillo. Entonces, ¿qué sala sería la más pequeña?

Oñe, con perdón. Si la tengo delante de mis narices. Es una de las que me han tocado hoy. Y es que me han asignado las salas 51ABC, que son las del Románico y la Pintura española del siglo XV, que son las del gótico y las del estilo hispanoflamenco.

Pues en la sala 51C están las pinturas más antiguas del Museo. Tienen unos 900 años... y son románicas... y están en "la capilla". ¿¿¿Quééééé???¿Que si el Museo tiene una capilla?, te preguntarás, querido Diario. Pues, más o menos, sí.

Te cuento la historia... Estas pinturas estaban en el ábside de la ermita de la Vera Cruz de Maderuelo, en la provincia de Segovia, y no sé por qué motivo, fueron adquiridas por el Estado en 1929. Años después, se quiso construir un pantano y la ermita iba a ser sumergida en las aguas. Por eso, en 1947, los conservadores del Prado trasladaron las pinturas de la pared al lienzo y, al año siguiente, las instalaron en el Museo tal y como estaban en el ábside de la ermita. Es decir, montaron una capilla lo más fielmente posible a su disposición original.

Y a esas pinturas del ábside de la ermita de la Vera Cruz de Maderuelo las llamamos "la capilla".

La verdad es que me encanta esa sala y meterme dentro de la capilla porque, no sé por qué, me transformo y mi mente se traslada a aquella época.

Me acuerdo que la primera vez que tuve que vigilar esa sala, no sabía qué hacer, si ahorcarme o suicidarme a cabezazos contra la pared. Y es que ahora se vigilan tres salas, pero en aquella época las otras dos estaban de obras y solo se visitaba, y por tanto solo se vigilaba, la capilla.

Y como no sabía qué hacer, y no era cuestión manchar las paredes con la sangre de mi cabeza, como también soy guía turístico del Monasterio de San Bernardo y de la Catedral Magistral de Alcalá de Henares, para pasar el rato, porque no pasaba nadie por ahí, decidí diseñar una visita turística por si me la propusieran hacer sobre esta capilla, sobre todo pensando en su iconografía... y la hice. Es más, la tengo redactada en mi ordenador, por sin alguna vez la tengo que utilizar para algo, aunque no sé para qué.

No, querido Diario, no te voy a cansar con toda la explicación... pero déjame decirte algo. Solo me voy a fijar en la bóveda. Ahí está representado el Pantocrátor sostenido por cuatro ángeles. Pero, ¿qué es el Pantocrátor?, te preguntarás. Pues es la representación de Dios Hijo, Redentor del mundo, con la mano derecha bendiciendo y con la mano izquierda sosteniendo un libro, la Biblia, es decir, las Sagradas Escrituras.

Pero, ¿qué enmarca a Jesucristo? Pues un cerco oval, conocido como "mandorla", que significa "almendra", por la forma que tiene. Pero ahora te pregunto yo, querido Diario. ¿Qué pinta una almendra rodeando a Jesucristo? Pues nada, porque aunque tiene forma de almendra, no representa eso. Si te fijas bien, querido Diario, es un ojo... un ojo en la bóveda del Cielo... es Dios Hijo que nos está "mirando" desde el Cielo.

Y nos está bendiciendo. Otra pregunta, querido Diario. ¿Porqué levanta dos dedos, el índice y el corazón, para bendecir? ¿Por ser una posición cómoda? No. Si te fijas bien no está levantando dos dedos, sino tres, el índice, el corazón y el pulgar. Fíjate bien. El pulgar también lo levanta. Entonces, son tres los que bendicen... Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo... la Santísima Trinidad. Por eso bendice con tres dedos.

Bueno, ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografías de parte del ábside de la ermita de la Vera Cruz de Maderuelo -Segovia-, pintado hacia 1125).

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Querido Diario, 15 de noviembre de 2017

Querido Diario:

Hoy he tenido que hacer un par de horas más porque mis compañeros del turno anterior tenían que hacer un curso. Y, por fin, hoy he estado en otras salas "nuevas", que no eran las mías de este mes. Bueno, han sido solo dos horas, pero algo es algo. Es que ya pesan las mismas salas todos los días...

Por cierto, querido Diario, ¿alguna vez te he dicho que soy de Alcalá de Henares? ¿No? Pues ya lo sabes.

Y es que Alcalá de Henares es el único municipio de la Comunidad de Madrid con el título de "Ciudad", ya que se lo concedió el rey Carlos II en el año 1687. ¿Y Madrid capital?, te preguntarás, querido Diario. Pues es que Madrid nunca ha sido ciudad. Es una villa... la villa de Madrid. Venga, sí, Villa y Corte, pero, en el fondo, villa. Es que "realmente" Alcalá tiene más categoría que Madrid. Que los "cotillas" madrileños nos perdonen, pero es el único consuelo que tenemos, jejeje.

¿Y por qué te cuento esto? Todo tiene su explicación que más tarde entenderás, querido Diario. Pero antes te tengo que contar más cosas...

El Museo Nacional del Prado se inauguró el 19 de noviembre de 1819, con el nombre de Real Museo de Pinturas. Dentro de cuatro días hará 198 años de existencia. ¡¡¡FIESTA!!!

Pero, en fin, voy a retroceder incluso más en el tiempo... Y es que el edificio lo diseñó el arquitecto Juan de Villanueva, que se empezó a construir en 1785, para albergar el Real Museo de Ciencias Naturales. Pero con la Guerra de la Independencia contra Francia, este proyecto se paró.

Fue la segunda esposa del rey Fernando VII, la reina María Isabel de Braganza, quien tomó la decisión de destinar ese edificio a la creación del Real Museo de Pinturas, con los fondos procedentes de las colecciones de los reyes de España. Pero falleció antes de ver su obra terminada, ya que murió en diciembre de 1818 y, como te he dicho antes, el Museo se inauguró once meses después, en noviembre de 1819.

Por las desamortizaciones, en especial la de 1836, con las obras incautadas de las extintas órdenes religiosas se creó en 1837 el Museo Nacional de Pintura y Escultura, que se le conoció por el Museo de la Trinidad, porque se ubicó en el convento de ese mismo nombre en la calle Atocha de Madrid.

En 1872 se disolvió el Museo de la Trinidad, incorporando sus fondos al ya Museo Nacional del Prado.

¿Y por qué te cuento todo esto, querido Diario? Pues porque hoy, durante las dos primeras horas, he vigilado, entre otras, unas salas con obras de Francisco de Zurbarán, en especial el cuadro San Jacobo de la Marca. ¿Y qué tiene que ver con todo lo que te contado? Pues que este cuadro procede del Convento Franciscano de Santa María de Jesús, de Alcalá de Henares, y que por la Desamortización pasó al Museo de la Trinidad y más tarde al Museo del Prado.

La vida del franciscano Jacobo de la Marca estuvo llena de mucho actos milagrosos, de los cuales Zurbarán elige dos para representarle...

La imagen principal es la de San Jacobo en pie, sosteniendo un cáliz eucarístico en alto. El cáliz resplandece, lo que pudiera parecer una exaltación de la Santa Eucaristía. Pero en realidad alude a un atentado que sufrió el monje, al que intentaron envenenar con el vino de la Misa.

El otro milagro, si te fijas bien, querido Diario, aparece en la pequeña escena al fondo del cuadro, a la izquierda. En ella se ve a San Jacobo resucitando a un niño muerto, que fue otro episodio memorable de su vida.

Ah, que se me olvidaba, querido Diario. Este cuadro pertenecía a un conjunto de cuatro cuadros que estaban en la Capilla de San Diego de Alcalá, en ese convento franciscano. Y es que San Diego es muy querido en mi ciudad, ya que tenemos el cuerpo incorrupto en la Catedral Magistral de Alcalá.

En fin, los cuatro cuadros eran San Jacobo de la Marca, pintado por Francisco de Zurbarán entre los años 1659 y 1660; San Buenaventura, también pintado por Zurbarán, más o menos hacia el 1659; Estigmatización de San Francisco, pintado por Alonso Cano hacia el año 1651 y San Antonio de Padua, también  de Alonso Cano, pero no se ha podido comprobar la fecha, pero, lógicamente, se sabe que es del siglo XVII.

El problema es que solo este cuadro de San Jacobo de la Marca está en el Museo del Prado, más concretamente en la sala 10A. Los demás son del Museo del Prado pero están en depósito, en la Real Basílica de San Francisco El Grande, de Madrid.

Espero que te gusten.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografías de los cuadros San Jacobo de la Marca - 1659-1660 - de Francisco de Zurbarán; San Buenaventura - hacia 1959 - de Francisco de Zurbarán; Estigmatización de San Francisco - hacia 1651 - de Alonso Cano y San Antonio de Padua - Siglo XVII - de Alonso Cano).

martes, 14 de noviembre de 2017

Querido Diario, 14 de noviembre de 2017

Querido Diario:

Ayer me tuve que quedar más tiempo en el Museo y llegué muy tarde a casa. Por eso no te pude contar lo que me pasó. Pero no puedo dejar pasar más tiempo sin contarte qué me sucedió.

Reconozco que en el Museo se ven visitantes "de todas las especies", diciéndolo con todo cariño y respeto. Se ven mujeres que van a patear un museo con tacones de aguja, cosa que creo que es, desde mi humilde punto de vista masculino, lo más incómodo de llevar para andar tres o cuatro horas... o simplemente una. Me parece correcto, pero incómodo.

También vi hace un mes, mas o menos, a un samurai. Sí, lo que leer, querido Diario... un samurai. Era un japonés que llevaba una falda larga, hasta los pies, de color verde oscuro y una blusa blanca de manga larga con un dragón bordado en un hombro, creo recordar que era en el derecho. Iba muy serio viendo los cuadros. Solo le faltaba la katana.

¡Ah! Vi este verano a una pareja china o japonesa, en eso me pierdo... el chico iba normal, con unos pantalones vaqueros y una camiseta negra, pero la chica iba vestida de un personaje "anime", con el pelo largo, suelto, con un lazo amarillo más grande que su cabeza, un vestido, también amarillo, con la falda que parecía una tulipa de una lámpara y unas medias de lineas horizontales, blancas, amarillas y naranjas, hasta los muslos.

Si es que hay gente "pá tó".

Pero lo que vi ayer me dejó helado... eran las 18:30, más o menos, cuando llegaron a mis salas tres visitantes, dos hombre y una mujer. No eran españoles, pero eso no importa. Lo que me llamó la atención fue que los hombre llevaban chanclas "de dedo" y la mujer tenía unos zapatos cerrados por delante, pero con los talones al aire. ¡¡¡Que estamos en pleno noviembre!!! Es cierto que este año es atípico y que no está haciendo el mismo frío que otros años, pero frío hace... y bastante y más ha esas horas que empezaba la noche.

Recuerdo que mi abuela Rogelia... sí, de los cuatro nombres que tenía, eligió para ser llamada el más feo de todos. Bueno, el más feo desde mi punto de vista. Pero, en fin, me estoy alejando del tema... como te iba diciendo, recuerdo que mi abuela Rogelia decía que los resfriados entraban por los pies. Y los dichos de las abuelas "van a misa". Nunca fallan. Por eso, pensando en ella, me quedé halado ante estos visitantes.

Entiendo que San Francisco de Asís, por su humildad y su vinculación con la pobreza, las podría llevar todo el año, como en el cuadro de Fernando Yáñez de la Almedina, pintado entre 1515 y 1525. Pero en España, sin ser santo, en pleno noviembre, con el frío que hacía en la calle a esas horas... pues no lo entiendo. Se me congelan las ideas de solo pensarlo. Por muy siberianos que sean, que no sé si lo eran o no, pero pinta tenían, no es normal llevar ese calzado en estas fechas.

Pero hablando de frío, querido Diario, el que mejor representó este estado es Francisco de Goya y Lucientes. Que yo recuerde en estos momentos, pintó dos cartones para los tapices muy representativos sobre esta temática. Uno es La nevada, también llamado El Invierno, pintado en 1786. En él se describe una fuerte ventisca que dificulta la marcha de cinco hombres, una mula de carga y un perro con el rabo entre la patas. Se ve perfectamente como cae la nieve. Ya con verlo da frío.

El otro cartón es Mujer con dos muchachos en la fuente, pintado entre los años 1786 y 1787. Recuerdo perfectamente como si fuera ayer, que, estando vigilando la sala donde está este cuadro, una guía de un grupo de orientales se me acercó, señaló este cuadro y me dijo:

-Lo que más me gusta de Goya es cómo pintaba a los niños. Si parecen reales.

Yo, la verdad, me quedé... bueno... en fin... para gustos los colores... Vale, querido Diario, ante ti reconozco en voz en grito que Goya no me gusta... ¡¡¡NADA!!! Aun así, reconozco que podría ser buen pintor. Pero que me digan que lo mejor de Goya es cómo pintaba a los niños... pues no. Eso no lo acepto.

Fíjate, querido Diario. El niño que está de frente con el abrigo verde... si tiene cara de viejete. Si parece un autorretrato del pintor, enniñecido. Si ves un retrato de Goya y lo comparas con este chavalín... si son iguales. Tienen los mismos rasgos, claro, desde mi punto de vista.

Por tanto, será muy buena guía turística, eso no lo discuto, pero de niños... no entiende.

Ahí lo dejo, querido Diario.

domingo, 12 de noviembre de 2017

Querido Diario, 12 de noviembre de 2017

Querido Diario:

Hoy he librado otra vez, por tanto no puedo contarte batallitas actuales. Por eso he decidido rescatar un escrito que te hice en el otro "cuaderno", el de Facebook, hace... más de un mes. ¡¡¡Cómo pasa el tiempo!!!

Bueno, espero que me perdones por repetir... y que me perdonen los posibles "cotillas" de este diario, que es solo tuyo y mío, que nos leen a hurtadillas. Seguro que a alguno le sonará el tema.

Ah, cotillas, lo de "cotillas" lo digo con todo el cariño del mundo, que nadie se me ofenda.

Y es que hace tiempo, un poco más de un mes, entre otras salas, vigilé unas con pinturas del siglo XIX sobre historia. Y es que en ese siglo la pintura de historia alcanzó en España su momento de máximo esplendor. Desde el año 1856, las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes sirvieron de plataforma de promoción para esos monumentales cuadros, porque, eso sí, son grandísimos.

En estas salas hay magníficos cuadros, como Conversión del duque de Gandía, el futuro San Francisco de Borja (1884) de José Moreno Carbonero, o Los amantes de Teruel (1884) de Antonio Muñoz Degrain, o Expulsión de los judíos de España en 1492 (1889) de Emilio Sala, o Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga (1887-1888) de Antonio Gisbert, o Doña Juana la Loca ante el sepulcro de su esposo, Felipe el Hermoso (1877) de Francisco Pradilla y Ortiz, o...

Pero siempre que entro en esas salas me fijo de uno que me llama poderosamente la atención. Y, la verdad, no sé por qué. Es El príncipe don Carlos de Viana (1881) de José Moreno Carbonero.

Este cuadro lo pintó José Moreno Carbonero con solo veintiún años, y le supuso el inicio de una merecida fama tras ser premiado con una Primera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1881.

El cuadro representa al príncipe Carlos de Viana que era el hijo primogénito del rey Juan II de Aragón y de Blanca de Navarra, y por tanto, heredero del trono de ambos reinos.

Pero el príncipe Carlos cayó en desgracia tras las segundas nupcias de su padre con Juana Enríquez, madre de Fernando el Católico, quien, ante la popularidad del príncipe Carlos en tierras de Cataluña, logró que el monarca hiciera prisionero a su propio hijo y legítimo sucesor.

Al saberse despreciado por su padre para la sucesión a la Corona, y tras el fracaso de distintos pactos y tratados, el príncipe Carlos se resignó a una vida de retiro, dedicada al estudio y la lectura.

Tras huir primero a Francia, se refugió luego en la Corte de su tío Alfonso V de Nápoles, recluyéndose en un monasterio cercano a la ciudad de Mesina. En esta reclusión se ubica la escena pintada por Moreno Carbonero.

¿Sabes, querido Diario? Siempre que llego a la sala donde está este cuadro me quedo embelesado mirándolo. No sé por qué, pero me atrapa.

Luego, después de vigilar las salas, y ante el aburrimiento que es a veces el trabajo, mi mente se evade del mundanal ruido de las salas del Museo y me imagino escribiendo una obra de teatro sobre este personaje. Sería un monólogo, como Cinco horas con Mario, que representaba, en mis tiempos mozos, la actriz Lola Herrera.

E incluso le pongo el actor que lo encarnaría. ¿Quién crees que podría ser, querido Diario? Yo me imagino al actor Edu Soto actuando como Carlos de Viana. No sé si Edu se parecerá físicamente en algo o en nada al príncipe Carlos del cuadro, pero creo que le pegaría bien el papel.

¿Qué opinas tú, querido Diario? ¿Me dejas que se lo pregunte a los "cotillas"? Sabía que ibas a decirme que sí, que no te importa.

Pues, eso, a vosotros, queridos "cotillas", ¿Edu Soto podría ser perfectamente el príncipe Carlos de Viana? ¿Qué actor propondríais vosotros?

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía del cuadro El príncipe don Carlos de Viana -1881- de José Moreno Carbonero).

sábado, 11 de noviembre de 2017

Querido Diario, 11 de noviembre de 2017

Querido Diario:

Ayer, con el tema del juego de "Parecidos razonables", no te conté lo que me pasó. Y es que los refranes son frases muy sabias y tienen mucho de verdad. Existe uno que dice "días de mucho, vísperas de nada". Pues en mi caso fue al revés... "días de nada, vísperas de mucho".

Recuerda que la última vez que trabajé fue una jornada muy aburrida. Pues la de ayer, desde el primer momento fue muy muy muy ajetreada.

Tuve que decir dieciséis veces que no hicieran fotografías, que las conté una a una porque en los diez primeros minutos tuve que decirlo tres veces, y me dije:

-Este va a ser un día movidito.

Es más, a la tercera persona se lo tuve que repetir dos veces. Fue ahí cuando activé mi juego "Seré tu peor pesadilla, fotógrafo cansino". Consiste en ponerme a un metro del fotógrafo, sin dejar de vigilar a los demás, claro, pero yendo detrás de él hasta que se marcha de mis salas. Es ser una "mosca cojonera", con perdón de la expresión. Pero si ellos son cansinos, yo lo soy más cuando quiero.

Duró en mis salas, desde que se dio cuenta de mi presencia, unos treinta segundos. Eso significa que, para ella, porque en este caso era una mujer, lo primordial era hacer las fotos en vez de contemplar las maravillosas obras de arte que tiene expuestas el Museo. Pero, en fin, hay gente "pá tó".

Tuve que decir cuatro veces que salieran de las salas para hablar por teléfono, porque la normativa es que está prohibido el uso de teléfono móvil. Entendemos que a día de hoy, con el tema de los WhatsApp no podemos prohibir usarlo, porque sería a lo único que nos dedicaríamos, pero sí el tema de hablar. ¿Que por qué está prohibido hablar por teléfono, si no estropea a los cuadros? Porque en todo ser viviente que es llamado por teléfono en el Museo le salta un mecanismo en la oreja que le baja el volumen de audición automáticamente, al mismo tiempo que otro mecanismo le sube el volumen de la voz... y, ¿para qué usar el teléfono? Asómate a la ventana del Museo y habla al mismo volumen, que se enterará igualmente.

Es que la gente cuando va a visitar un museo, suele, repito, suele hablar bajito, bueno excepto los italianos, que oyes un griterío, te giras rápidamente y dices:

-Oñe, si son solo tres y parecen trescientos... indiscutiblemente, italianos.

Y aciertas. Bueno, a lo que iba, que la gente suele hablar bajito en los museos, y así, los que tienen audio-guías pueden escucharlas sin problemas... excepto si tienes a una persona hablando por teléfono al lado, que te enteras de la conversación mejor que de la audio-guía. Se entera el de la audio-guía y el resto de las personas de la sala y de las colindantes. Por eso pedimos que, para hablar por teléfono, se salgan de las salas expositivas y se vayan a los pasillos.

Ah, eso sí, solo tuve que decir que una vez que no señalaran con el plano tan cerca del cuadro.

Y tal ajetreo de día me recordó al Ecce Homo de Luis de Morales. ¿Te acuerdas de él? Es el que te dije que me parecía más un Ecce Homo aburrido que otra cosa.

Pues cuando te lo dije no me quedé tranquilo, porque pensé que critiqué al pintor y a su idea sin más. Y ya sabes cómo soy, querido Diario. A mí me gusta investigar el porqué de las cosas... y eso es lo que hice. ¿Por qué Luis de Morales pintó ese cuadro así? ¿Qué quiso dar a entender?

Es cierto que en la cartela que está en el Museo le denomina Ecce Homo, y lo explica como tal, "en los momentos previos a iniciar el camino al Calvario". Pero miré la explicación que da del cuadro en la página web del Museo y cambió el discurso...

En la página web lo titula de otra manera, Cristo, Varón de Dolores. Bien, ya es un paso... y el texto dice:

"Representa a Cristo, quien, después de ser azotado, coronado de espinas y revestido con un manto azul que deja ver parte de su musculoso torso desnudo, sentado sobre un bloque de piedra apenas visible al fondo a la derecha, parece meditar sobre su suerte, adoptando la postura correspondiente a esta situación de melancolía, es decir, apoyando la cabeza, ligeramente inclinada, sobre la mano izquierda, cuyo brazo está apoyado sobre el otro, doblado en horizontal a la altura del codo y cuya mano cae inerte hacia abajo".

Y lo que buscaba...

"La fuente bíblica del tema hay que buscarla, más que en la narración de los evangelistas del paso de la coronación de espinas, en el profeta Isaías, que dedica un pequeño poema al Siervo de Yahvé, en el que describe al Mesías como Varón de Dolores, despreciado, abandonado de los hombres y familiarizado con el sufrimiento (Is 53, 3), texto usado desde antiguo en la gran liturgia del Viernes Santo".

Y continua desvelando el misterio...

"Los referentes gráficos que seguramente Morales tuvo en cuenta fueron dos grabados de Alberto Durero: el célebre titulado Melancolía, de 1524, para la postura de cabeza, manos y brazos; y el que sirve de frontispicio a la Pasión pequeña, de 1510, donde Cristo, solo, sentado sobre una losa de piedra, desnudo, con el manto arrebujado en torno a las caderas, aparece en actitud meditativa apoyando la cabeza, coronada de espinas, en la mano del brazo derecho y cruzando el izquierdo sobre las rodillas".

Y termina el texto con el remate final...

"La inscripción latina que lleva debajo bien pudo leerla Morales, pues explica muy bien el significado más profundo de su cuadro: Oh causa de tantos dolores para mí, el Justo, oh cruel causa de la cruz y de la muerte mías, oh hombre, si te hubiera bastado el haberme conducido a este paso una sola vez, cesarías de atormentarme con nuevas culpas".

Todo explicado, más o menos.

¡Ah! Con tu permiso, querido Diario, diremos, te incluyo a ti, que si algún "cotilla" que nos lee quiere cotillear, valga la redundancia, el texto completo de la página web del Museo del Prado, que pinche aquí.

Ahí lo dejo, querido Diario.

viernes, 10 de noviembre de 2017

Querido Diario, 10 de noviembre de 2017

Querido Diario:

Ayer te escribí proponiéndote un juego. Espero que te acuerdes, porque si no, lo que te escriba ahora no tendrá mucho sentido... o sí. No sé.

Ayer te propuse jugar a "Parecidos razonables". Te puse tres cuadros y te preguntaba a quiénes se parecían los personajes de los cuadros. Y te dije que eran famosos del siglo XXI, o sea, actuales. Y recuerdo que te dije que las soluciones eran tantas como personas "cotillas" leyeran este Diario, que es solo tuyo y mío, y que quisiesen jugar. También te dije que las soluciones que yo te iba a dar eran MIS apreciaciones y que eran solo mías, pero que no sentaba cátedra.

Le he enseñado los cuadros a mi mujer y le he dicho:

-Puede que se no se parezcan en nada, pero a mi me recuerdan a...

Y ella me a dado la razón.

-Es verdad, tienes razón... no se parecen en nada.

En fin, con ella lo dejo por perdido. Bueno, empecemos recordando el juego.

Puse un primer cuadro que se titula Retrato de mujer sentada, que lo pintó Antonio Moro entre los años 1560 y 1565.

Luego puse un segundo cuadro que se titula Retrato de anciano, y lo pintó Joos van Cleve entre los años 1525 y 1527.

Y por último, puse un tercer cuadro que se titula Alegoría de la educación de Felipe III, que lo pintó Justus Tiel hacia el año 1590.

Y la pregunta era... ¿a qué personajes famosos del siglo XXI se parecen? Dije que los dos primeros eran españoles y que el tercero era británico.

Pues la solución es, según mi criterio, repito... según mi criterio:

Para Retrato de mujer sentada, el parecido razonable es con el cantante Miguel Bosé, de joven.

Para Retrato de anciano, el parecido razonable es con el actor Eduardo Gómez Manzano.

Y para Alegoría de la educación de Felipe III, el parecido razonable es con el actor británico Rupert Grint.

No me mates mucho, querido Diario. Ya dije que puede que se no se parezcan en nada, pero que eran apreciaciones mías y solo mías.

Y seguro que me dirás:

-Es verdad, tienes razón... no se parecen en nada.

Ahí lo dejo, querido Diario.

jueves, 9 de noviembre de 2017

Querido Diario, 9 de noviembre de 2017

Querido Diario:

Hoy es día festivo y no he tenido que ir a trabajar, ya que estos días nos lo reparten en tres grupos, y hoy el mío descansa.

Por eso, en vez de contarte una anécdota de un día anterior, te voy a proponer un juego, a ver si te gusta. Lo he llamado... "Parecidos razonables".

Te voy a poner tres cuadros del Museo y tú, querido Diario, ... y los "cotillas" que nos leen y quieran jugar, tienes, o mejor dicho, tenéis que adivinar a quién se parecen. Te tengo que decir que son cuadros del siglo XVI y que las personas parecidas son personajes famosos, españoles o no, de este siglo XXI. ¡Ah! También tengo que decir que son apreciaciones mías y solo mías, y que los parecidos razonables son según mi ojo, según mi criterio. No te pienses que quiero sentar cátedra sobre este tema, ni mucho menos, que no es esta mi intención.

Pues, dicho lo dicho... ¡¡¡A jugar!!!

El primer cuadro se titula Retrato de mujer sentada y lo pintó Antonio Moro entre los años 1560 y 1565... ¿A qué personaje famoso se parece? Te daré una pista, querido Diario. El personaje es español, pero no te diré si es un hombre o una mujer. Este, como verás, es fácil.

Aunque el pintor de este cuadro se llame Antonio Moro, no es español. Nació en Utrecht, que es una ciudad de los Países Bajos, aunque trabajó en España para el rey Felipe II.

Sobre el cuadro, ninguna inscripción permite identificar a la modelo, pero recuerda a los retratos de matrimonio que representan a cada miembro de la pareja en lienzos separados, sentados y dirigiéndose el uno al otro. El perro simboliza la fidelidad conyugal.

Sigamos con el juego...

El segundo cuadro se titula Retrato de anciano y lo pintó Joos van Cleve entre los años 1525 y 1527... se que este es algo más difícil, querido Diario, pero, ¿a qué personaje famoso se parece? Otra pista, es también español.

Como su propio nombre indica, el pintor nació en Clèves, y se le conoce como el "Maestro de la muerte de María". Es considerado uno de los más importantes e influyentes artistas que trabajaron en Amberes a comienzos del siglo XVI.

Sobre el cuadro, decir que se aprecia el característico "sfumato", por lo que se detecta claramente que fue influido por Leonardo da Vinci.

Continuamos...

Y el tercer cuadro se titula Alegoría de la educación de Felipe III y lo pintó Justus Tiel hacia el año 1590... reconozco que este es más complicado, pero, ¿a qué personaje famoso se parece? Una última pista, este no es español. Si bien recuerdo, es británico.

Justus Tiel fue pintor de cámara del rey Felipe II, y en el cuadro se puede leer la firma "Iustus Til". En esta obra se representa a Felipe III, vestido de armadura, y a Cronos que aparta a Cupido de su lado y le pone delante la Justicia, quien le presenta su espada.

Soy consciente que estos datos que doy sobre los pintores y sus cuadros no tienen nada que ver con el juego, pero los digo como dato informativo y, por que no, educativo.

Lógicamente, querido Diario, para terminar repetiré sobre este juego, como ya he dicho antes, que los parecidos razonables son apreciaciones mías y solo mías. Me imagino que a ti te recordarán a unos personajes y que a los "cotillas" que quieran jugar con nosotros, les parecerán a otros. Ahí está la gracia del juego.

Mañana te diré mis soluciones... repito, MIS soluciones.

-Ahí lo dejo, querido Diario.

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Querido Diario, 8 de noviembre de 2017

Querido Diario:

Hoy ha sido un día muy aburrido, pero súper aburrido. Ha sido tan tedioso que hoy ni he tenido que decir que no hicieran fotografías, ni he tenido que decir que se separaran de los cuadros, ni me han preguntado dónde está la Maya, ni las "pinturas oscuras" de Goia, ni dónde está Lalazque, ni me han preguntado por el Guegniká...

-El Guernica está en el Museo Reina Sofía.

-Ah, ya, en el Gueina Sofí.

-Si, hijo, sí, en el Gueina Sofí... donde tú quieras.

Pues ni eso me han preguntado.

Incluso ha habido varios...no, varios, no... muchos minutos que he estado solo en la sala. ¿Que qué hago en ese tiempo? Pues es en esos momentos en los que me siento. Te cuento... tenemos una silla en nuestras salas para descansar. Pero, la verdad, yo no me suelo sentar, por varias razones. La principal es por la Ley de Murphy de los treinta segundos. Estás solo en la sala, te sientas, y a los treinta segundos viene un visitante y te pregunta. Lógicamente te tienes que levantar para contestarle, por educación, y como ya estás de pie, para qué sentarse otra vez. O te sientas, y a los treinta segundos ves a un fotógrafo despistado intentando hacerse un selfie... pues te levantas. O te sientas, y a los treinta segundos un visitante se pone a tu lado a leer la cartela que está junto a ti.

-Tienes quince cartelas en la sala, ¿y te pones a leer la que está a mi lado? ¿No tienes catorce más para leer en este momento?

Pues no. Tienen que leer la cartela de al lado. Entonces, te sientes pequeño, incómodo, y te levantas.

Solución... no sentarte excepto estés muy muy muy cansado. Por lo menos es lo que hago yo.

Es más, hoy que he estado mucho tiempo solo, me he sentado... treinta segundos. Estaba incómodo yo solo.

-¿Qué hago?

Pues me levanto y me pongo a releer, por décima vez, las cartelas de los cuadros.

Pero no ha sido todo aburrimiento. Bueno, sí, pero estoy contento porque... ME HAN PREGUNTADO UNA VEZ. Sí, solo ha sido una vez, pero me he lucido.

-Perdone, una pregunta... ¿cuántos cuadros tiene el Museo?

Entonces, ante la ilusión de sentirme preguntado, reconozco que me he subido arriba y me he lanzado...

-El Museo tiene expuestos unos 1.200 cuadros, pero guardados unos 6.800 más. En total tienen 8.000 cuadros. Pero contando con grabados, dibujos, miniaturas, esculturas, artes decorativas, como jarrones, copas, y todas esas cosas, el Museo tiene unas 27.000 piezas de arte.

Toma ya, si es que no me beso porque no me llego, que si no...

Pero, bueno, solo ha sido un momento. Después ha seguido el tedio.

Y como hoy he estado muy aburrido, me he solidarizado con un cuadro que estoy vigilando todo este mes. Se titula Ecce Homo, pero yo le he bautizado el Ecce Homo aburrido. ¿Que por qué?, te preguntarás, querido Diario. Pues simplemente tienes que verlo para entenderme.

Este Ecce Homo lo pintó Luis de Morales en 1566. Veamos... se supone que representa la escena del Evangelio que dice que a Jesús le han flagelado, le han puesto la corona de espinas, le han golpeado, riéndose de él, y en ese momento Poncio Pilato presenta a Jesús a la muchedumbre hostil y le presenta.

-Ecce Homo, he aquí el hombre.

Y en el cuadro parece que Jesús solo le falta bostezar y que está diciendo.

-¿Os habéis divertido ya? Vamos, daos prisa en matarme ya que me estáis aburriendo con tanto preámbulo. Venga, que tengo ganas que esto termine y resucitar lo antes posible.

Ay, querido Diario. Que Dios me perdone si estoy diciendo una blasfemia, que seguro que lo es. No me lo quiero tomar a broma, pero el cuadro no me ayuda a ponerse serio.

A ver, don Luis... don Luis de Morales, se entiende, buen hombre, reconozco que eres un muy buen dibujante y un muy buen pintor, pero, dime, ¿en qué parte del Evangelio dice que Jesús, después de ser flagelado, se queda medio dormido, esperando... ¿esperando qué?

Seguro que ni él tiene una respuesta lógica, como yo tampoco la encuentro.

Y no es como el otro Ecce Homo que está justamente enfrente del de Morales. Ese está pintado por Juan de Juanes en 1570. A ese se le ve otro porte. Tampoco sería el Ecce Homo perfecto, el que yo me imagino, que sería medio desangrado, encorvado, sufriente,... como el de la película La Pasión, de Mel Gibson. Pero, bueno, al de Juan de Juanes se le ve un porte distinto... aunque resignado, como humano que es, se le siente majestuoso, glorioso, como Dios Hijo que también es.

-Me ofrezco a este sacrifico por vosotros, por la redención de los pecados, para que con mi muerte, el Padre abra las puertas del Cielo que fueron cerradas por el pecado del hombre.

Vaya, me he puesto serio y he empezado a teologizar, cosa que no quería. Pero, entiéndeme, querido Diario. Son muchas horas para pensar y repensar... y volver a pensar y a requetepensar... y muchas veces se nos "va la olla" y se piensa más de la cuenta.

Ahí lo dejo, querido Diario.

martes, 7 de noviembre de 2017

Querido Diario, 7 de noviembre de 2017

Querido Diario:

Por fin, después de cuatro días de descanso, he vuelto al Museo del Prado... parece que lo estaba deseando, jejeje. La verdad es que un poquito, sí, pero no mucho.

Y es que hoy, estando distraído, he metido la mano en un bolsillo de la chaqueta del traje y he "encontrado" unas estampas que me dieron hace unos días. Y es curioso porque una estampa era de la Virgen María con el Niño Jesús en brazos y la otra del Sagrado Corazón de Jesús. Pero, ¿qué tiene eso de curioso? Te preguntarás, querido Diario. Pues lo curioso no son en sí las estampas y lo que representan, sino la persona que me las dio.

Recuerdo que estaba vigilando la sala 12, la sala donde está Las Meninas, cuando un hindú... sí, sé que era un hindú porque sus rasgos eran muy característicos y porque a su lado estaba una mujer vestida con un sari y con un punto rojo en la frente, que por cierto se llama "bindi" y significa que está casada.

Que me lío otra vez yo solo... como te iba diciendo, querido Diario, estaba vigilando la sala de Las Meninas, cuando un hindú se me acercó y, sin mediar palabra, me entregó una estampa de la Virgen María con el Niño Jesús en brazos. Yo me quedé sin saber reaccionar, mirando la estampa. Y cuando alcé la cabeza para darle las gracias, me entregó otra, pero esta vez del Sagrado Corazón de Jesús. Le dije que no hacía falta, pero él me hizo una señas diciendo que me las daba igualmente. Se lo agradecí y al momento me las guardé en el bolsillo de la chaqueta.

Y al final del día, cuando estábamos algunos compañeros en los vestuarios lo comenté y varios me dijeron que también a ellos les había regalado estampas.

Y, repito, lo curioso de esta historia es que era una pareja de hindúes.

Al final me las guardé en la chaqueta y me olvidé de ellas, hasta hoy, que las he redescubierto.

Y hablando de estampas y de la Virgen María, como te dije el 1 de noviembre, este mes me toca vigilar las salas 52A, 52B y 52C, que son pinturas románicas, góticas y del renacimiento español. Pues en la sala 52A hay un cuadro que, con todo mi cariño y mi respeto, y que la Virgen María me perdone, lo llamo la "Virgen de las tres tetas".

Verdaderamente se titula Virgen de Tobed con los donantes Enrique II de Castilla, su mujer, Juana Manuel, y dos de sus hijos, Juan y Juana, pintado entre los años 1359 y 1362, por Jaume Serra. Y es una tabla que estuvo en el retablo del altar mayor de la iglesia de Santa María de Tobed, en Zaragoza, hasta el siglo XIX.

Y lo llamo así, porque, dime la verdad, querido Diario, la posición donde está el seno que da de amamantar al Niño, ¿no te parece que está en el cuello y por tanto debe ser una tercera teta... o una muy muy muy desplazada? Repito que lo digo con todo mi cariño y mi respeto del mundo, y que la Virgen me perdone... pero es lo que me parece.

Bueno, aparte de este pequeño detalle de ubicación tetónica, la pintura representa a la Virgen de la Humildad con los donantes arrodillados a sus pies.

A ambos lados de la Virgen hay cuatro ángeles adorándola. Y es curioso que a uno, el superior de la derecha, solo se le ve el rostro de perfil.

Y a los pies de la Virgen, a menor tamaño, aparecen de rodillas y en actitud de oración, a la izquierda, el rey Enrique II de Castilla y su hijo el futuro rey Juan I de Castilla. Y a la derecha están la reina Juana Manuel y su hija Juana. Bueno, el título del cuadro dice que es Juana, pero seguro que era Leonor, que era la hermana mayor, ya que el cuadro se pintó entre los años 1359 y 1362 y Juana nació cinco años después, en 1367.

Por cierto, la reina se llamaba Juan Manuel, pero "Manuel" es el apellido, ya que viene de la familia Manuel, entroncados con la casa real castellana.

Y otro punto curioso del cuadro, querido Diario, es que Enrique II y su mujer Juana Manuel llevan la corona real cuando todavía no eran reyes, si aceptamos como correcta la fecha de la pintura (1359-1362), ya que su antecesor, Pedro I el Cruel, falleció asesinado en 1369 y Enrique II fue entonces coronado "de facto", que significa literalmente "de hecho", es decir, por la fuerza de los hechos.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía del cuadro “Virgen de Tobed con los donantes Enrique II de Castilla, su mujer, Juana Manuel, y dos de sus hijos, Juan y Juana" - 1359-1362 -, de Jaume Serra).

lunes, 6 de noviembre de 2017

Querido Diario, 6 de noviembre de 2017

Querido Diario:

Hoy es mi último día de lo que llamamos días buenos, es decir, cuatro días seguidos librando, que sucede cada cuatro meses, más o menos. Por tanto, ahora estoy en casa.. y qué mejor que pasar un roto contigo, escribiéndote.

Llevo algunos días con ganas de comentarte un tema que nos preocupa, y mucho, a los vigilantes de sala, y es el tema de las catenarias.

No sé si te lo he dicho en este "cuaderno" o en el anterior, el de Facebook, pero las catenarias son las cuerdas que se ponen delante de las obras de arte, como separación entre ellas y el público.

Ahora bien, los temas a analizar son varios... a qué distancia de la pared tienen que estar, sirven o no para algo, la gente las respeta o no...

La Dirección del Museo del Prado les gusta que estén lo más cerca posible de las obras, para no impedir que se lean bien las cartelas, o sea, los carteles explicativos de las obras. No definen bien la distancia, pero, de palabra, me dijeron que les gusta ponerlas entre los 60 y los 80 centímetros desde la pared... y ahí está el problema de los vigilantes de sala. Sabiendo que mi brazo, que soy tirando a bajito, mide 70 centímetros, si lo estiro para señalar, ¿tocaría o no el cuadro?

Bien, vayamos por pasos... según la normativa de los museos en general, las catenarias sirven para que no se pase nada por encima de ellas. Es decir, que las cuerdas son el límite de todo objeto que quiera sobrepasarlas. Pues, bien, la gente lo que hace es llegar hasta las mismas cuerdas y plantarse delante del cuadro. Por ahora, bien hecho. Pero luego viene el problema... cuando quiere señalar un detalle del cuadro, lo que hace es estirar el brazo, y, claro, no se dan cuenta que el brazo es una parte del cuerpo que sobrepasa las catenarias hasta, muchas veces, casi tocar el cuadro.

-No se acerque tanto al cuadro, por favor.

-¡¡¡SI YO NO LO HE TOCADO!!!.

-Yo no he dicho que lo haya tocado, sino que no se acerque tanto al cuadro.

Y es en ese momento cuando sale de mí mi vena educativa, siempre y cuando sean españoles, o lo entiendan, claro.

-Mire, ya sé que su intención es no tocarlo, pero si en ese momento tropieza o simplemente le dan un golpe en el brazo, puede clavar el dedo en el cuadro. Y entonces sí que tendremos un problema.

Y es que la normativa dice que no se puede sobrepasar, con NADA, la línea de las cuerdas de la catenaria. Y ese es el gran problema, que los visitantes o lo se saben, o no lo quieren saber.

Pero el problema no es solamente el dedo. Te pueden señalar el cuadro con el plano, con las patillas de las gafas, con un bolígrafo, con una muleta,... ¡¡¡SOCORRO!!! ¿No ven que pueden dañar el cuadro? No se dan cuenta que están ante cuadros de unos cuatrocientos años y que son una obra de arte. Vale, el equipo de restauración del Museo del Prado está catalogado como uno de los mejores del mundo, pero si solo trabajan para limpiar los cuadros, en vez de para arreglar agujeros, mucho mejor para todos.

Por eso, querido Diario, con tu permiso, me gustaría que los "cotillas" que leen este mío y tuyo diario, si pudieran, que "arrancasen" esta hoja, la compartieran y la enseñaran a todo el mundo, para que  todo el mundo supiera que NO SE PUEDE TRASPASAR NADA MÁS ALLÁ DE LAS CUERDAS DE LA CATENARIA... y, por tanto, el brazo, que está unido al cuerpo, tampoco se puede traspasar.

Solución... que cuando tengan que señalar, que den un paso hacia atrás y que señalen sin traspasar el límite de las catenarias... aunque sé que es un sueño imposible de realizar.

Pero el problema ya no es que acerquen las piernas hasta la catenaria, que hasta cierto punto está permitido, sino que fuercen las cuerdas y avancen, estirando de ellas, unos diez o quince centímetros, moviendo incluso los postes verticales varios centímetros hacia la pared. Ahí es cuando me imagino que si pusieran cuchillas de afeitar en vez ce cuerdas, ¿cuántos amputados habría en el Museo? Sé que es una bestialidad  por mi parte pensar eso, pero es que algunos visitantes se pasan tres pueblos, y mi imaginación va más allá. Y si les dices algo, se enfadan e incluso se pueden poner una reclamación.

Pero, bueno, hablando del dedo, del plano, de las gafas, de la muleta, del bolígrafo,... señalador, recuerdo que hace unos meses, cuando estaba la exposición temporal de El Bosco, y por tanto sus salas permanentes tuvieron que ser reajustadas con cuadros de otros pintores, el cuadro estrellas de esas reestructuradas salas era El triunfo de la Muerte, de Pieter Bruegel el Viejo.

Éste es un cuadro que se pintó entre los años 1562 y 1563. En él se muestra el triunfo de la Muerte sobre las cosas mundanas, simbolizado a través de un gran ejército de esqueletos arrasando la Tierra.

Y es que el tema de la  "la danza de la Muerte" fue muy habitual en la literatura y en la pintura del medioevo. Y para darle más dramatismo, Brueghel utilizó en toda la obra un tono pardo rojizo, que ayudaba, y ayuda, a dar un aspecto infernal a la escena.

Bueno, pues ante esta obra entraba lo que yo llamo "Buscando a Wally". Es decir, era una competición a ver quién encontraba más esqueletos... y los señalaba con el dedo, con el bolígrafo, con el plano...

Y lo peor de todo es que me tocó vigilar esa sala un mes entero. Ante tal locura, quería que uno de esos esqueletos me llevase definitivamente... miento, quería que se llevasen a los visitantes señaladores. El problema es que no había esqueletos suficientes para llevarse a todos.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía del cuadro “El triunfo de la Muerte" - 1562-1563 -, de Pieter Bruegel el Viejo).

sábado, 4 de noviembre de 2017

Querido Diario, 4 de noviembre de 2017

Querido Diario:

Anteayer, estábamos unos compañeros hablando en nuestro vestuario cuando saqué el tema de este diario. Y un compañero y amigo, Alvarito,... bueno, Alvarito es un vigilante de sala que mide 1,96 metros y creo que yo soy el único que me atrevo a llamarle así. Eso sí, lo que tiene de grande lo tiene de buena persona.

En fin, que se me "va la pinza" con temas que no vienen a cuento. Como te iba diciendo, un compañero y amigo, Alvarito, comentó que un día estando en sala se le acercaron unos británicos y le preguntaron:

-¿Las pinturas mayas?

Nos comentó que se quedó "a cuadros", pensando.

-¿Las pinturas mayas? ¿Las pinturas mayas? Hombre, suelen ser de México, Guatemala, El Salvador, Belice, Honduras, Nicaragua, Costa Rica... Como no estén en el Museo de América, en la  Avenida de los Reyes Católicos, de Madrid...

Cuando le repitieron la pregunta, pero esta vez con más datos.

-¿Las pinturas mayas de Goila?

-¡Ah! Las majas de Goya, la desnuda y la vestida...

-Sí, sí, eso, las pintura mayas.

-Pues están en el piso de arriba, en la primera planta, en la sala 36.

Y es que muchas veces tenemos que rompernos la cabeza para interpretar los pensamientos y, sobre todo, el lenguaje "semiespañol" de los visitantes extranjeros.

Pero por lo menos se esfuerzan, que ya tienen su mérito. No hay cosa que pero lleve que los extranjeros se crean que tenemos que dominar todos los idiomas, en especial el suyo. Y si les dices, en inglés como mucho, que no les entiendes, se enfadan contigo... y cómo se enfadan.

-Pues mire, señor, lo siento, no entiendo el ruso. En español me intento defender, y en inglés... con el inglés de Bachillerato. Pero, por lo menos, yo sí me esfuerzo en la medida de mis posibilidades.

Pero, en fin, querido Diario, ya que te he hablado de las "pinturas mayas", pues vamos a rematar el día haciendo un desaguisado estudio sobre ellas. ¿Te parece bien?

De los dos cuadros, el que primero se pintó fue La maja desnuda, entre 1797 y 1800. Se lo encargó a Goya el primer ministro Manuel Godoy, que desde 1795 se había convertido en el mecenas del pintor.

¿Que qué es un mecenas? Pues es una persona que protege y patrocina a algunos artistas.

Bueno, pues este primer cuadro es el único desnudo femenino que pintó Goya, ya que en esa época este género estaba prohibido por la Inquisición.

Este cuadro estuvo instalado en un lugar reservado del palacio del Príncipe de la Paz, o sea, de Godoy. Estaba junto a dos cuadros más de desnudos, uno atribuido a Tiziano y la Venus del espejo, de Velázquez, que actualmente se puede ver en la National Gallery de Londres.

 Estos tres cuadros se los regaló la Duquesa de Alba, por eso se pensaba que la modelo de La maja desnuda podría ser ella. También se pensó que podría ser Pepita Tudó, que era la amante de Godoy. Pero a día de hoy, no se sabe a ciencia cierta quién fue la modelo.

Lo que a mí me mosquea, querido Diario, es la cabeza. A ver si a ti te pasa lo mismo... no te parece que está colocada encima de otra, como si fuese un montaje de Photoshop. Es que, como no se le ve el cuello, me parece que ocultó, o por lo menos cambió la cara. Pero que conste que esta es una apreciación mía... muy mía y solo mía.

Y sobre La maja vestida te puedo decir, querido Diario, que se pintó después, entre 1800 y 1805. El traje, la chaquetilla con adornos de madroños y la faja rosa eran típicos del atuendo de las majas madrileñas.

¡Ah! ¿Que qué eran las majas? Pues según la Real Academia de la Lengua, eran las personas de las clases populares de Madrid que en su porte, acciones y vestidos afectaba libertad y guapeza, en los siglos XVIII y XIX.

¿Sabes? En 1815 la Inquisición interrogó a Goya y le preguntaron que quién había sido la modelo y con qué motivo las pintó. El problema es que no se sabe la respuesta que dio el pintor.

Ah, se me olvidaba... los dos cuadros fueron incautados a Godoy tras su destitución en 1808, después del motín de Aranjuez, y se depositaron en la Real Academia de San Fernando. Eso, sí, solo se expuso la vestida, hasta que en 1901 pasaron al Museo del Prado.

Ahí lo dejo, querido Diario.

viernes, 3 de noviembre de 2017

Querido Diario, 3 de noviembre de 2017

Querido Diario:

Ayer me tuve que quedar más tiempo en el Museo y llegué muy tarde a casa. Por eso no te pude contar lo que me pasó. Pero como hoy libro, pues te lo cuento ahora.

Y es que me tuve que quedar porque tenían que cambiar algunas baldosas del suelo, que estaban estropeadas. Te preguntarás, querido Diario, ¿qué pintamos los vigilantes de sala en el enlosado del Museo? Pues mucho, aunque ni nosotros mismos lo valoramos.

Cuando en las horas que está cerrado el Museo entra personal que no es propiamente del Museo, sino que son de subcontratas para hacer un trabajo, los vigilantes de sala les tenemos que acompañar en todo momento. ¿Que por qué? Pues porque de nosotros depende la seguridad de las obras expuestas. Imagínate, querido Diario, que una de las personas que está trabajando le da un ataque de locura y empieza a clavar un destornillador en un cuadro... entonces nosotros tenemos que frenarle y llamar a los de Seguridad, que están en otras cosas. Hombre, se supone que las empresas que están subcontratadas mandan personal "normal", pero no quita que se les cuele un desequilibrado mental.

Pues imagínate la importancia que tenemos, aunque nosotros mismos no nos auto-valoramos. La Dirección del Museo confía en nosotros, los vigilantes de sala, la seguridad de las obras, en todo momento. ¡Venga! Cuando hay público, se entiende, pero cuando no hay público "de visita", pero sí personal de fuera, también. Si es que valemos un "potosí".

Bueno, cambiando de tema, todo este mes me toca vigilar unas mismas salas. Estos son los meses que menos me gustan, aunque hay compañeros que lo prefieren. ¡Vale! Estás contento porque las salas que te han tocado te gustan, pero cuando llevas veinte días "enjaulado" en las mismas salas, ya te quieres morir... hipotéticamente hablando, se entiende.

Y es que hay salas con mucho jaleo, salas "normales", salas tranquilas y salas muuuuyyyy tranquilas, es más, yo diría que aburridas. Pues las que me han tocado a mí este mes, que son las 52A, B y C, son tranquilas. El problema, si se puede considerar un problema, es que soy masoquista y a mí me gustan las salas con mucho jaleo. Pero, en fin, mis compañeros me miran con cara extraña cuando lo digo, pero me aceptan tal y como soy... estoy así de "loco".

A lo que iba, en una de las tres salas que me ha tocado están los cuadros de Juan de Juanes, un pintor valenciano del siglo XVI, que está considerado como uno de los pintores más importantes del renacimiento español. Era hijo del pintor Juan Vicente Masip, que a su vez es uno de los grandes pintores valencianos de la primera mitad del siglo XVI.

Y el cuadro que más me gusta de él, de Juan de Juanes, es "La Última Cena", que lo pintó más o menos en el año 1562, pues no se sabe la fecha con exactitud. Lo pintó para el banco, la parte inferior, del retablo mayor de la Iglesia de San Esteban, de Valencia.

El cuadro está inspirado en la Última Cena de Leonardo da Vinci, sobre todo por la composición de los espacios y por la expresividad de los apóstoles.

Como no podría ser de otra manera, Juan de Juanes centró la escena en torno a Jesús, que está sereno y triunfante, y, a diferencia del cuadro de Leonardo, éste lo sitúa en el momento de consagrar la Sagrada Hostia.

Si te fijas bien, querido Diario, el cáliz que está en el centro de la mesa es igual que el que se guarda en la Catedral de Valencia, y que está considerado como el auténtico vaso utilizado por Jesucristo en la Última Cena.

Pero ahora quiero que te fijes en los apóstoles. Todos llevan el halo de santidad menos Judas Iscariote, claro, porque le traición, se ahorcó y no llegó a ser santo como los demás. ¡Ah! El halo de santidad es el círculo que se pone encima de las cabezas de los santos.

¿Te has dado cuenta que Judas Iscariote es pelirrojo? Me imagino que verdaderamente no sería así, pero Juan de Juanes lo pintó con este color de pelo porque en esa época se pensaba que los pelirrojos tenían vínculos con el demonio. Está vestido con una túnica amarilla, que simboliza la envidia, y además está ocultando a los demás apóstoles la bolsa del dinero... la bolsa de las treinta monedas de plata que le dieron los sumos sacerdotes por traicionar a Jesús.

Me encanta este cuadro, es precioso, pero me decepcionó un poco las dimensiones, porque yo me imaginaba que sería grande, de unos 3 x 2 metros, pero es bastante más pequeño, de 1,91 x 1,16 metros... pero sigue siendo precioso.

¡Bueno, bueno, bueno! Te prometo que ayer se me "fue la olla", mirando este cuadro... si te fijas, en los halos están puestos los nombres de los apóstoles, menos el de Judas Iscariote, que está escrito en el taburete. Pues empecé a leer, de derecha a izquierda...

-Iudas Scarioth es Judas Iscariote; Philipus es Felipe; Symon, Simón Zelotes; Thomas, Tomás; Iacobus Minor; Santiago el Menor; Ioannes, Juan; Jesucristo no tiene nombre porque ya se le reconoce; Petrus es Simón Pedro; Andreas es Andrés; Iacobus Maior, Santiango el Mayor; Bartolomeus, Bartolomé; Matheus, Mateo; y Thadeus... ¿Quién es Thadeus? ¿Tadeo? ¿San Tadeo? No me suena... -y yo pensando, pensando, intentando recordar la lista de los doce apóstoles y que Tadeo no me salía. Hasta que caí en la cuenta y, de verdad, menos mal que estaba solo, porque guité.

-¡Ya! Judas Tadeo.

Bueno, ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía del cuadro “La Última Cena" -hacia 1562-, de Juan de Juanes).