Querido Diario:
Hoy ha sido un día muy aburrido, pero súper aburrido. Ha sido tan tedioso que hoy ni he tenido que decir que no hicieran fotografías, ni he tenido que decir que se separaran de los cuadros, ni me han preguntado dónde está la Maya, ni las "pinturas oscuras" de Goia, ni dónde está Lalazque, ni me han preguntado por el Guegniká...
-El Guernica está en el Museo Reina Sofía.
-Ah, ya, en el Gueina Sofí.
-Si, hijo, sí, en el Gueina Sofí... donde tú quieras.
Pues ni eso me han preguntado.
Incluso ha habido varios...no, varios, no... muchos minutos que he estado solo en la sala. ¿Que qué hago en ese tiempo? Pues es en esos momentos en los que me siento. Te cuento... tenemos una silla en nuestras salas para descansar. Pero, la verdad, yo no me suelo sentar, por varias razones. La principal es por la Ley de Murphy de los treinta segundos. Estás solo en la sala, te sientas, y a los treinta segundos viene un visitante y te pregunta. Lógicamente te tienes que levantar para contestarle, por educación, y como ya estás de pie, para qué sentarse otra vez. O te sientas, y a los treinta segundos ves a un fotógrafo despistado intentando hacerse un selfie... pues te levantas. O te sientas, y a los treinta segundos un visitante se pone a tu lado a leer la cartela que está junto a ti.
-Tienes quince cartelas en la sala, ¿y te pones a leer la que está a mi lado? ¿No tienes catorce más para leer en este momento?
Pues no. Tienen que leer la cartela de al lado. Entonces, te sientes pequeño, incómodo, y te levantas.
Solución... no sentarte excepto estés muy muy muy cansado. Por lo menos es lo que hago yo.
Es más, hoy que he estado mucho tiempo solo, me he sentado... treinta segundos. Estaba incómodo yo solo.
-¿Qué hago?
Pues me levanto y me pongo a releer, por décima vez, las cartelas de los cuadros.
Pero no ha sido todo aburrimiento. Bueno, sí, pero estoy contento porque... ME HAN PREGUNTADO UNA VEZ. Sí, solo ha sido una vez, pero me he lucido.
-Perdone, una pregunta... ¿cuántos cuadros tiene el Museo?
Entonces, ante la ilusión de sentirme preguntado, reconozco que me he subido arriba y me he lanzado...
-El Museo tiene expuestos unos 1.200 cuadros, pero guardados unos 6.800 más. En total tienen 8.000 cuadros. Pero contando con grabados, dibujos, miniaturas, esculturas, artes decorativas, como jarrones, copas, y todas esas cosas, el Museo tiene unas 27.000 piezas de arte.
Toma ya, si es que no me beso porque no me llego, que si no...
Pero, bueno, solo ha sido un momento. Después ha seguido el tedio.
Y como hoy he estado muy aburrido, me he solidarizado con un cuadro que estoy vigilando todo este mes. Se titula Ecce Homo, pero yo le he bautizado el Ecce Homo aburrido. ¿Que por qué?, te preguntarás, querido Diario. Pues simplemente tienes que verlo para entenderme.
Este Ecce Homo lo pintó Luis de Morales en 1566. Veamos... se supone que representa la escena del Evangelio que dice que a Jesús le han flagelado, le han puesto la corona de espinas, le han golpeado, riéndose de él, y en ese momento Poncio Pilato presenta a Jesús a la muchedumbre hostil y le presenta.
-Ecce Homo, he aquí el hombre.
Y en el cuadro parece que Jesús solo le falta bostezar y que está diciendo.
-¿Os habéis divertido ya? Vamos, daos prisa en matarme ya que me estáis aburriendo con tanto preámbulo. Venga, que tengo ganas que esto termine y resucitar lo antes posible.
Ay, querido Diario. Que Dios me perdone si estoy diciendo una blasfemia, que seguro que lo es. No me lo quiero tomar a broma, pero el cuadro no me ayuda a ponerse serio.
A ver, don Luis... don Luis de Morales, se entiende, buen hombre, reconozco que eres un muy buen dibujante y un muy buen pintor, pero, dime, ¿en qué parte del Evangelio dice que Jesús, después de ser flagelado, se queda medio dormido, esperando... ¿esperando qué?
Seguro que ni él tiene una respuesta lógica, como yo tampoco la encuentro.
Y no es como el otro Ecce Homo que está justamente enfrente del de Morales. Ese está pintado por Juan de Juanes en 1570. A ese se le ve otro porte. Tampoco sería el Ecce Homo perfecto, el que yo me imagino, que sería medio desangrado, encorvado, sufriente,... como el de la película La Pasión, de Mel Gibson. Pero, bueno, al de Juan de Juanes se le ve un porte distinto... aunque resignado, como humano que es, se le siente majestuoso, glorioso, como Dios Hijo que también es.
-Me ofrezco a este sacrifico por vosotros, por la redención de los pecados, para que con mi muerte, el Padre abra las puertas del Cielo que fueron cerradas por el pecado del hombre.
Vaya, me he puesto serio y he empezado a teologizar, cosa que no quería. Pero, entiéndeme, querido Diario. Son muchas horas para pensar y repensar... y volver a pensar y a requetepensar... y muchas veces se nos "va la olla" y se piensa más de la cuenta.
Ahí lo dejo, querido Diario.
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