lunes, 27 de noviembre de 2017

Querido Diario, 27 de noviembre de 2017

Querido Diario:

Hace muchos días que no te escribo y me imagino que algún que otro "cotilla" de por aquí estará más ansioso que tú de saber cosas mías, jejeje.

Pero es que, entre la preparación de la presentación de mi libro "Complutenses por el tiempo" que será el 15 de diciembre, un curso que he estado haciendo esta semana pasada por las mañanas, más el trabajo y que algún que otro día me he tenido que quedar más horas en el Museo, no he tenido tiempo material para escribirte.

De todas formas he de reconocer que en la semana pasada no ha habido ningún asunto importante que comentarte, querido Diario.

Pero hoy, por fin, ha habido un poquito de movimiento para contarte. Y es que eran las tres y media de la tarde, más o menos, cuando han entrado en mis salas una pareja de alemanes. Y sé que eran alemanes porque hablaban raro... y he decidido que era en alemán.

Pues el señor, que me sacaba dos cabezas por lo menos, utilizaba un bastón para andar. El Museo, lógicamente, acepta que entren bastones, muletas,... y esas cosas que son imprescindibles, siempre y cuando tengan la punta cubierta con una tapa de goma, para que si les da por atentar a un cuadro, sea el golpe más liviano.

Pues el señor que me sacaba dos cabezas utilizaba un bastón, con tapa, para andar... y para jugar. Estando parado delante de un cuadro, con la mano izquierda sujetaba una audio-guía que estaba escuchando y con la derecha se sujetaba con el bastón, hasta que de buenas a primeras se ha puesto a pendular el bastón. Sí, aunque suene mal, querido Diario, la palabra pendular existe... es mover un objeto como si fuese un péndulo.

Y cómo lo pendulaba... lo ponía en horizontal, a la derecha, a la izquierda, a la derecha, a la izquierda,...

Veía que se le escapaba y se empotraba en un cuadro. Me acerqué a él y le dije, en perfecto español, porque el alemán se me da un poquito mal, bueno, un mucho mal, en fin, que no tengo ni idea de alemán:

-Perdone, pero no mueva el bastón de esa manera.

Y para que me entendiese le he hecho el gesto del movimiento del bastón mientras que con la cabeza decía que no. Menos mal que me ha entendido, me imagino que por los gestos, y ha parado... y ha mantenido el bastón quieto en su sitio.

Eso ha sido lo único interesante que me ha pasado hoy. Ay, no, te he mentido, querido Diario. Se me olvidaba. También ha habido una cosa bonita. Yo estaba vigilando, cómo no, cuando una mujer, al marcharse de mis salas me ha dicho:

-Thank you (Gracias).

Así, sin más. Parecerá que no tiene importancia, pero para mí sí la ha tenido, porque yo no le había dicho nada, yo no le había ayudad ante una duda, no, solo estaba haciendo mi trabajo, es decir, estaba vigilando... y me ha dado las gracias, simplemente, por vigilar. Y es que los vigilantes de sala no valoramos nuestro trabajo. Parece que estar ahí, mirando a la gente, es muy fácil y que no tiene importancia. Pero para la gente sí que la tiene. Nos dan las gracias por cuidar de nuestro patrimonio, de nuestro arte.

Y es que estos detalles por parte de los visitantes son de agradecer. Supongo que ella no será una "cotilla" de este Diario, pero, por si acaso:

-Gracias (Thank you).

En fin, querido Diario, volviendo al "pendulador" de bastones, ¿sabes a qué cuadro casi estampa el bastón? Era a San Damián, pintado hacia el año 1510 por Fernando Yáñez de la Almedina, considerado como el "más exquisito pintor del Renacimiento en España".

Hay que reconocer que se le hubiese escapado el bastón, el daño al cuadro sería mínimo, porque no está pintado sobre lienzo, sino sobre tabla.

Se cree que el cuadro representaba al santo de cuerpo entero en una tabla en la que también estaría san Cosme, ya que los dos se suelen representar juntos, ya que eran hermanos, médicos y fueron torturados, quemados vivos y, como sobrevivieron, fueron decapitados por orden del emperador Diocleciano hacia el año 300 después de Cristo.

Se les considera patronos de los médicos en general (junto con Lucas el Evangelista), de los cirujanos en particular,​ de los farmacéuticos (junto con Santiago el Mayor),​ y de los barberos (junto con Catalina de Alejandría y Martín de Porres).

Me imagino que te preguntarás, querido Diario, por qué estando los dos santo en un único cuadro solo se ve a San Damián, y encima a medias. Pues no se sabe cuándo hicieron esa barbaridad de dividir la tabla. Pero se conoce, en una colección particular madrileña, un san Cosme que podría ser la otra figura que falta.

Es más, seguramente la obra debió de tomar su formato ochavado, es decir, de ocho lados, en el siglo XIX, en un momento en el que se emulaban las técnicas del Renacimiento italiano.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía del cuadro San Damián - hacia 1510 - de Fernando Yáñez de la Almedina, que se puede contemplar en la sala 52B).

2 comentarios: