jueves, 25 de enero de 2018

Querido Diario, 25 de enero de 2018

Querido Diario:

Hoy me han pasado dos cosas con el tema de las fotografías que no sé cómo calificarlo.  El protagonista de la primera ha sido un hombre de unos cuarenta años, que estaba haciendo una fotografía con su móvil y me acerco...

-Perdone, pero le informo que no se puede hacer fotografías.

-Ah, no te vi.

Vamos a ver, primero, me ha hablado de "tu" cuando yo, por respeto al no conocerle, le ha hablado de "usted". Pero como eso ya no se estila, pues lo dejaré pasar. Pero por lo que no paso es que me dijera que hizo la fotografía porque no me vio, no porque estuviera prohibido. Eso da a entender que sabía la norma perfectamente, pero la cuestión es si te pilla el vigilante o no. Mal empezamos.

Pero lo que me repatea es lo que me ha pasado después. Un joven de unos veinticinco años haciendo una fotografía...

-Perdone, pero no se pueden hacer fotografías.

-Ya, ya.

Y se marchó tan tranquilo.

¿Cómo que ya, ya? Lo sabes y pasas de las normas... y, lo que es peor, de mí. Pues me toca las narices. Me puse a su lado y "le acompañé" hasta la salida de mis salas.

En fin, ya te lo he contado, querido Diario, y ya se me ha olvidado. Es lo bueno que tiene este trabajo, que no te lo llevas a casa.

Bueno, cambiando de tema, te tengo que decir, querido Diario, que no solo tenemos que saber todos los idiomas de los visitantes, según ellos, claro, sino que además tenemos que interpretar lo que nos dicen en su "perfecto" español.

Hoy un compañero, Javier, me ha comentado que le han preguntado...

-El saltimbanqui de Velázquez, ¿dónde está?

Y, claro, él se ha quedado a cuadros, nunca mejor dicho, como yo cuando me lo ha contado. Pensando, pensando, ha llegado a la conclusión que se habían confundido...

-¿No podría ser el cuadro Los zancos, de Goya? ¿O El pelele, también de Goya?

-Pues ahora que lo dice, puede que sea El pelele ese.

Caso resuelto.

Pero un caso que no sé si resolví bien yo, fue que hoy una chica americana, de unos veinte años, me ha preguntado en "perfecto" español...

-¿Un círculo... rojo... con esculturas?

Me he sonreído, y ella también, pues ha comprendido que lo que ha dicho no tenía ni pies ni cabeza... pero yo sí le he entendido.

-It's the room of the Muses. In that circular room, to the right. (Es la sala de las Musas. En esa sala redonda, a la derecha).

Si ella ha hecho el esfuerzo de hablar en español... en "su" español... olé, yo le debía corresponder y hablar en inglés... en "mi" inglés, que no sé si lo he dicho bien o no.

Y hablando de la Sala de las Musas, te tengo que decir, querido Diario, que está en una sala que no es circular, como me ha dicho la buena moza, sino que es absidal, es decir, que es casi rectangular, con tres de su lados rectos, pero cuarto lado es semicircular.

¡Ah! Y las paredes de esta Sala de las Musas son de color rojo... de un rojo chillón.

Y esta sala se llama así porque en el lado semicircular hay ocho esculturas que representan las Musas del arte. Estas eran hijas de Zeus y de Mnemosine y solían cantar juntas a los dioses del Olimpo con unas voces espectaculares. También proporcionaban inspiración divina a los poetas y a las sibilas, que eran las profetisas, las mujeres a las que se le atribuían la facultad de predecir el futuro.

Y a partir del siglo I antes de Cristo se las empezaron a relacionar cada una de las musas con un arte específico. Tenían su culto en el Museion de la Biblioteca de Alejandría. De ahí viene el término de "museo".

Ya lo sé, querido Diario. El "Museion" era la estancia del Palacio Real de Alejandría dedicado a las Musas donde los poetas, escritores y científicos vivían y trabajaban, inspirados por ellas.

Pues estas ocho esculturas de mármol se encontraron hacia el año 1500 en el escenario del Teatro de la Academia, también llamado Odeón, de la Villa de Adriana de Tívoli, una localidad que está al noreste de Roma.

Se esculpieron a finales del reinado de Adriano, entre los años 130 a 150 después de Cristo, y son de dos talleres romanos que reproducían modelos griegos del siglo II antes de Cristo.

La reina Cristina de Suecia las compró hacia el 1670 y las expuso en su palacio romano. Luego las compró el rey Felipe V y llegaron al Palacio de La Granja de San Ildefonso en el año 1725.

Como te he dicho, querido Diario, las Musas están colocadas en semicírculo en el "círculo rojo con esculturas" del Museo del Prado.

¡Ah! Antes que se me olvide, las Musas eran nueve, pero solo se encontraron ocho esculturas. Por eso, una tiene dos nombres, pues se duda a quién representa, aunque es casi seguro que es a Talía, la Musa de la Comedia.

De izquierda a derecha, son...

1.-  Clío, la Musa de la Historia
2.-  Terpsícore, la Musa de la Lírica y la Danza
3.-  Calíope, la Musa de le Épica
4.-  Urania, la Musa de la Astronomía
5.-  Erato, la Musa de la Lírica Coral
6.-  Melpómene, la Musa de la Tragedia o Talía, la Musa de la Comedia
7.-  Polimnia, la Musa de la Pantomima y la Geometría
8.-  Euterpe, la Musa de la Música de flauta.

Te he puesto a un lado, querido Diario, las fotografías de las Musas, por orden, las cuatro primeras en la parte superior, y las otras cuatro, en la parte inferior.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía de las esculturas Musas - 130-150 -, de escultor anónimo, que se puede contemplar en la Sala de las Musas).

lunes, 22 de enero de 2018

Querido Diario, 22 de enero de 2018

Querido Diario:

Hoy, aparte de que un señor ha infringido casi todas las normas del Museo, ha sido una tarde tranquila.

Ya empezó mal, pues entró en la sala que estaba vigilando sacando brillo, con la manga del jersey, a una manzana roja. Apetecible, sí... siempre y cuando no sea dentro del Museo, pues la normativa dice que no se puede comer ni beber excepto en la cafetería.

-Perdone, pero no se puede comer en el Museo.

-¡Ah! ¿No?

-No.

A los dos minutos, te repito, solo dos minutos después, este mismo hombre intentó hacer una fotografía a la maqueta del Museo, con tanto afán que quería sacar toda... y empezó a echarse para atrás hasta que tropezó con la base de una escultura.

-Perdone, pero no se puede hacer fotografías.

-¡Ah! ¿No?

-Pues no.

Pero no hay dos sin tres. Poco tiempo después, solo habrían pasado unos cinco minutillos cuando le veo que empieza a tocar una escultura. Mientras me acerco a él, se marcha a otra escultura y también empieza, ya no a tocarla, sino a manosearla...

-Perdone, pero no se puede tocar las obras de arte.

-¡Ah! ¿No?

-Pues tampoco.

No tardó ni treinta segundos en marcharse de mis salas. Y no le volví a ver.

Bueno, querido Diario, te he dicho que la historia con este señor fue la única historia relevante de este día... pues te he mentido, sin querer.

También me ha sucedido otra cosa inaudita. Y es que estoy vigilando y veo que un niño se sienta en la silla que tenemos los vigilantes para descansar. No le doy importancia porque, cuando no la utilizamos, se permite que los vigilantes la utilicen, normal. El niño sacó un móvil, u otra maquinita parecida, y se puso a jugar. Estábamos tan tranquilos, el niño y yo, él jugando y yo vigilando, cuando me doy cuenta que nos quedamos solos los dos en mis salas. Nadie más.

-Horror, ¿dónde están sus padres?

Me acerco al niño...

-Hola, perdona. ¿Dónde están tus padres?

Y en perfecto español me responde.

-Por el Museo. Me han dicho que luego vienen a recogerme.

-Y, ¿cuántos años tienes?

-Doce años.

-¿Sabes? Una persona menor de catorce años no puede estar solo en el Museo. Debe estar con un adulto.

En ese momento se puso en pie...

-No, no, siéntate. Si te han dicho que vendrán a por ti, espéralos aquí.

Al momento avisé a mis jefes, por lo menos para que estuvieran al tanto de la situación. Y es que "manda narices". Aparte de vigilantes, tenemos que hacer de niñeros. Que, lógicamente, no me importa. Preferí que se quedara ahí sentado que estuviese pululando por el Museo buscando a sus padres él solo. Pero no es nuestra obligación. Es más, es una responsabilidad más, añadida sin comérmelo ni bebérmelo. Y si el niño, en un descuido mío, se levanta, se marcha y se pierde, ¿de quién es la responsabilidad? No sé si sería de los padres, del Museo, mía,... lo que sí sé es que me entrarían los "siete males".

Pues estuvo solo, bueno, conmigo, pero solo, sin sus padres, una hora y cuarto.

Menos mal que vinieron a recogerle cuando yo estaba en mi descanso, porque les habría echado una bronca a los padres, que seguro que me hubiesen denunciado. Pero me hubiese quedado tan tranquilo. Y es que, con todos mis respetos, fue una irresponsabilidad por parte de sus padres. Vale, tenía ya doce años y era "mayorcito", pero era un menor. Y un menor de catorce años, por normativa del Museo, tiene que ir en todo momento con un adulto.

Y hablando de niños, me acuerdo que el 6 de enero te hablé, querido Diario, de un niño pequeño que preguntaba a su padre por qué no había clicks en la maqueta del Museo.

Y de ella te quiero hablar, de la Maqueta.

Empiezo... los hermanos Iriarte, Bernardo y Tomás de Iriarte, declararon que en 1779 sugirieron al Primer Secretario de Estado y del Despacho durante el reinado de Carlos III, don José Moñino y Redondo, primer Conde de Floridablanca, la creación de una Academia de Ciencias y Buenas Letras.

Pero el auténtico inductor de la construcción de un edificio para albergar un Gabinete de Historia Natural y un Laboratorio Químico junto al Real Jardín Botánico del Paseo del Prado fue José Pérez Caballero, que en 1784 planteó al Conde de Floridablanca la necesidad de promover la obra.

¡Ah! Te tengo que decir, querido Diario, que seguro que no lo sabes, que José Pérez Caballero era el Fiscal del Real Protomedicato y Juez Comisionado con funciones de Intendente del Real Jardín Botánico.

Floridablanca aceptó la propuesta y ordenó el proyecto al arquitecto Juan de Villanueva.

El arquitecto, en mayo del siguiente año, 1785, presentó dos proyectos para el Gabinete de Historia Natural, Academia de Ciencias y pórticos cubiertos para el paseo público. Luego el ministro los presentó al rey Carlos III, en presencia de su hijo, el futuro Carlos IV, y se aprobó el menos costoso, el más moderado. Y entre agosto y octubre de ese mismo año empezaron las obras, realizando un primer replanteo.

Pero Floridablanca y Villanueva concibieron un tercer proyecto, con un coste semejante al aprobado inicialmente. La solución que presentó el arquitecto era una mezcla de las dos primeras propuestas, pero sin los pórticos cubiertos para el paseo público. Verdaderamente, este tercer proyecto se parecía más al que no se había aprobado, por costes, que por bonito.

Y en 1787 el arquitecto Villanueva presentó a Carlos III una maqueta del tercer proyecto en madera de limoncillo, boj, caoba, nogal y pino. Mide 3,62 metros de largo, por 0,66 metros de ancho.

Su aspecto es muy parecida al de la obra construida, con pequeñas modificaciones. Por ejemplo, el espacio central que estaba destinado como Sala de juntas, lo que es ahora la Sala de las Musas, era, según la maqueta, de forma rectangular, y luego se convirtió en absidal.

También te tengo que decir, querido Diario, que la parte de atrás, la del lado Este, está completamente modificada, ya que posteriormente se fueron añadiendo estancias nuevas. Lo bueno que tiene la maqueta es que podemos contemplar cómo era la fachada trasera original.

Y, la verdad, querido Diario, para mí es una maqueta impresionante. Merece la pena contemplarla un rato.

¡Ah! Que se me olvidaba... con la guerra contra los franceses nunca se inauguró el Gabinete de Historia Natural. Y como el edificio estaba sin uso, se utilizó para albergar el Real Museo de Pinturas... el actual Museo Nacional del Prado.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía de la Maqueta o modelo del tercer proyecto de Juan de Villanueva para el Gabinete de Historia Natural - 1787 -, de autor anónimo).

domingo, 21 de enero de 2018

Querido Diario, 21 de enero de 2018

Querido Diario:

Hoy es domingo y nos cambian de sala a los que tenemos sala fija. ¡¡¡Por fin!!! Es que, después de 20 días, por mucho que te gusten las salas que te han asignado, al cabo del tiempo pesan.

Me ha tocado vigilar salas con pintura española y flamenca de los siglos XV y XVI. Y ha sido un día entretenido, con muchos visitantes, pero no agobiante.

Eso sí, me han preguntado unas cien veces por dónde se va para ir ver a El Bosco, que está en una sala paralela a las mías. Y me han hecho una pregunta que me ha llamado la atención, pues yo cometía el mismo error...

-Estoy buscando la Anunciación de Fray Angélico, ¿sabe dónde está?

Bueno, la Anunciación no es de "Fray" Angélico, sino de Fra Angelico. Vale, Guido di Pietro profesó como dominico en el convento observante de Santo Domingo en Fiesole y tomó el nombre de Fra Giovanni da Fiesole. Pero el nombre de Fra Angelico, como ha pasado a la historia, apareció por primera vez catorce años después de su muerte en referencia a su profunda espiritualidad... Repito, Fra Angelico, sin "y" griega.

También me han hecho otra pregunta curiosa...

-Las Oscuras de Goya, ¿dónde están?

Venga, vale, aceptemos las "Oscuras" por Pinturas Negras.

Eso sí, no es sobre preguntas, pero te lo tengo que contar, querido Diario. Sé que si uno de los cotillas que leen este Diario, que siempre diré que es tuyo y mío, es uno de mis jefes, me echarán la bronca, pero no lo he podido remediar.

Estaban en una de mis salas unos señores mayores con una hija posando para que otra hija les hiciera una fotografía ante unos cuadros. Y me he venido abajo pues el señor, trajeado y encorbatado y con bigotito, me ha recordado a mi padre... me he puesto al lado de la fotógrafa y he esperado unos segundos a que hiciera la fotografía, y luego es cuando le he dicho...

-Una vez que ya la ha hecho, le tengo que decir que no se puede hacer fotografías. Esa, como no, de recuerdo.

Y me he dado media vuelta para que no me vieran que se me saltaban las lágrimas, recordando a mi padre, mientras ellos me daban las gracias una y otra vez.

Que conserven a esos padres muchos años y que se lleven ese bonito recuerdo del Museo.

Oñe, que se me están saltando las lágrimas ahora... seré tonto.

Bueno, cambiando de tema, lo que te voy a contar ahora, querido Diario, no me ha pasado a mí, sino que me lo contó un compañero, en referencia a una sala que me ha tocado vigilar hoy. Y es que un día le preguntaron...

-Perdone, ¿dónde está la sala de Darth Vader?

La verdad es que yo le hubiese soltado una chorrada sobre la Guerra de las Galaxias, pero mi compañero, como buen profesional que es, se mordió la lengua y le contestó...

-Se referirá a Van der Weyden, a Rogier van der Weyden, ¿verdad?

-Uhm... me imagino que sí.

-Pues está en la sala 58. Vaya por esa galería...

Y es que en esa sala hay varios cuadros de Rogier van der Weyden, pintor flamenco del siglo XV. Su obra más famosa es El Descendimiento, pintada antes de 1443.

¿Te has fijado en la forma tan peculiar que tiene este cuadro, querido Diario? Pues es la forma habitual del elemento central de un retablo con varias alas, en Brabante, esa región repartida entre Bélgica y los Países Bajos. Seguramente que en los "huecos´" de la parte superior habría unas "alas" que sirviesen de cierre protector de la parte de arriba. Y que el resto estuviese protegido por dos cierres rectangulares, posiblemente sin imágenes.

¿Sabes? El rey Felipe II, en 1566, encargó a Navarrete el Mudo unas tablas nuevas como cierres. Pero, como las originales, desaparecieron y nadie sabe dónde pueden estar... si es que todavía están en algún sitio, claro.

Con tu permiso, querido Diario, voy a analizar el cuadro...

En el centro vemos a Jesucristo muerto, todavía con la corona de espinas, y no se aprecian en él las huellas de la flagelación. Y si te fijas bien, como cosa curiosa, verás que no tiene la barba que nos tiene acostumbrados, sino una incipiente barba que se entiende como que le ha crecido un poco durante los últimos días. De la herido del costado, le mana agua y sangre, como dice el Evangelio de Juan...

... al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. (Jn 19, 33-34)

El paño de pureza, que podría ser uno de los velos de la Virgen, ya que verdaderamente Jesús murió completamente desnudo, es tan transparente que se ve con claridad la sangre que fluye por debajo y que, sin embargo, no llega a mancharlo.

Bueno, vemos que le están bajando tres hombres... El de más edad, con barba blanca, es Nicodemo, fariseo y jefe judío, pero seguidor de Jesucristo. El hombre que le sujeta los pies y que viste de dorado es José de Arimatea, el hombre rico que consiguió que le entregasen el cuerpo de Cristo y lo enterró en un sepulcro nuevo que reservaba para sí. Y el más joven, el que está subido a la escalera y tiene los clavos de la pasión en la mano, debe ser un criado.

La mujer que está a la derecha del todo y que tiene una postura muy forzada, es María Magdalena. Y el hombre que está vestido de verde, detrás de José de Arimatea, debe ser otro criado. Se ve que tiene en las manos un tarro, que debe ser el que contendría el perfume de nardo para limpiar el cuerpo de Cristo una vez en el sepulcro.

Vemos a la izquierda a la Virgen María, vestida de azul, desvanecida en el suelo, con una postura paralela a la del cuerpo de su Hijo Jesucristo.

Le sujeta san Juan Evangelista, que está vestido de rojo. Le ayuda una mujer que está vestida de verde y que podría ser María Salomé, la madre de Juan. Y la otra mujer que está llorando, detrás de san Juan, puede ser María Cleofás.

Podría hablar mucho más sobre este cuadro, pero ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía del cuadro El Descendimiento - antes de 1443 -, de Rogier van der Weyden, que se puede contemplar en la sala 58).

miércoles, 17 de enero de 2018

Querido Diario, 17 de enero de 2018

Querido Diario:

Ayer llegué muy cansado a casa y no tuve fuerzas para ponerme delante del ordenador a escribirte. Por eso lo hago ahora, aunque hoy no trabaje.

Y es que ayer fue un día muy insulso. Hubo muy poca gente y poco que contar. Como algo curioso, simplemente te puedo decir que media hora antes de empezar a desalojar el Museo, se sentaron una familia de coreanos en una de mis salas. Eso, sí, era una familia muy peculiar... La niña, de unos tres añitos, estaba sentada en una sillita de paseo, con un iPad viendo unos dibujos animados de unos animalitos. El padre, con su móvil, jugando a crear una granja o un pueblo, no lo sé bien. Es que no controlo esos juegos. Y la madre, empezó viendo un plano del Museo, hasta que se lo aprendió, digo yo. Luego se puso a ver cómo jugaba su marido hasta que, casi al final, sacó del bolso su móvil y se puso a jugar al mismo juego que su marido. Y los tres sin hablar entre ellos. Hasta que los tuve que informar que el Museo estaba cerrado y que tenían que desalojar la sala.

Ya ves, querido Diario, media hora, en el Museo del Prado, perdida jugando con el móvil y no disfrutando del arte. Como siempre digo, hay gente "pá" tó".

Bueno, no todo fue aburrimiento. Al principio me pegué un susto de los grandes. Te cuento... unas de las funciones del vigilante de sala es, tanto al entrar a trabajar como al terminar la jornada, realizar el control numérico de las obras de arte de cada sala que tenemos asignadas y examinarlas para confirmar que están en correcto estado. Y si vemos algún defecto o alguna anomalía se lo tenemos que comunicar a nuestros jefes.

Y yo, cuando estaba haciendo la "requisa" de entrada... ¡Ah! Requisa es como llamamos a ese control y examen de las obras de arte.

A lo que iba... cuando estaba haciendo la requisa de entrada, llego al cuadro Venus curando a Eneas, que pintó el francés Merry-Joseph Blondel entre los años 1805 y 1810, y... ¡¡¡Horror!!! En la pierna de Eneas hay un arañazo.

-¿La pierna de Eneas?

Pues sí, querido Diario. El cuadro describe un pasaje de La Eneida, de Virgilio... Eneas fue gravemente herido durante su lucha contra Turno y recibió en secreto la visita de su madre, Venus, para sanarle. Mientras el héroe era atendido por el anciano Yápige, la diosa, que estaba escondida entre oscuras nubes para no ser descubierta, le curó. Tras la intervención divina, el héroe dió muerte a su enemigo, Turno. Así terminó esta epopeya narrada en La Eneida.

Y siguiendo con mi historia en el Museo...

-Un arañazo. ¡¡¡No puede ser!!!

Y yo mirando, remirando, agachándome para ver si ese arañazo estaba por debajo del barniz, y eso significaría que ya estaba restaurado de esa manera,... y nada. Yo pensando que tendría que decírselo a mis jefes para que lo mirasen. Y si verdaderamente estaba rayado, que dieran aviso al Departamento de Restauración para que lo arreglasen.

Pues en mi descanso me acerco al despacho de nuestros jefes y se lo digo al Encargado General de los vigilantes, que es el jefe superior de nuestros jefes. Me tranquiliza y me dice que luego irá a verlo.

Pues ya estando otra vez en mi sala, llega el Encargado, en este caso era Encargada, se lo muestro, y empezamos a analizar el arañazo.

-Pues sí, parece un arañazo.

Y le saca una fotografía para luego estudiarlo bien ante el ordenador, mirando la base de datos. En estas que le comento...

-La verdad es que lo miro todos los días y no me he dado cuenta si estaba ese arañazo o no. Me llama la atención que aquí, en la tela roja, hay unas marcas de pintura como si se hubiese corrido la pintura que representa el agua. Pero, si este arañazo es un trazo de de pintura, no tiene sentido.

En ese momento la Encargada se me quedó mirando y dijo...

-¿Cómo que no tiene sentido? Ya lo he descubierto. No es un arañazo, sino una pincelada. Es el borde del agua. Si te fijas bien, Eneas está herido sobre una capa que está en un riachuelo. La capa está medio sumergida en el agua. El pintor... ¿cómo se llama?... Merry-Joseph Blondel ha representado el borde del agua con las líneas que me has comentado. Y lo de la pierna es también el borde del agua. Tiene la pierna medio hundida en el agua.

¡¡¡Caso resuelto!!!

Y es verdad, querido Diario. Cuando ya cerramos el Museo, mientras esperaba a mis jefes para entregarles el parte del día, después de hacer la última requisa, me puse a analizar este cuadro.

Le tuve que mirar muchas veces hasta que vi que en la parte de arriba del tobillo se ve la curva del agua que le hace en la pierna. Lo tuve que mirar desde la derecha, casi paralelo al cuadro para ver perfectamente el agua en la pierna.

Y es más, los dos dedos "pulgares" de los pies están de otro color, más oscuros... porque están fuera del agua.

Que susto me dio, pero, por suerte, solo fue un susto y no pasó a más.

¡Ah! Antes que se me olvide... ¿Sabes, querido Diario, que en el Titanic, ese barco que se hundió al chocar con un iceberg en la madrugada del 14 al 15 de abril de 1912, había un cuadro de nuestro pintor Merry-Joseph Blondel y que, lógicamente, nunca se recuperó? Pues sí, se titulaba La Circassienne au Bain, que también era conocido como La Bañista. El empresario sueco Björnström-Steffansson consiguió escapar con vida de esa tragedia, pero no pudo salvar su valioso cuadro.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía del cuadro Venus curando a Enea - 1805-1810 -, de Merry-Joseph Blondel, que se puede contemplar en la sala 75).

lunes, 15 de enero de 2018

Querido Diario, 15 de enero de 2018

Querido Diario:

Nunca me había pasado, pero hoy me han hecho unas preguntas de lo más raras. Primero te tengo que decir que nuestro trabajo es, ante todo, velar por la seguridad de las obras de arte expuestas en las salas a nuestro cargo. Y también el de orientar y facilitar al visitante la información relativa a la ubicación de las obras y servicios del Museo.

En ninguna documentación del Museo pone que te puedas enrollar a hablar con un visitante contándole tu vida. Es lógico, porque mientras entablas una conversación, te pueden hacer cualquier tropelía en alguna obra de arte.

Pero hoy, estando en mis salas vigilando, se me ha acercado una mujer de unos 30 o 35 años...

-¿Usted trabaja en el Museo?

-Sí.

La verdad es que no se nota "ná" que soy un vigilante... traje con corbata, tarjeta identificativa en la solapa de la chaqueta, pinganillo en el oído, walkie en la cintura,... Pero, bueno, a lo mejor no soy un trabajador del Museo sino uno "de la secreta".

-¿Le puedo hacer una pregunta?

-Sí, claro.

-¿Me puede decir qué obra del Museo le gusta más?

-Uhm...

Claro, yo pensando que me iba a preguntar sobre una obra. Y, sí, me ha preguntado por una obra... pero la que más me gusta a mí.

-¿O no me lo puede decir?

-Sí, sí, sin ningún problema. A mí me gustan las pinturas de Maíno.

Yo intentando contestar lo más rápido y escueto posible para no perder tiempo y seguir vigilando...

-¿Y por qué?

-Uhm... por su colorido y por su detalle minucioso en la pincelada.

-No le entiendo.

Ni hace falta que me entienda, buena señora. Yo solo le contesto para que se marche y me deje trabajar lo antes posible, que hablar con usted sobre mis gustos no es mi cometido. Claro, esto no se lo digo, sino que lo pienso. Soy así de borde, mentalmente hablando.

-Velázquez, Goya, el Greco,... tienen una pincelada más suelta. Y Maíno es más meticuloso.

-¿Y cómo me ha dicho que se llamaba?

Me he imaginado que se refería al pintor, y no a mí.

-Juan Bautista Maíno.

Y yo más de los nervios...

-¿Y en qué sala está?

-En la 7A.

-Voy a verlo. Gracias.

-¡¡¡Adios!!!

No sé si me ha notado que estaba poniéndome nervioso, pero lo estaba por dentro. Que me perdone la visitante si en algún momento he estado seco. Pero, te repito, querido Diario, que no estamos para eso. Que a veces nos gustaría hablar con la gente porque estamos aburridos, no lo niego. Pero no debemos entablar una conversación con los visitantes.

Y hablando de aburrimiento, hoy, excepto por este episodio, ha sido un día muy tranquilo.

En las salas que me han tocado este mes no suelen venir grupos guiados porque no hay obras de las consideradas importantes, sabiendo que todas los son, claro. Algún que otro grupo de estudiantes me aparecen de vez en cuando. Pocos, pero vienen.

Y, curiosamente, hoy me han venido dos grupos, dos, de orientales. Creo que eran coreanos, pero no te lo puedo asegurar porque todavía no los distingo bien. Pero estoy en ello.

A lo que iba, que me enrollo... que han ido a mis salas dos grupos de orientales y los dos han hecho el mismo recorrido. Primero se han parado a explicar el cuadro Fernando VII en un campamento, pintado por Goya después del año 1815, que es el único cuadro de este pintor que tengo en mis salas. Y luego se han ido al retrato de El pintor Francisco de Goya, realizado por Vicente López Portaña en 1826.

Y es que Goya hizo un viaje a Madrid desde su exilio en Burdeos en el año 1826, para arreglar el tema de su pensión como Pintor de Cámara. Y aprovechando ese viaje, su amigo el gran retratista de la corte de Fernando VII, Vicente López, pintó este retrato destinado a ser expuesto en el Real Museo de Pinturas y Esculturas, como homenaje y reconocimiento a su figura.

¡Ah! Que se me olvidaba que te tengo que explicar todo, querido Diario... el Real Museo de Pinturas y Esculturas fue el primer nombre que tuvo el actual Museo Nacional del Prado.

Goya, cuando posó ante López sentado en una butaca, con las piernas cruzadas, vestido con levita y pantalón gris verdoso, chaleco a rayas y corbata de chorreras, tenía nada más ni nada menos que ochenta años.

Se le ve sujetando la paleta con la mano izquierda y con la derecha, el pincel. Y sobre el lienzo que está delante del pintor, se lee una dedicatoria...

"Lopez a su Amigo Goya".

¿Te cuento un secreto, querido Diario? Cuenta la leyenda, que no sé si es cierta o no, que fue el propio Goya el que le pidió a su amigo López que dejara la obra inconclusa, para dar mayor vitalidad al retrato y más frescura y jugosidad a los detalles.

Como te he dicho, no sé si es cierta o no esta leyenda. Pero lo que sí se es que esta obra es la que le ha dado fama a Vicente López, aunque, desgraciadamente, más por el retratado que por la indiscutible excelencia de su calidad pictórica. Si te fijas bien, querido Diario, la cara de Goya está minuciosamente trabajada, en comparación con la ropa, sobre todo la camisa y el chaleco, que tiene las trazas más sueltas, aunque no por ello deja de ser magistral.

Y hay que reconocer que como retratista, desde mi humilde punto de vista, Vicente López no tuvo rival.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía del cuadro El pintor Francisco de Goya - 1826 -, de Vicente López Portaña, que se puede contemplar en la sala 75).

viernes, 12 de enero de 2018

Querido Diario, 12 de enero de 2018

Querido Diario:

Hoy me han tocado dos veces el culo... bueno, a mí no, sino a Marte, el dios Marte del conjunto escultórico Venus y Marte, que se esculpió entre los años 1820 y 1830 por alguien del círculo de Antonio Canova.

Es que, tiene un culo tan respingón, tan prominente. El de Venus es muy normalucho, pero del de Marte... que te dan ganas de darle un cachete. ¡¡¡No!!! Un cachetón.

Pero, eso... ¡¡¡No!!! No se pueden tocar las esculturas. Una cosa son las bromas, y otra cosa es la lógica y la realidad.

Y es que hay cosas que no entiendo... la normativa lógica de cualquier museo, sea el que sea, dice que durante la visita, no está permitido tocar las obras de arte. ¿Tan complicado es de entender, querido Diario? No me vale que me digan...

-Es que no lo sabía.

A ver, no se dice porque se supone que se sabe. Es más, lo normal es que, si se puede tocar, pongan carteles permitiéndolo. De lo contrario, si no hay carteles, es porque no se permite tocar las obras de arte.

Es más, nunca he entendido por qué en las salas del Museo específicas de esculturas nadie toca las obras expuestas, pero en mi sala, no hay escultura que no se haya tocado. Parece que tienen unos imanes que atraen las manos de los visitantes. Y el por qué de este tema se me escapa de mis pobres entendederas.

Pero, en fin, hay que reconocer que hoy Marte ha triunfado.

Y no solo le han tocado el culo una vez, sino dos. La primera ha sido una joven de unos 20 años que le ha tocado con la punta del dedo índice, pero parece como si le hubiese dado calambre, porque lo ha retirado rápidamente.

Pero la segunda vez ha sido más descarada. Una mujer más mayor, de unos 35 años, se ha recreado. Le ha tocado con toda la palma de la mano e incluso le ha apretado el carrillo, a ver si estaba blandito. Pero si es de mármol, buena señora. El culo lo tiene apretado, duro como una piedra.

Y es que hoy Marte ha triunfado.

Una chica rubia, de unos 18 años, con una mata de pelo larguísima, se ha puesto delante de la escultura a repeinarse, echándose todo el pelo a un lado, por encima del hombro derecho... con la cámara del móvil encendida. Y, blanco y en botella...

-Ésta quiere hacerse un selfie.

Yo he ido lentamente porque una fotografía a una escultura no hace daño a nadie, a ver si cuando llegase a avisarle que no se puede hacer fotografías, ya se la había hecho. Y en vez de hacerse un selfie rápidamente, se acerca a otra visitante, que por cierto no conocía, y le pide que le saque una foto al lado de la escultura. Y, claro, con esa pérdida de tiempo, he llegado y no le he dejado hacérsela. Buena moza, si hubieses sido más rápida...

Y es que hoy Marte ha triunfado.

Estaba yo bastante alejado de esa escultura cuando veo a una pareja, con un carrito de niño pequeño al lado, "dándose el lote" delante de Venus y Marte. Bueno, he pensado que esta noche irían a por el hermanito, pero que tenía que ir a decirles que, aunque el amor es muy bonito, puede que fuese el momento, pero no era el lugar más adecuado para quererse. Y mientras me voy acercando lentamente, para darles algo de tiempo e intimidad, la intimidad que les puede dar un museo, claro, veo que el carrito estaba vacío y que el niño, de unos dos añitos, estaba jugando con las cuerdas de la catenaria de separación y tomándose un biberón él solo. Al momento he salido corriendo...

-Perdonen, pero el niño no puede estar solo.

-Si no está solo.

-Bueno, vale... pero por normativa no se puede comer ni beber en las salas. Pero como es un bebé, se le permite tomar el biberón siempre que esté sentado y controlado por un adulto.

-Dame el biberón, cariño, que este señor no te deja tomarlo.

Sin pensármelo, he respirado hondo y me he dado media vuelta para no contestarle, porque seguro que me hubiesen puesto una reclamación por haberle contestado de malos modales... con muy malos modales, que era lo que se merecía la madre. Pero, bueno, intento ser profesional y no discutir... es que, aunque parezca que no, somos la imagen del Museo.

Y es que hoy Marte ha triunfado.

Porque mientras tanto, mientras pasaban tantas cosas, un dibujante se ha pasado más de dos horas y media dibujando a lápiz, en un cuaderno, a nuestros Venus y Marte. Eso se llama paciencia y amor por el arte.

En fin, esta escultura de mármol de Carrara mide 2,33 metros de altura y 1,25 metros en su parte más ancha.

Representa a Venus, la diosa del amor y de la belleza, que lleva una ligera túnica, y que, aunque estaba casada con Vulcano, ofrece su verdadero amor a su querido Marte, el dios de la guerra, que, por cierto, solo va tocado con un casco y tapado con una pequeña hoja de parra.

Como puedes intuir, querido Diario, es una alegoría en la que Venus, diosa del amor, diosa de la paz, intenta retener al dios Marte a base de sugerentes miradas y atrayéndole hacia ella, para que no se fuera a la guerra.

Esta escultura es una copia de un original de Antonio Canova, que había sido encargada por el rey de Inglaterra Jorge IV en 1815, y que se conserva en el palacio de Buckingham, en Londres, más concretamente en la llamada Escalera de Ministros en la planta baja al final del Vestíbulo de Mármol, que da acceso a los salones privados.

Lo que no sé si el culo de Marte de Buckingham tiene el mismo éxito que el de Marte de El Prado.

Y es que Marte tiene un culo tan respingón, que te dan ganas de darle un cachetón, jejeje.

¡Ah! Cambiando de tema, antes que se me olvide, querido Diario... hoy ha sido la primera vez en mi vida que he visto en el Museo del Prado a un Hare Krisna. He alucinado. Entiendo que, por qué no pueden ir, claro,... pero reconozco que me ha parecido extraño.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía de la escultura Venus y Marte - 1820-1830 -, del Círculo de Antonio Canova, que se puede contemplar en la sala 75).

miércoles, 10 de enero de 2018

Querido Diario, 10 de enero de 2018

Querido Diario:

En las fiestas de Navidad el Museo estaba lleno, a rebosar, de gente. Ahora, que ya han pasado las fiestas, llevamos tres días de lo más aburrido. El Museo está medio vacío, en comparación con los días anteriores, claro. Es más, hoy mis salas, que son relativamente grandes, han estado cuatro veces vacías, sin nadie. Y de esas cuatro veces, solo me he sentado a descansar una. Es que soy masoquista, jejeje.

No, en serio, es que no me gusta sentarme. Me siento incómodo, y eso que las sillas no están mal. Que se lo digan a los visitantes, que más de uno se ha apoltronado en ella y se ha pasado su media hora whatsappeando. Y no me gusta sentarme porque... para qué, si cuando me he sentado estaba la sala vacía y al momento ha aparecido una pareja y ha ido directamente a por mí, a preguntarme dónde estaban los cuadros de Goya. Entonces, claro, uno se levanta por respeto a contestar y, ya que estás de pie, ya no te sientas.

Y hoy estaba tan aburrido que me ha dado por contar y apuntar... he informado doce veces que no se podían hacer fotografías; el no tocar las esculturas, reconozco que han sido pocas veces, solo cuatro; y no apoyarse en la mesa de la maqueta, alguna más: seis veces.

Estaba tan aburrido que me ha dado tiempo a leerme, sin distraerme de mis obligaciones de vigilar, las cincuenta y una cartelas de las obras de mis salas.

En fin, unos días muuuyyyyy divertidos... dicho con sarcasmo, se entiende.

Pero no todo ha sido cosas aburridas. Hoy he conocido al visitante más joven que he visto en una de mis salas. Era un niño de mes y medio. Lo llevaba su padre en brazos y tenía los ojos como platos, mirando todo... todo lo que su corta edad le permitía. Su madre iba con el carro, vacío, y con la abuela de la criatura. Bueno, me imagino yo que sería su abuela. Y el niño tenía la cara tan rica, que no me he resistido a preguntar la edad del bebé. Lo suyo es que los vigilantes no debemos empezar una conversación, así, sin más, con un visitante... pero el saber la edad del "monstruito", dicho con todo el cariño del mundo, era de vital importancia.

Ya ves, querido Diario, con mes y medio de vida y empapándose de arte. Ahí es nada.

Y como he conocido a una criatura recién nacida, qué mejor que hablar del "nacimiento" del Museo.

Pues empiezo... ante todo tengo que decirte, querido Diario, que el Museo del Prado no es el más grandioso ni el más completo que existe. Pero sí puedo decirte que es el más apasionado, el más lleno de sentido, ya que nació del amor por el arte, del afán coleccionista y del gusto muy particular de los reyes de España desde el siglo XV.

Las obras de arte originarias del Museo fueron la de la Colección Real. El rey Fernando VII dispuso lo necesario para abrir este museo. Es decir, nació bajo el patrocinio del Rey y, lo que es más importante, pagado de su bolsillo.

Pero el principal motor de arranque no fue el rey Fernando VII, sino su segunda mujer, María Isabel de Braganza. Ella fue quien sugirió la idea al rey, y éste la acogió con verdadero entusiasmo.

La verdadera promotora era aficionada a las bellas artes, practicaba la pintura, era académica de honor y consiliaria de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y puso su total empeño en crear este Real Museo de Pinturas, como se llamó al principio. Convirtió el edificio del arquitecto Juan de Villanueva, que estaba destinado a albergar un Gabinete de Ciencias Naturales, en un museo de arte... en el actual Museo Nacional del Prado.

Pero desgraciadamente no lo vio inaugurado. María Isabel de Braganza falleció de parto en Madrid en diciembre de 1818, once meses antes de su apertura, ya que abrió sus puertas el 19 de noviembre de 1819.

El pintor Vicente López Portaña, que era el Primer Pintor de Cámara desde marzo de 1815, realizó un retrato de la reina María Isabel de Braganza en 1816, con toda probabilidad en los meses inmediatos a su boda con Fernando VII.

Este retrato es ovalado, y se ve a la reina con la cabeza ligeramente inclinada, peinada y vestida a la moda imperio, con el cabello rizado ceñido por una diadema.

Si te fijas bien, querido Diario, la reina está vestida con un traje de terciopelo rojo, de talle alto y amplio escote, con encaje en el cuello y en las mangas.

Luce collar de perlas, placa y banda de la orden portuguesa de Cristo y banda de la española María Luisa, además de la insignia ovalada de la orden femenina austriaca de la Cruz y la Estrella de Isabel Teresa de Austria.

Pero éste no es el único retrato de la reina María Isabel de Braganza. Varios años después de su muerte, once para ser exactos, Bernardo López Piquer, hijo y fiel discípulo de Vicente López, se sirvió como modelo del retrato ovalado que de ella había realizado su padre para pintar a María Isabel de Braganza como fundadora del Museo del Prado.

Si te fijas bien, querido Diario, a la derecha de la reina se ven, en la pared, los escudos de las dos familias reales, con corona y toisón de oro. Y bordadas en el respaldo de la silla, las iniciales de la reina, IB.

¡Ah! Tengo que destacar que en este cuadro la reina está representada como la fundadora del Real Museo de Pintura, en dos motivos:

Primero, porque con la mano derecha está señalando el edificio que se ve por la ventana. No es más ni menos que las fachadas norte y oeste del Museo con el mismo aspecto que tenían cuando se inauguró.

Y el segundo motivo es que está señalando con la mano izquierda unos planos del Museo que están extendidos sobre un velador de leones alados. Estos planos son los alzados de las salas con la ubicación de los distintos cuadros.

¿Que cuántos cuadros tenía el Real Museo de Pinturas cuando abrió sus puertas por primera vez? Tenía 311 obras, todas ellas de artistas españoles.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía de los cuadros Maria Isabel de Braganza - hacia 1816 -, de Vicente López Portaña y María Isabel de Braganza como fundadora del Museo del Prado - 1829 -, de Bernardo López Piquer).

sábado, 6 de enero de 2018

Querido Diario, 6 de enero de 2018

Querido Diario:

Hoy es 6 de enero, el día más importante para los niños pues esta noche Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente han repartido regalos en las casas de todos los niños.

Y aunque hoy no he trabajado, no puedo dejar pasar la oportunidad de hablarte de algunas anécdotas y curiosidades que he tenido con esos "monstruitos", dicho con todo el cariño del mundo.

Primero te tengo que recordar, querido Diario, que los vigilantes llevamos un walkie talkie para poder comunicarnos. Pero lo que no sabes es que yo llevo un auricular, es decir, un casco de oreja de toda la vida, conectado al walkie, para que nadie oiga lo que se dice por él, sobre todo para que no moleste a los visitantes.Y, claro, con el pinganillo en la oreja parece que soy de la policía secreta, jejeje.

Y eso impone a los niños. Cuando veo un grupo de niños en mis salas, intento ponerme serio... he dicho "intento", porque me estoy muriendo de risa por dentro. Y me acerco a ellos cuando están algo alborotados. Es mano de santo... al momento que me ven, se callan y no dicen ni "mu". Es más, les veo cuchichear entre ellos, señalándome con disimulo... es que soy "de la secreta".

Es más, hace unos días tuve que "ayudar" a una madre. El niño, de unos 6 o 7 años estaba corriendo por la sala y la madre detrás de él, intentando que no corriera. Lógicamente una norma del Museo es que no se puede correr por las salas. Bueno, ni por las salas ni por los pasillos. Pues cuando por fin la madre alcanzó al niño, porque incluso le esquivaba, me acerqué a él muy muy muy serio y simplemente le dije:

-No se corre.

... mientras le hacía la señal de no con el dedo pulgar. Mejor, imposible. El niño se puso blanco, se agarró de la mano de su madre y no se soltó en todo momento. Me miraba de reojo de vez en cuando y yo, serio y recto como una vela.

Luego su madre y yo nos miramos y, sin soltar ningún sonido, le leí los labios...

-Gracias.

Yo, como simple respuesta, le sonreí e incliné un poco la cabeza, aceptando su agradecimiento, a la vez que mentalmente se las daba yo.

También ayer oí una conversación muy curiosa entre un padre y un niño. Primero te tengo que decir, querido Diario, que en la sala que vigilaba tenemos una maqueta de madera del Museo, del año 1787, cuando se pensó construir el edificio para un Gabinete de Historia Natural y Laboratorio Químico. Pero esta es otra historia que te contaré otro día.

Pues volviendo a la conversación, el padre llevaba en brazos a su hijo de unos dos añitos y este dijo...

-¿Y los click?

-No, no hay click. No es para eso. Pero podían poner alguno.

No digas que no es adorable... un niño de dos años que vea una maqueta en un museo y se acuerde de sus muñequitos... para comérselo.

¡Ah! Por si no lo sabes, querido Diario, los click son unos muñecos muy famosos, con unas manos rígidas, y que tienen infinidad de accesorios.

Y ayer me quedé a cuadros, nunca mejor dicho... no sabía si reír o llorar... entro una niña mulata, de unos 13 o 14 años, con una gorra de visera y unos cascos de música. Detrás iban los padres, su madre era negra y su padre blanco. Pues la niña iba andado... bueno, andando no. Iba bailando a lo Michael Jackson. Era curiosísima. Se paraba delante de un cuadro y mientras lo miraba se marcaba un baile. Luego se iba a otro cuadro, bailando, andando hacia atrás,... se paraba delante de otro cuadro y otro baile. Y así en todos los cuadros.

Miré a la madre y, simplemente, levantó los hombros y puso cara de resignación... tiene 13 o 14 años, ¿qué le vamos a hacer?

Pero, bueno, los niños son así.

Y hoy, 6 de enero, te tengo que hablar de un cuadro sobre la adoración de los Magos... cómo no. Y se titula... La Adoración de los Magos, que mucha imaginación para poner nombre a los cuadros no tenían los pintores. Aunque creo recordar que los pintores solo los pintaban y los títulos de los cuadros se los ponían otros. En fin, en este caso lo pintó Pedro Pablo Rubens en dos tiempos, entre los años 1608 y 1609 por una parte, y entre 1628 y 1629 la segunda.

Narra el episodio del Evangelio de san Mateo...

Los magos, después de oír al rey Herodes, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. (Mt 2, 9-11)

Se ve al Niño Jesús en brazos de su madre, la Virgen María, y está jugueteando con el incienso que le presenta Gaspar, que está arrodillado ante Él. Por cierto, en mi juego de "Parecidos razonables", el mago Gaspar me recuerda a Carlos Núñez Cortés, el componente de Les Luthiers que abandonó la formación recientemente.

Volviendo al cuadro, para mí son muy impresionantes los ropajes de los magos, con las capas bordadas con un colorido muy rico y con gran riqueza en adornos de piedras preciosas y joyas, sobre todo, de Baltasar.

El pesebre está en la parte izquierda del cuadro y está situado en el exterior, delante de una fachada con una arquitectura clásica. Y aunque es de noche, la luminosidad es muy clara. Y si te fijas bien, querido Diario, la luz sale desde la figura del Niño Jesús, que irradia la luz que ilumina a los demás personajes. Ya lo dijo Jesús... Yo soy la luz del mundo.

Como ya te dije, querido Diario, la obra fue realizada en dos momentos, con veinte años de diferencia. He cometido una aberración, pero he pintado unas lineas blancas en la fotografía que te he pegado al lado para que se aprecie bien el cuadro original y los añadidos posteriores.

¡Ah! Aparte de agrandar la composición, Rubens hizo algunos cambios en su obra original, retocando algunas partes que ya estaban pintadas. Eso sí, con una técnica mucho más suelta.

Y además, aprovechó para autorretratarse. Es el hombre que, estando de espaldas, está mirando al Niño Jesús, y está vestido con una casaca morada detrás del caballo.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía del cuadro La Adoración de los Magos - 1608-1609 y 1628-1629 -, de Pedro Pablo Rubens, que se puede contemplar en la sala 28).

viernes, 5 de enero de 2018

Querido Diario, 5 de enero de 2018

Querido Diario:

Cada vigilante tiene sus preferencias con respecto a las salas del Museo. Unos prefieren las más tranquilas y otros las que tienen más jaleo de gente. Por ejemplo, mi preferida es la sala 12, la de Las Meninas.

Y también tenemos salas que detestamos. Y cada uno tiene sus motivos. A mí, las que menos me gustan son las salas 74 y 75, que son las que explican el origen del Museo y el Neoclasicismo. La verdad es que no sé por qué motivo no me gustan. Simplemente me siento incómodo en ellas. Mis compañeros a los que se lo he comentado, todos dicen que son unas salas "buenas" para vigilar. Si eso no lo discuto, pero no sé, no me gustan. Me siento raro en ellas...

¿Y a que no sabes, querido Diario, qué salas me han tocado vigilar todo este mes?

¡¡¡BINGO!!! Has acertado... las salas 74 y 75.

Y digo yo, a lo mejor hay un fantasma por esas salas y por eso me siento incómodo. No sé, no creo en fantasmas, pero, como las meigas, "haberlos, hailos", jejeje.

Pero, no. Hablando en serio, no hay fantasmas en el Museo. Es cierto que han fallecido varias personas, visitantes y trabajadores, dentro del edificio, pero no por eso tiene que haber fantasmas.

Bueno... sí... hay dos fantasmas. Pero no son como tú te piensas, querido Diario. No son seres que se aparecen a los vigilantes de noche, ni hacen ruidos de cadenas por el suelo, ni ululan cuando se está en silencio,... sino que están presentes en todo momento, quietecitos, sin hacer ruido. Y están en la sala 56B.

Sí, claro, has acertado, querido Diario. Son pinturas expuestas. Son, para ser más exactos, tres cuadros, aunque la colección completa sería de cuatro. El título de estos cuadros es Escenas de La historia de Nastagio degli Onesti, que los pintó Sandro Botticelli en el 1483.

Esta historia de Nastagio degli Onesti es la octava novela de la quinta jornada del libro El Decamerón de Giovanni Boccaccio, escrito entre los años 1351 y 1353. Y narra la historia de Nastagio, que era un joven adinerado de Rávena y que, al ser rechazado por la hija de Paolo Traversari, abandonó la ciudad y se instaló a las afueras.

El protagonista de esta historia, Nastagio degli Onesti, en estas tablas va vestido, para que se le identifique bien, con un jubón gris, unas calzas rojas y unas botas amarillas. Y en la primera pintura aparece en tres ocasiones.

¿Que si este es el fantasma? No, querido Diario. Esa técnica de dibujar varias escenas en un mismo cuadro era muy típica en aquella época. A día de hoy lo llamaríamos, más o menos, un cómic, con varias "viñetas" en cada página, en este caso, en cada cuadro.

A lo que iba, que me distraigo y no avanzo... Como ya te he dicho antes, nuestro protagonista era un joven enamorado de la hija de Paolo Traversari y esta rechazó su amor. Desesperado ante esta negativa, decidió refugiarse en un bosque. Y vemos en la parte de la izquierda de este primer cuadro, al fondo, a Nastagio despidiéndose de sus compañeros delante de una tienda de campaña. Se adentró en el bosque, meditabundo, mirando hacia abajo, con la intención de suicidarse. Lo vemos perfectamente entre dos árboles. Y de repente apareció un jinete sobre un caballo blanco persiguiendo a una muchacha pelirroja que huía de él desesperada. Entonces nuestro Nastagio cogió una rama del suelo para defender a la dama...

-Nastagio, no te molestes, deja hacer a los perros y a mí lo que esta mala mujer ha merecido.

-No sé quién eres tú que así me conoces, pero sólo te digo que gran vileza es para un caballero armado querer matar a una mujer desnuda y haberle echado los perros detrás como si fuese una bestia salvaje. Ciertamente la defenderé cuanto pueda.

-Nastagio, yo fui de la ciudad que tú, que fui llamado micer Guido de los Anastagi, estaba mucho más enamorado de ésta que lo estás tú ahora de la de los Traversari. Y con este estoque que me ves en la mano, desesperado me maté, y estoy condenado a las penas eternas. Y no había pasado mucho tiempo cuando ésta, que con mi muerte se había alegrado desmesuradamente, murió. Y por el pecado de su crueldad y la alegría que sintió con mis tormentos no arrepintiéndose, del mismo modo está condenada a las penas del infierno. En el cual tal fue el castigo dado a ella y a mí: que ella huyera delante, y a mí, que la amé tanto, seguirla como a mortal enemiga. Y cuantas veces la alcanzo, tantas con este estoque con el que me maté, la mato a ella y le abro la espalda, y aquel corazón duro y frío junto con las demás entrañas le arranco del cuerpo y se las doy a comer a estos perros. Y no pasa mucho tiempo hasta que ella, resurge y de nuevo empieza la dolorosa fuga, y los perros y yo a seguirla, y sucede que todos los viernes hacia esta hora la alcanzo aquí. Y aquí hago el destrozo que verás. Y los otros días no creas que reposamos sino que la alcanzo en otros lugares donde ella cruelmente contra mí pensó y obró; y habiéndome de amante convertido en su enemigo, como ves, tengo que seguirla de esta guisa cuantos meses fue ella cruel enemigo. Así pues, déjame poner en ejecución la justicia divina, y no quieras oponerte a lo que no podrías vencer.

Resumiendo, los dos fantasmas del Museo son Guido degli Anastagi y su amada degli Traversari, es decir, de los Traversari.

En la segunda pintura, en primer plano se ve a Nastagio que huye asustado al presenciar la escena de Guido que...

... con el estoque en mano se le echó encima a la joven que, arrodillada, y sujetada fuertemente por los dos mastines, le pedía piedad. Y con todas sus fuerzas le dio en medio del pecho y la atravesó hasta la otra parte.

Cuando la joven hubo recibido este golpe cayó boca abajo, siempre llorando y gritando.Y el caballero, echando mano al cuchillo, le abrió los costados y sacándole fuera el corazón y todas las demás cosas de alrededor, a los dos mastines las arrojó. Los cuales, hambrientísimos, las comieron.

Y no pasó mucho hasta que la joven, como si ninguna de estas cosas hubiesen pasado, súbitamente se levantó y empezó a huir hacia el mar, y los perros siempre tras ella hiriéndola, y el caballero volviendo a montar a caballo y cogiendo de nuevo su estoque, comenzó a seguirla.

Y al fondo de la pintura se ve la reiniciada persecución de los amantes fantasmas.

Luego cuenta la historia que nuestro protagonista humano Nastagio...

... volvió con sus criados y luego, cuando le pareció, mandando a por muchos de sus parientes y amigos, les dijo:

-Muchas veces me habéis animado a que deje de amar a esta enemiga mía y ponga fin a mis gastos. Y estoy presto a hacerlo si me conseguís una gracia, la cual es ésta: que el viernes que viene hagáis que micer Paolo Traversari y su mujer y su hija y todas las damas parientes suyas, y otras que os parezca, vengan aquí a almorzar conmigo.

En la tercera pintura se ve que, estando en el almuerzo, aparecieron los fantasmas amantes en su eterna persecución y se aprecia la reacción de los invitados ante esa escena... la amada de Nastagio, que va de blanco, y sus damas de compañía vuelcan la mesa muertas de miedo, a la vez que los hombre miran sorprendidos a los fantasmas.

Casi en el centro, en primer término, está Nastagio explicando a su amada todo lo que sabe de los amantes aparecidos, y se entiende que la hija de los Traversari comprende la moraleja de ese incidente. Por eso, en el lado derecho, en segundo plano se ve a nuestro protagonista hablando con una criada de su amada, que le está diciendo que su señora le acepta en matrimonio.

Como ya te dije, querido Diario, hay una cuarta pintura que representa el banquete nupcial, que se encuentra en el palacio veneciano de los Pucci, la familia que encargó estas tablas a Sandro Botticelli.

Es que Antonio Pucci pidió a Botticelli que las pintara para el  matrimonio de su hijo Giannozzo con Lucrezia Bini. En el tercer panel se aprecian perfectamente los escudos de las familias, colgados de los árboles... a la izquierda, encima de la amada de Nastagio, está el blasón de los Pucci. En el centro está el escudo de los Médicis, que eran los señores de la ciudad. Y a la derecha está el de los Bini.

Bueno, querido Diario. Hoy te he escrito más que nunca. Espero no haberte cansado.

¡Ah! Se me olvidaba... antes de acabar, una curiosidad muy curiosa... ¿Sabes que el pintor Sandro Botticelli tuvo una taberna con Leonardo da Vinci? Pues sí. Se llamaba Los Tres Caracoles, y estaba situado junto al Ponte Vecchio de Florencia.

Pero tuvo muy poco éxito, pues intentaron cambiar el concepto de la cocina, sustituyendo la cantidad de la comida, que era lo importante en aquella época, por la originalidad, la variedad y la presentación, es decir, por lo que actualmente llamamos el "emplatado".

Ya, sí. Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía de las tablas de las Escenas de La historia de Nastagio degli Onesti - 1483 -, de Sandro Botticelli, que se puede contemplar en la sala 56B).

lunes, 1 de enero de 2018

Querido Diario, 1 de enero de 2018

Querido Diario:

Ayer, 31 de diciembre,  fue mi primer día de trabajo después de un tiempo de vacaciones. Menos mal que fue media jornada, pues estuvo abarrotado de gente. Seguro que la gente que vino a Madrid a celebrar las campanadas de fin de año en la plaza de la Puerta del Sol decidieron pasar la mañana en el Museo. Si no, no me explico de dónde salió tanta gente.

Sí, querido Diario, fue solamente media jornada. El Museo tiene tres días al año de media jornada, el 6 de enero, el 24 y el 31 de diciembre. Y tiene otros tres días que cierra, el 1 de enero, por ser el primer día del año, el 1 de mayo, por ser el día del trabajador, y el 25 de diciembre, por ser Navidad.

Después de unos días de vacaciones, ya echaba de menos los grupos de orientales en masa; los visitantes que tienen que leer las cartelas con el dedo en el texto, a 10 centímetros del cuadro; los fotógrafos "despistados" y los fotógrafos del móvil con la cámara de fotos colgada al cuello; el niño sentado en el banco de la sala, jugando a matar marcianitos en el móvil, en vez de disfrutar de los cuadros; el visitante que se suena la nariz delante del cuadro, cosa fisiológica normal, pero... apártate del cuadro, que alguna vez que otra nos hemos encontrado algún moco en un cuadro, cosa que ya te contaré en su día, querido Diario; la señora que se pinta los labios delante del cuadro, con la posibilidad de que le den un golpe y pinte también los labios de La lechera de Burdeos; el visitante...

Y es que, como era el último día del año, me tocaron las salas de la última época de Goya. Es decir, El 2 de mayo de 1808 en Madrid, también conocido por La lucha con los mamelucos, El 3 de mayo en Madrid, llamado también Los fusilamientos, las Pinturas Negras y los últimos cuadros del pintor.

Lógicamente también vigilé el último cuadro que pintó Goya, que, por cierto, pasa muy desapercibido, ya que está junto a La lechera de Burdeos, que está muy bien, y le quita toda la atención de los visitante, y, de lo que es más doloroso, de los guías turísticos de los grupos.

En un principio te iba a pegar a un lado, querido Diario, la fotografía de estos dos cuadros, pero he decidido que no, que no quiero ser como esos guías y le quiero dar la importancia que tiene al último cuadro de Goya... sin desmerecer el valor de La lechera de Burdeos, claro.

Sí, ya sé que estoy hablando mucho del último cuadro que pintó Goya y que todavía no te he dicho cuál es. Es para darle algo de intriga al momento, jejeje.

Bueno, te lo diré. Se titula Juan Bautista Muguiro, así de simple, y lo pintó en mayo de 1827, cuando Goya tenía, ni más ni menos, 81 años. Ahí es nada.

Te contaré, querido Diario, que Juan Bautista de Muguiro e Iribarren, que había nacido en Navarra en 1786, fue banquero en Madrid y apoyó al rey José Bonaparte. Se sabe que en mayo de 1826 viajó a Burdeos para reunirse con su hermano. Y como Goya estaba en esa ciudad y eran amigos, pues coincidieron... y le hizo un retrato dos meses antes de que Muguiro dejara Burdeos.

Juan Bautista de Muguiro aparece sentado junto a la mesa de trabajo, con papeles y una escribanía de plata, sosteniendo una carta con su mano derecha.

Se aprecia que Goya ya era muy mayor para pintar porque las pinceladas seguras han desaparecido y ahora se las ve quebradas, temblorosas y difusas. Es lógico, tenía 81 años. Pero hay que decir que lo que podría ser un defecto en otros, se convierte aquí en sublimación abstracta de la materia...

Uhm... me explico, ¿verdad?... pues que para recrear los papeles o el tintero solo utiliza destellos de color. O para el respaldo de la silla o del amarillo tapizado del asiento, son suficientes restregones de pincel, sin que le sea necesaria la definición de la forma al modo tradicional. Resumiendo, tengo que decirte que aunque Goya no me guste, he de reconocer que era un genio.

¡Ah! Que se me olvidaba... en la falda de la mesa hay una inscripción, que tiene toda la pinta del mundo de que él no la escribió, porque tiene una caligrafía demasiado clara para un anciano de 81 años. Y en ella pone...

D.n Juan de Muguiro, por
su amigo Goya, á los
81. años, en Burdeos,
Mayo de 1827.

Ahí lo dejo, querido Diario.

P.D.: Otra cosa que se me olvidaba... Que hoy es 1 de enero y no puedo dejar de pasar la oportunidad, si me lo permites, querido Diario, de desear a nuestros "cotillas" que te leen a hurtadillas que el año nuevo que hoy empieza nos traiga ilusión, amor, salud y trabajo. Y que todos nuestros deseos se cumplan.

(Fotografía del cuadro Juan Bautista Muguiro - 1827 -, de Francisco de Goya y Lucientes, que se puede contemplar en la sala 66).