lunes, 11 de junio de 2018

Querido Diario, 11 de junio de 2018

Querido Diario:

Hoy casi me da no uno sino dos infartos. Te cuento...

Sabes que delante de las obras hay una cuerda, que se llama "catenaria", que sirve para que la gente no se acerque, sobre todo a las pinturas. Lo normal es que la gente no pase de ese límite. Y, es verdad, el cuerpo no lo pasan, pero hay una protuberancia en el cuerpo, llamada "brazo", que realmente pertenece al cuerpo, y esa sí que la pasan. Pero este no es el caso en la historia de hoy... bueno, verdaderamente es parte de la historia del día a día de nuestro trabajo, pero no te lo cuento todo para no aburrirte.

La historia de hoy empieza con que las salas que me han tocado vigilar son donde están Las Majas de Goya. Pues estaba vigilando cuando veo a una mujer italiana por dentro de la catenaria, parada, de espaldas al cuadro La condesa de Chinchón, del que te hablé el 6 de febrero...

¡¡¡SOCORRO!!! Su espalda estaba a menos de cinco centímetros del cuadro... y ella tan tranquila.

No podía avisarla de ninguna manera porque si se asustaba y se movía podía apretar con la espalda el cuadro. Lo que tuve que hacer, casi sin pensar, fue meter la mano por detrás, entre la espalda y el cuadro, y empujarla un poco hacia afuera para que se separase del cuadro, a la vez que la dirigía hacia la salida de la catenaria. Es cierto que no podemos tocar a los visitantes, como ellos tampoco deberían tocarnos, pero en este caso no tuve más remedio.

-Mi scusi, ero distratto (Disculpe, estaba distraída).

Sí, sí, si ya sé que estaba distraída y que no lo ha hecho aposta, pero el susto que me he llevado ha sido de campeonato. El corazón se me puso a mil pulsaciones.

Pero la historia no acabó ahí... no hay una sin dos.

En este caso, la cosa fue más complicada de solucionar... me encontré a una turista oriental detrás de la catenaria, parada entre dos cuadros. No podía dirigirla hacia la salida, como con la italiana, porque tendría que atravesar un cuadro, con la probabilidad de que lo tocase. Tampoco la podía decir nada porque su reacción lógica sería asustarse y "escapar" por el camino, atravesando los cuadros. Solución... sin decirla nada para que no se asustase, puse el brazo entre ella y uno de los cuadros a la vez que con la otra mano separaba el extremo de una de las cuerdas de su base vertical para crearla una salida. Y una vez en esa posición, le dije...

-Stop... go (Deténgase... pase).

... y salió como si no hubiese pasado nada. Ni me miró. Siguió tan tranquila escuchando su audioguía.

Pero, bueno, estas cosas pasan en el Museo un día sí y otro también.

Y ya que he estado en unas de las salas de Goya, te voy a hablar de unos cuadritos que me han llamado la atención... bueno, los he llamado "cuadritos", pero verdaderamente son miniaturas.

Estas miniaturas pertenecen a una serie de siete que pintó Goya en el año 1805 con motivo de la boda de su hijo Javier con Gumersinda Goicoechea. Representan a Javier de Goya y a su familia política.

Las realizó sobre cobre y son las únicas miniaturas que hizo el pintor. Se trata de un conjunto de exquisitos y expresivos retratos en los que, a pesar de su tamaño, realizó profundos estudios psicológicos.

Como te he dicho, querido Diario, se conocen siete, pero podrían haber sido diez, ya que faltan el retrato de su consuegro don Martín Miguel de Goicoechea, el padre de Gumersinda, así como el del propio Goya y el de su mujer Josefa Bayeu.

Y el Museo del Prado tiene dos miniaturas de las siete conocidas. Son la de Juana Galarza de Goicoechea y la de Manuela Goicoechea y Galarza.

Juana Galarza de Goicoechea era la esposa del comerciante de origen navarro Miguel Martín de Goicoechea, y madre de Gumersinda. Por tanto era la consuegra de Goya.

Como puedes comprobar, querido Diario, Juana está representada casi de frente, y está vestida con un traje de encaje blanco, cofia a juego y collar dorado.

Y Manuela Goicoechea y Galarza era la hija de Martín Miguel de Goicoechea y Juana Galarza. Era la hermana mayor de Gumersinda Goicoechea. Por tanto era la cuñada de Javier de Goya.

Como verás, querido Diario, Manuela está representada de perfil, y está vestida con otro un traje de encaje blanco, cofia a juego y collar de perlas... o por lo menos eso parece. Cuando la pintó Goya, nuestra Manuela tenía 20 años.

Se casó con Francisco Muguiro e Iribarren, hermano de Juan Bautista Muguiro, retratado por Goya en Burdeos, del que te hablé el 1 de enero. Por causa de la represión de Fernando VII, Manuela y su marido Francisco se establecieron en Burdeos en 1824, donde falleció en 1858.

Ah, que se me olvidaba.. las dos miniaturas miden solamente 8,1 centímetros de diámetro, cada una, claro.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía de las miniaturas Juana Galarza de Goicoechea y Manuela Goicoechea y Galarza - 1805 -, de Francisco de Goya y Lucientes, que se pueden contemplar en la sala 37).

2 comentarios:

  1. ¿y digo yo que no sería mejor mover la catenaria, alejándola del cuadro lo suficiente para que no llegara un brazo extendido de tamaño medio?

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  2. La solución no es poner las catenarias más alejadas del cuadro... el error es del visitante que no sabe para qué sirven esas cuerdas. Y están para que no se traspase ese límite. Y no me refiero al cuerpo, a las piernas y al tronco, sino a los brazos y a las manos, que mucha gente no sabe que también pertenecen al cuerpo. No vale que te quedes con las piernas en el límite si atraviesas con el brazo la cuerda.

    Un saludo.

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