Querido Diario:
Ayer me tuve que quedar más tiempo en el Museo y llegué muy tarde a casa. Por eso no te pude contar lo que me pasó. Pero no puedo dejar pasar más tiempo sin contarte qué me sucedió.
Reconozco que en el Museo se ven visitantes "de todas las especies", diciéndolo con todo cariño y respeto. Se ven mujeres que van a patear un museo con tacones de aguja, cosa que creo que es, desde mi humilde punto de vista masculino, lo más incómodo de llevar para andar tres o cuatro horas... o simplemente una. Me parece correcto, pero incómodo.
También vi hace un mes, mas o menos, a un samurai. Sí, lo que leer, querido Diario... un samurai. Era un japonés que llevaba una falda larga, hasta los pies, de color verde oscuro y una blusa blanca de manga larga con un dragón bordado en un hombro, creo recordar que era en el derecho. Iba muy serio viendo los cuadros. Solo le faltaba la katana.
¡Ah! Vi este verano a una pareja china o japonesa, en eso me pierdo... el chico iba normal, con unos pantalones vaqueros y una camiseta negra, pero la chica iba vestida de un personaje "anime", con el pelo largo, suelto, con un lazo amarillo más grande que su cabeza, un vestido, también amarillo, con la falda que parecía una tulipa de una lámpara y unas medias de lineas horizontales, blancas, amarillas y naranjas, hasta los muslos.
Si es que hay gente "pá tó".
Pero lo que vi ayer me dejó helado... eran las 18:30, más o menos, cuando llegaron a mis salas tres visitantes, dos hombre y una mujer. No eran españoles, pero eso no importa. Lo que me llamó la atención fue que los hombre llevaban chanclas "de dedo" y la mujer tenía unos zapatos cerrados por delante, pero con los talones al aire. ¡¡¡Que estamos en pleno noviembre!!! Es cierto que este año es atípico y que no está haciendo el mismo frío que otros años, pero frío hace... y bastante y más ha esas horas que empezaba la noche.
Recuerdo que mi abuela Rogelia... sí, de los cuatro nombres que tenía, eligió para ser llamada el más feo de todos. Bueno, el más feo desde mi punto de vista. Pero, en fin, me estoy alejando del tema... como te iba diciendo, recuerdo que mi abuela Rogelia decía que los resfriados entraban por los pies. Y los dichos de las abuelas "van a misa". Nunca fallan. Por eso, pensando en ella, me quedé halado ante estos visitantes.
Entiendo que San Francisco de Asís, por su humildad y su vinculación con la pobreza, las podría llevar todo el año, como en el cuadro de Fernando Yáñez de la Almedina, pintado entre 1515 y 1525. Pero en España, sin ser santo, en pleno noviembre, con el frío que hacía en la calle a esas horas... pues no lo entiendo. Se me congelan las ideas de solo pensarlo. Por muy siberianos que sean, que no sé si lo eran o no, pero pinta tenían, no es normal llevar ese calzado en estas fechas.
Pero hablando de frío, querido Diario, el que mejor representó este estado es Francisco de Goya y Lucientes. Que yo recuerde en estos momentos, pintó dos cartones para los tapices muy representativos sobre esta temática. Uno es La nevada, también llamado El Invierno, pintado en 1786. En él se describe una fuerte ventisca que dificulta la marcha de cinco hombres, una mula de carga y un perro con el rabo entre la patas. Se ve perfectamente como cae la nieve. Ya con verlo da frío.
El otro cartón es Mujer con dos muchachos en la fuente, pintado entre los años 1786 y 1787. Recuerdo perfectamente como si fuera ayer, que, estando vigilando la sala donde está este cuadro, una guía de un grupo de orientales se me acercó, señaló este cuadro y me dijo:
-Lo que más me gusta de Goya es cómo pintaba a los niños. Si parecen reales.
Yo, la verdad, me quedé... bueno... en fin... para gustos los colores... Vale, querido Diario, ante ti reconozco en voz en grito que Goya no me gusta... ¡¡¡NADA!!! Aun así, reconozco que podría ser buen pintor. Pero que me digan que lo mejor de Goya es cómo pintaba a los niños... pues no. Eso no lo acepto.
Fíjate, querido Diario. El niño que está de frente con el abrigo verde... si tiene cara de viejete. Si parece un autorretrato del pintor, enniñecido. Si ves un retrato de Goya y lo comparas con este chavalín... si son iguales. Tienen los mismos rasgos, claro, desde mi punto de vista.
Por tanto, será muy buena guía turística, eso no lo discuto, pero de niños... no entiende.
Ahí lo dejo, querido Diario.
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