viernes, 3 de noviembre de 2017

Querido Diario, 3 de noviembre de 2017

Querido Diario:

Ayer me tuve que quedar más tiempo en el Museo y llegué muy tarde a casa. Por eso no te pude contar lo que me pasó. Pero como hoy libro, pues te lo cuento ahora.

Y es que me tuve que quedar porque tenían que cambiar algunas baldosas del suelo, que estaban estropeadas. Te preguntarás, querido Diario, ¿qué pintamos los vigilantes de sala en el enlosado del Museo? Pues mucho, aunque ni nosotros mismos lo valoramos.

Cuando en las horas que está cerrado el Museo entra personal que no es propiamente del Museo, sino que son de subcontratas para hacer un trabajo, los vigilantes de sala les tenemos que acompañar en todo momento. ¿Que por qué? Pues porque de nosotros depende la seguridad de las obras expuestas. Imagínate, querido Diario, que una de las personas que está trabajando le da un ataque de locura y empieza a clavar un destornillador en un cuadro... entonces nosotros tenemos que frenarle y llamar a los de Seguridad, que están en otras cosas. Hombre, se supone que las empresas que están subcontratadas mandan personal "normal", pero no quita que se les cuele un desequilibrado mental.

Pues imagínate la importancia que tenemos, aunque nosotros mismos no nos auto-valoramos. La Dirección del Museo confía en nosotros, los vigilantes de sala, la seguridad de las obras, en todo momento. ¡Venga! Cuando hay público, se entiende, pero cuando no hay público "de visita", pero sí personal de fuera, también. Si es que valemos un "potosí".

Bueno, cambiando de tema, todo este mes me toca vigilar unas mismas salas. Estos son los meses que menos me gustan, aunque hay compañeros que lo prefieren. ¡Vale! Estás contento porque las salas que te han tocado te gustan, pero cuando llevas veinte días "enjaulado" en las mismas salas, ya te quieres morir... hipotéticamente hablando, se entiende.

Y es que hay salas con mucho jaleo, salas "normales", salas tranquilas y salas muuuuyyyy tranquilas, es más, yo diría que aburridas. Pues las que me han tocado a mí este mes, que son las 52A, B y C, son tranquilas. El problema, si se puede considerar un problema, es que soy masoquista y a mí me gustan las salas con mucho jaleo. Pero, en fin, mis compañeros me miran con cara extraña cuando lo digo, pero me aceptan tal y como soy... estoy así de "loco".

A lo que iba, en una de las tres salas que me ha tocado están los cuadros de Juan de Juanes, un pintor valenciano del siglo XVI, que está considerado como uno de los pintores más importantes del renacimiento español. Era hijo del pintor Juan Vicente Masip, que a su vez es uno de los grandes pintores valencianos de la primera mitad del siglo XVI.

Y el cuadro que más me gusta de él, de Juan de Juanes, es "La Última Cena", que lo pintó más o menos en el año 1562, pues no se sabe la fecha con exactitud. Lo pintó para el banco, la parte inferior, del retablo mayor de la Iglesia de San Esteban, de Valencia.

El cuadro está inspirado en la Última Cena de Leonardo da Vinci, sobre todo por la composición de los espacios y por la expresividad de los apóstoles.

Como no podría ser de otra manera, Juan de Juanes centró la escena en torno a Jesús, que está sereno y triunfante, y, a diferencia del cuadro de Leonardo, éste lo sitúa en el momento de consagrar la Sagrada Hostia.

Si te fijas bien, querido Diario, el cáliz que está en el centro de la mesa es igual que el que se guarda en la Catedral de Valencia, y que está considerado como el auténtico vaso utilizado por Jesucristo en la Última Cena.

Pero ahora quiero que te fijes en los apóstoles. Todos llevan el halo de santidad menos Judas Iscariote, claro, porque le traición, se ahorcó y no llegó a ser santo como los demás. ¡Ah! El halo de santidad es el círculo que se pone encima de las cabezas de los santos.

¿Te has dado cuenta que Judas Iscariote es pelirrojo? Me imagino que verdaderamente no sería así, pero Juan de Juanes lo pintó con este color de pelo porque en esa época se pensaba que los pelirrojos tenían vínculos con el demonio. Está vestido con una túnica amarilla, que simboliza la envidia, y además está ocultando a los demás apóstoles la bolsa del dinero... la bolsa de las treinta monedas de plata que le dieron los sumos sacerdotes por traicionar a Jesús.

Me encanta este cuadro, es precioso, pero me decepcionó un poco las dimensiones, porque yo me imaginaba que sería grande, de unos 3 x 2 metros, pero es bastante más pequeño, de 1,91 x 1,16 metros... pero sigue siendo precioso.

¡Bueno, bueno, bueno! Te prometo que ayer se me "fue la olla", mirando este cuadro... si te fijas, en los halos están puestos los nombres de los apóstoles, menos el de Judas Iscariote, que está escrito en el taburete. Pues empecé a leer, de derecha a izquierda...

-Iudas Scarioth es Judas Iscariote; Philipus es Felipe; Symon, Simón Zelotes; Thomas, Tomás; Iacobus Minor; Santiago el Menor; Ioannes, Juan; Jesucristo no tiene nombre porque ya se le reconoce; Petrus es Simón Pedro; Andreas es Andrés; Iacobus Maior, Santiango el Mayor; Bartolomeus, Bartolomé; Matheus, Mateo; y Thadeus... ¿Quién es Thadeus? ¿Tadeo? ¿San Tadeo? No me suena... -y yo pensando, pensando, intentando recordar la lista de los doce apóstoles y que Tadeo no me salía. Hasta que caí en la cuenta y, de verdad, menos mal que estaba solo, porque guité.

-¡Ya! Judas Tadeo.

Bueno, ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía del cuadro “La Última Cena" -hacia 1562-, de Juan de Juanes).

6 comentarios:

  1. Espero cada día el momento de leer el diario, me parece una idea muy original y muy fresca la forma de escribir.

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    1. Gracias, Blanca. Intento escribir en mi querido Diario igual que hablo... más o menos. Así soy y así sale.

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  2. Yo también, me gusta! Muchas gracias.

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