sábado, 9 de junio de 2018

Querido Diario, 9 de junio de 2018

Querido Diario:

A veces los vigilantes de sala tenemos que aguantar a gente que, la verdad, no sé cómo calificarla. Te cuento...

Hace unos días, mientras estábamos comiendo, una compañera, que me pidió que su nombre quedara en el anonimato, me dijo...

-Te tengo que contar una cosa que me pasó el otro día para tu Diario.

-Venga, cuenta...

-Pues estaba en la sala de las Pinturas negras de Goya cuando de repente se me acerca un hombre y me pregunta dónde están las salas de Rafael. Le estaba indicando y me cortó. Y me empiezó a contar que estaba separado, que vivía en Barcelona y que había venido un mes a Madrid para descansar. Yo no le hice caso y le seguí indicando dónde estaba la sala 49 y me alejé. Pero al día siguiente me tocó vigilar el Claustro y apareció él y me dijo...

-"¿Te acuerdas de mí?

"Pues claro que me acordaba de él, pero le dije que no...

-"Sí, que ayer estabas en la sala de las Pinturas negras y me indicaste donde estaba la sala de Rafael. Pues es que hoy me he levantado y he ido al banco «Tal» a cancelar la cuenta y he ido al banco «Talcual» para abrir otra cuenta. Es que estoy separado. Luego me he ido a tomar un café cortado y a la peluquería. He comido en el bar que está aquí al lado y a las 8:00 he quedado para tomas una botella de sidra con un amigo.

-"Y mientras tanto, ha venido al Museo del Prado para ver los cuadros...

-"No. Yo vengo al museo a ligar.

"Yo no sabía dónde meterme. Estábamos solos en el Claustro y no tenía excusa para alejarme. Menos mal que entraron un grupo de jóvenes y me fui para ellos como para decirles algo y le dejé con la palabra en la boca".

Y en ese momento, un compañero que estaba comiendo con nosotros preguntó...

-¿Quién? ¿El de las plataformas blancas?

-Sí, ese.

Y otro compañero...

-¿El de la camisa hawaiana? También se enrolló conmigo. Si quería ligar conmigo, lo llevaba claro.

Y es que, según me contaron mis compañeros, debía ser un poco estrafalario. Me dijeron que tenía el poco pelo que le quedaba teñido de amarillo fosforescente y que llevaba una camisa hawaiana con un pañuelo al cuello estilo cowboy, con el nudo a un lado, pantalones negros ajustadísimos y unas plataformas blancas. Todo un figura.

Pero ahí no acabó la cosa. Mi compañera me comentó que le vio dos días más...

-Parece que me buscaba.

Y hoy, como quería comentártelo, querido Diario, en mi descanso he ido a ver a mi compañera para que me recordara los "pasos" del susodicho visitante para luego contártelo. Y me ha dicho...

-Pero la cosa no terminó ahí. Ayer apareció otra vez. Llevaba una camiseta rosa, con su pañuelo, pantalones blancos ajustados y sus plataformas. Y de repente me salta...

-"¿Te quieres casar conmigo?

-"Pues llega tarde. Ya estoy casada.

-"No, si no te lo decía a ti, sino que se lo decía al cuadro.

"Y una mier**coles. Me lo dijo clarísimo a mí. Pero como le salió rana, no supo qué decir".

Querido Diario, me quedé de piedra. Solo se me ocurrió decirle a mi compañera...

-¿Sabes que eso es denunciable? Eso es acoso.

-Ya, pero me imagino que no volverá. Con lo borde que me puse, seguro que ya no vuelve más por mis salas. A ver si se acaba el mes que está en Madrid y se vuelve de una vez a Barcelona.

En fin, querido Diario, no todo es idílico en nuestro trabajo. Tenemos que soportar a toda clase de gente... gente muy educada, que te da las gracias, gente borde, que se enfada porque le informas de las normas, y gente "petarda", que no sabes cómo huir de ella.

Y hablando de "amores imposibles"... porque por suerte ella está felizmente casada, se me ha ocurrido hablarte de un cuadro de Antonio Muñoz Degrain. Se titula Los amantes de Teruel y lo pintó en el año 1884.

Esta obra está catalogada en el grupo de Pintura de historia, aunque no está muy claro si fue una historia real como tal o no.

Cuenta la historia, o la leyenda, que allá por el año del Señor de 1217, en Teruel, un rico mercader tenía una hija muy bella que se llamaba Isabel de Segura, y estando en el mercado, conoció a un muchacho pobre pero honrado de nombre Diego de Marcilla y se enamoraron profundamente.

Con el tiempo el joven le dijo a la doncella que deseaba tomarla por esposa, y ella le respondió que su deseo era el mismo, pero que no lo haría sin la aprobación de su padre y de su madre.

Como nuestro Diego no poseía riquezas, le pidió a su amada Isabel que, si ella quería esperarlo cinco años, estaría dispuesto a salir a trabajar donde fuese necesario para poder ganar dinero y hacerse digno de matrimonio. Y ella se lo prometió.

Nuestro joven fue ganando dinero luchando contra los musulmanes, mientras que su amada fue atosigada por su padre para que tomase como marido a un rico pretendiente llamado don Rodrigo de Azara. Ella logró impedir que la casaran diciendo que "había hecho voto de virginidad hasta que cumpliese los veinte años".

Pasados los cinco años solicitados por su amado Diego, al ver que no aparecía ni daba razón de su existencia, pensando que podría estar muerto, nuestra Isabel aceptó casarse con el pretendiente rico don Rodrigo.

Y, casualidades de la vida, el mismo día de la boda, una vez concluida la ceremonia, regresó el amado Diego de Marcilla.

Esa noche, Diego pudo entrar en la recámara donde dormían los nuevos esposos y, despertando con cariño a su amada, le dijo...

-Bésame, que me muero.

Y ella le respondió dolida...

-Quiera Dios que yo falte a mi marido. Por la pasión de Jesucristo os suplico que busquéis a otra, que de mí no hagáis cuenta, pues si a Dios no ha complacido, tampoco me complace a mí.

Él dijo otra vez...

-Bésame, que me muero.

Pero ella rehusó de nuevo. Entonces él cayó muerto. Ella se puso a temblar, despertó a su marido y le contó lo que había ocurrido y de cómo Diego había muerto con un suspiro. Entonces su marido le dijo...

-¡Oh, malvada! ¿Por qué no lo has besado?

A lo que ella repuso...

-Por no faltar a mi marido.

Y él contestó...

-Ciertamente, eres digna de alabanzas.

Entonces el matrimonio acordó llevarlo a casa del padre de Isabel para que nadie pensase que el marido le había matado. Y así lo hicieron sin ser oídos por nadie.

Y la joven se acordó de cuánto quería a su amado Diego, de cuánto había hecho por ello, y que por no quererle besar, había muerto. Entonces decidió ir a besarle antes de que le enterrasen. Y cuando llegó a la iglesia de San Pedro, donde estaba de velatorio, ella, apartando la mortaja, le descubrió la cara y le besó con tanto amor que allí murió.

Después, el marido contó todo lo que ella le había narrado y acordaron enterrarlos juntos en una sepultura... juntos para siempre.

Y volviendo al cuadro que pintó Antonio Muñoz Degrain, te tengo que decir, querido Diario, que es grandioso en todos los aspectos... sobre todo por el tamaño, ya que mide 516 x 330 centímetros... más de cinco metros de largo por más de tres metros de alto.

¿Y qué es lo que vemos en el cuadro? Pues el interior oscuro de la iglesia de San Pedro en Teruel, donde yace sin vida el cuerpo de Diego de Mansilla dentro de un sencillo féretro. Fíjate bien, querido Diario, que nuestro Diego está amortajado con el traje de guerrero, aunque solo se le ve la cabeza y los pies, ya que ese mismo día había regresado de su viaje, después de luchar contra los moros.

A mí me llama la atención el catafalco de oro... bueno, podría ser de bronce dorado, pero eso es lo de menos. Está adornado con águilas en las esquinas encima de unas máscaras, que verdaderamente se denominan "mascarones", las patas del catafalco son leones pequeñitos y, recorriendo la base, está la leyenda en latín "VIVA EL NOME E MORA EL OME". Por debajo del féretro, el catafalco está lleno de rosas y hojas de laurel, como homenaje a los triunfos del caballero.

Sobre el pecho del difunto reposa la cabeza de su amada Isabel que acaba de fallecer después de besar los labios de su eterno e imposible amor. Si te fijas bien, querido Diario, todavía está vestida con el traje de novia.

Pero lo que me encanta es el detalle del candelero con su velón, todavía echando humo, volcado por la novia al llegar corriendo y al abalanzarse hacia el cadáver se su amado. Y lo que más, más, más me gusta el el incensario redondo, en forma de pelota, que está en el suelo. Realmente tiene el tamaño de un balón de fútbol y es espectacular. A mí me encanta.

Volviendo a la descripción del cuadro, se ven a los dos amantes unidos por la muerte, contemplados con ternura por dos dueñas que se acercan al féretro.

Si te fijas bien, querido Diario, Degrain pintó la escena tomada desde una esquina del templo, viéndose de oblicuo, para crear más profundidad espacial, a la vez que ilumina solo a los protagonistas, centrando todo la intensidad dramática en ellos y en su trágico final. Por tanto, el resto del cortejo fúnebre que vela el cadáver apenas se distingue. Solo se aprecia algo por la tenue penumbra que deja pasar el velo que cubre el ventanal del templo. Si te fijas bien, querido Diario, la estancia solo se alumbra con el ventanal, con una vela sobre el altar que está a la izquierda, junto a un sacerdote que se se vuelve bruscamente para contemplar la escena, y con una lámpara de aceite que cuelga del techo, a los pies del ataúd.

Ah, que se me olvidaba y no quería dejar de decírtelo antes de terminar... como te he comentado antes, el cuadro lo pintó Antonio Muñoz Degrain en 1884 y ese mismo año lo presentó en la Exposición Nacional, siendo premiado con una primera medalla.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía del cuadro Los amantes de Teruel - 1884 -, de Antonio Muñoz Degrain, que se puede contemplar en la sala 61A).

4 comentarios:

  1. Como expuse en otro comentario sobre Muñoz Degrain (respetado y apreciado por Picasso)le tengo una especial consideración porque fue profesor de otro pintor obligado al exilio en México y olvidado actualmente: Juan Eugenio Mingorance Navas.
    Mingorance tuvo como modelo a mi tía Teresa, conservo un retrato suyo.
    Muñoz Degrain tiene varios cuadros colgados en el Prado a cual más hermoso. Hay uno titulado "Antes de la boda" (creo que es ese el nombre) en el que la novia se huele lo que le viene encima en ese matrimonio de conveniencia y lo expresa en su rostro marchito.
    El paisaje del Pardo, con el fondo de la sierra madrileña es magnífico. Y la vista de Granada, con esa lluvia y atmósfera romántica parece una leyenda mora.

    Ángel Aguado

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  2. Acabo de descubrir este espacio y lo poco que he ojeado me ha gustado. Como no son horas de andar indagando, iré leyendo poco a poco y creo que me gustará, porque me gusta el arte y me gustan los museos.

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