Querido Diario:
Ayer, con el tema del juego de "Parecidos razonables", no te conté lo que me pasó. Y es que los refranes son frases muy sabias y tienen mucho de verdad. Existe uno que dice "días de mucho, vísperas de nada". Pues en mi caso fue al revés... "días de nada, vísperas de mucho".
Recuerda que la última vez que trabajé fue una jornada muy aburrida. Pues la de ayer, desde el primer momento fue muy muy muy ajetreada.
Tuve que decir dieciséis veces que no hicieran fotografías, que las conté una a una porque en los diez primeros minutos tuve que decirlo tres veces, y me dije:
-Este va a ser un día movidito.
Es más, a la tercera persona se lo tuve que repetir dos veces. Fue ahí cuando activé mi juego "Seré tu peor pesadilla, fotógrafo cansino". Consiste en ponerme a un metro del fotógrafo, sin dejar de vigilar a los demás, claro, pero yendo detrás de él hasta que se marcha de mis salas. Es ser una "mosca cojonera", con perdón de la expresión. Pero si ellos son cansinos, yo lo soy más cuando quiero.
Duró en mis salas, desde que se dio cuenta de mi presencia, unos treinta segundos. Eso significa que, para ella, porque en este caso era una mujer, lo primordial era hacer las fotos en vez de contemplar las maravillosas obras de arte que tiene expuestas el Museo. Pero, en fin, hay gente "pá tó".
Tuve que decir cuatro veces que salieran de las salas para hablar por teléfono, porque la normativa es que está prohibido el uso de teléfono móvil. Entendemos que a día de hoy, con el tema de los WhatsApp no podemos prohibir usarlo, porque sería a lo único que nos dedicaríamos, pero sí el tema de hablar. ¿Que por qué está prohibido hablar por teléfono, si no estropea a los cuadros? Porque en todo ser viviente que es llamado por teléfono en el Museo le salta un mecanismo en la oreja que le baja el volumen de audición automáticamente, al mismo tiempo que otro mecanismo le sube el volumen de la voz... y, ¿para qué usar el teléfono? Asómate a la ventana del Museo y habla al mismo volumen, que se enterará igualmente.
Es que la gente cuando va a visitar un museo, suele, repito, suele hablar bajito, bueno excepto los italianos, que oyes un griterío, te giras rápidamente y dices:
-Oñe, si son solo tres y parecen trescientos... indiscutiblemente, italianos.
Y aciertas. Bueno, a lo que iba, que la gente suele hablar bajito en los museos, y así, los que tienen audio-guías pueden escucharlas sin problemas... excepto si tienes a una persona hablando por teléfono al lado, que te enteras de la conversación mejor que de la audio-guía. Se entera el de la audio-guía y el resto de las personas de la sala y de las colindantes. Por eso pedimos que, para hablar por teléfono, se salgan de las salas expositivas y se vayan a los pasillos.
Ah, eso sí, solo tuve que decir que una vez que no señalaran con el plano tan cerca del cuadro.
Y tal ajetreo de día me recordó al Ecce Homo de Luis de Morales. ¿Te acuerdas de él? Es el que te dije que me parecía más un Ecce Homo aburrido que otra cosa.
Pues cuando te lo dije no me quedé tranquilo, porque pensé que critiqué al pintor y a su idea sin más. Y ya sabes cómo soy, querido Diario. A mí me gusta investigar el porqué de las cosas... y eso es lo que hice. ¿Por qué Luis de Morales pintó ese cuadro así? ¿Qué quiso dar a entender?
Es cierto que en la cartela que está en el Museo le denomina Ecce Homo, y lo explica como tal, "en los momentos previos a iniciar el camino al Calvario". Pero miré la explicación que da del cuadro en la página web del Museo y cambió el discurso...
En la página web lo titula de otra manera, Cristo, Varón de Dolores. Bien, ya es un paso... y el texto dice:
"Representa a Cristo, quien, después de ser azotado, coronado de espinas y revestido con un manto azul que deja ver parte de su musculoso torso desnudo, sentado sobre un bloque de piedra apenas visible al fondo a la derecha, parece meditar sobre su suerte, adoptando la postura correspondiente a esta situación de melancolía, es decir, apoyando la cabeza, ligeramente inclinada, sobre la mano izquierda, cuyo brazo está apoyado sobre el otro, doblado en horizontal a la altura del codo y cuya mano cae inerte hacia abajo".
Y lo que buscaba...
"La fuente bíblica del tema hay que buscarla, más que en la narración de los evangelistas del paso de la coronación de espinas, en el profeta Isaías, que dedica un pequeño poema al Siervo de Yahvé, en el que describe al Mesías como Varón de Dolores, despreciado, abandonado de los hombres y familiarizado con el sufrimiento (Is 53, 3), texto usado desde antiguo en la gran liturgia del Viernes Santo".
Y continua desvelando el misterio...
"Los referentes gráficos que seguramente Morales tuvo en cuenta fueron dos grabados de Alberto Durero: el célebre titulado Melancolía, de 1524, para la postura de cabeza, manos y brazos; y el que sirve de frontispicio a la Pasión pequeña, de 1510, donde Cristo, solo, sentado sobre una losa de piedra, desnudo, con el manto arrebujado en torno a las caderas, aparece en actitud meditativa apoyando la cabeza, coronada de espinas, en la mano del brazo derecho y cruzando el izquierdo sobre las rodillas".
Y termina el texto con el remate final...
"La inscripción latina que lleva debajo bien pudo leerla Morales, pues explica muy bien el significado más profundo de su cuadro: Oh causa de tantos dolores para mí, el Justo, oh cruel causa de la cruz y de la muerte mías, oh hombre, si te hubiera bastado el haberme conducido a este paso una sola vez, cesarías de atormentarme con nuevas culpas".
Todo explicado, más o menos.
¡Ah! Con tu permiso, querido Diario, diremos, te incluyo a ti, que si algún "cotilla" que nos lee quiere cotillear, valga la redundancia, el texto completo de la página web del Museo del Prado, que pinche aquí.
Ahí lo dejo, querido Diario.
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