Querido Diario:
En las fiestas de Navidad el Museo estaba lleno, a rebosar, de gente. Ahora, que ya han pasado las fiestas, llevamos tres días de lo más aburrido. El Museo está medio vacío, en comparación con los días anteriores, claro. Es más, hoy mis salas, que son relativamente grandes, han estado cuatro veces vacías, sin nadie. Y de esas cuatro veces, solo me he sentado a descansar una. Es que soy masoquista, jejeje.
No, en serio, es que no me gusta sentarme. Me siento incómodo, y eso que las sillas no están mal. Que se lo digan a los visitantes, que más de uno se ha apoltronado en ella y se ha pasado su media hora whatsappeando. Y no me gusta sentarme porque... para qué, si cuando me he sentado estaba la sala vacía y al momento ha aparecido una pareja y ha ido directamente a por mí, a preguntarme dónde estaban los cuadros de Goya. Entonces, claro, uno se levanta por respeto a contestar y, ya que estás de pie, ya no te sientas.
Y hoy estaba tan aburrido que me ha dado por contar y apuntar... he informado doce veces que no se podían hacer fotografías; el no tocar las esculturas, reconozco que han sido pocas veces, solo cuatro; y no apoyarse en la mesa de la maqueta, alguna más: seis veces.
Estaba tan aburrido que me ha dado tiempo a leerme, sin distraerme de mis obligaciones de vigilar, las cincuenta y una cartelas de las obras de mis salas.
En fin, unos días muuuyyyyy divertidos... dicho con sarcasmo, se entiende.
Pero no todo ha sido cosas aburridas. Hoy he conocido al visitante más joven que he visto en una de mis salas. Era un niño de mes y medio. Lo llevaba su padre en brazos y tenía los ojos como platos, mirando todo... todo lo que su corta edad le permitía. Su madre iba con el carro, vacío, y con la abuela de la criatura. Bueno, me imagino yo que sería su abuela. Y el niño tenía la cara tan rica, que no me he resistido a preguntar la edad del bebé. Lo suyo es que los vigilantes no debemos empezar una conversación, así, sin más, con un visitante... pero el saber la edad del "monstruito", dicho con todo el cariño del mundo, era de vital importancia.
Ya ves, querido Diario, con mes y medio de vida y empapándose de arte. Ahí es nada.
Y como he conocido a una criatura recién nacida, qué mejor que hablar del "nacimiento" del Museo.
Pues empiezo... ante todo tengo que decirte, querido Diario, que el Museo del Prado no es el más grandioso ni el más completo que existe. Pero sí puedo decirte que es el más apasionado, el más lleno de sentido, ya que nació del amor por el arte, del afán coleccionista y del gusto muy particular de los reyes de España desde el siglo XV.
Las obras de arte originarias del Museo fueron la de la Colección Real. El rey Fernando VII dispuso lo necesario para abrir este museo. Es decir, nació bajo el patrocinio del Rey y, lo que es más importante, pagado de su bolsillo.
Pero el principal motor de arranque no fue el rey Fernando VII, sino su segunda mujer, María Isabel de Braganza. Ella fue quien sugirió la idea al rey, y éste la acogió con verdadero entusiasmo.
La verdadera promotora era aficionada a las bellas artes, practicaba la pintura, era académica de honor y consiliaria de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y puso su total empeño en crear este Real Museo de Pinturas, como se llamó al principio. Convirtió el edificio del arquitecto Juan de Villanueva, que estaba destinado a albergar un Gabinete de Ciencias Naturales, en un museo de arte... en el actual Museo Nacional del Prado.
Pero desgraciadamente no lo vio inaugurado. María Isabel de Braganza falleció de parto en Madrid en diciembre de 1818, once meses antes de su apertura, ya que abrió sus puertas el 19 de noviembre de 1819.
El pintor Vicente López Portaña, que era el Primer Pintor de Cámara desde marzo de 1815, realizó un retrato de la reina María Isabel de Braganza en 1816, con toda probabilidad en los meses inmediatos a su boda con Fernando VII.
Este retrato es ovalado, y se ve a la reina con la cabeza ligeramente inclinada, peinada y vestida a la moda imperio, con el cabello rizado ceñido por una diadema.
Si te fijas bien, querido Diario, la reina está vestida con un traje de terciopelo rojo, de talle alto y amplio escote, con encaje en el cuello y en las mangas.
Luce collar de perlas, placa y banda de la orden portuguesa de Cristo y banda de la española María Luisa, además de la insignia ovalada de la orden femenina austriaca de la Cruz y la Estrella de Isabel Teresa de Austria.
Pero éste no es el único retrato de la reina María Isabel de Braganza. Varios años después de su muerte, once para ser exactos, Bernardo López Piquer, hijo y fiel discípulo de Vicente López, se sirvió como modelo del retrato ovalado que de ella había realizado su padre para pintar a María Isabel de Braganza como fundadora del Museo del Prado.
Si te fijas bien, querido Diario, a la derecha de la reina se ven, en la pared, los escudos de las dos familias reales, con corona y toisón de oro. Y bordadas en el respaldo de la silla, las iniciales de la reina, IB.
¡Ah! Tengo que destacar que en este cuadro la reina está representada como la fundadora del Real Museo de Pintura, en dos motivos:
Primero, porque con la mano derecha está señalando el edificio que se ve por la ventana. No es más ni menos que las fachadas norte y oeste del Museo con el mismo aspecto que tenían cuando se inauguró.
Y el segundo motivo es que está señalando con la mano izquierda unos planos del Museo que están extendidos sobre un velador de leones alados. Estos planos son los alzados de las salas con la ubicación de los distintos cuadros.
¿Que cuántos cuadros tenía el Real Museo de Pinturas cuando abrió sus puertas por primera vez? Tenía 311 obras, todas ellas de artistas españoles.
Ahí lo dejo, querido Diario.
(Fotografía de los cuadros Maria Isabel de Braganza - hacia 1816 -, de Vicente López Portaña y María Isabel de Braganza como fundadora del Museo del Prado - 1829 -, de Bernardo López Piquer).
Acabo de descubrir tu blog ( perdona que te tutee) y de verdad.. me ha puesto una sonrisa en la cara bien de mañana.
ResponderEliminarEnhorabuena, tienes uno de los trabajos mas bonitos del mundo (por lo menos para mi).
si te soy sincera, os envidio, siempre que os veo en las salas no puedo evitar preguntarme si disfrutáis de vuestro trabajo, supongo que si, pero estáis tan serios, tan pendientes!!!! que me ha dado apuro dirigirme a uno de vosotros y preguntaros que se siente estando todos los días al lado de los grandes maestros.
se acostumbra uno a contemplar todos los dias las mejores creaciones del ser humano?
Te seguire leyendo, no lo dudes.
un saludo
Hola, Guad-al-ayara. La verdad es que, por lo menos yo, disfruto con mi trabajo. Es cierto que, desgraciadamente, como los veo todos los días, no valoro tanto los cuadros como los puede valorar un visitante. Es lógico, el verlos día a día, se puede llegar a ignorarlos. Pero, eso sí, siempre digo que lo mejor de mi trabajo son los "posters" que tenemos en las paredes de la "oficina".
EliminarAh, no te cortes y pregúntanos, que estamos deseando que alguien nos hable, jejeje.
Gracias por ser una "cotilla" más de mi Diario.
Un saludo.
Me suscribo al blogg. Espero ir encontrándome, de cuando en cuando, en mi correo las fotografías de nuevos cuadros acompañados de tus interesantes comentarios adicionales. La primera vez que visité el Museo del Prado fue en los años 60 acompañado de un amigo que lo conocía y me sirvió de guía personal. Realmente, entonces sí que no había nadie en las salas. Después lo he visitado una o dos veces más, y aquello era un enjambre. Un enjambre en el museo es un desastre. No entiendo nada de pintura, ni de arquitectura, ni de historia, pero me gusta ver un cuadro, y un palacio, y escuchar relatos históricos. Un cuadro me agrada, muchos cuadros me marean. Una sala de un palacio atrae mi atención, un palacio entero me cansa. La explicación de un experto te ayuda a ver la gran cantidad de aspectos que quedan ocultos a tus ojos no iniciados. Un poco cada día, es una buena dosis. Si me permites un consejo, centra tu creatividad en el cuadro, en la sala, en la historia, y deja fuera a los espectadores del enjambre: haznos beneficiarios de una visita guiada en exclusiva. Conviértete en un benéfico ministro de cultura a través de tu diario de vigilante.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, jimenezrequena. Acepto tu consejo, cómo no, pero no lo puedo ni quiero seguir. ¿Por qué? Porque este es un Diario de un vigilante de sala, y mi misión es velar por la seguridad de las obras de arte, ante las manos de los visitantes, de los espectadores del enjambre, como tú los llamas. Les debo todo a ellos. Sin ellos, no tendría el trabajo que tengo. Aparte, yo no soy un guía turístico del Museo. Ni me siento ni me quiero sentir un ministro de cultura a través de mi Diario. Solo doy algunas pinceladas de las obras porque mis conocimientos de artes no son tan grandes como para hacer nada mejor. Y si escribo este Diario es por un motivo que, más adelante, explicaré más detenidamente.
EliminarSiento no poder complacerte en tu consejo.
Un cordial saludo.