lunes, 22 de enero de 2018

Querido Diario, 22 de enero de 2018

Querido Diario:

Hoy, aparte de que un señor ha infringido casi todas las normas del Museo, ha sido una tarde tranquila.

Ya empezó mal, pues entró en la sala que estaba vigilando sacando brillo, con la manga del jersey, a una manzana roja. Apetecible, sí... siempre y cuando no sea dentro del Museo, pues la normativa dice que no se puede comer ni beber excepto en la cafetería.

-Perdone, pero no se puede comer en el Museo.

-¡Ah! ¿No?

-No.

A los dos minutos, te repito, solo dos minutos después, este mismo hombre intentó hacer una fotografía a la maqueta del Museo, con tanto afán que quería sacar toda... y empezó a echarse para atrás hasta que tropezó con la base de una escultura.

-Perdone, pero no se puede hacer fotografías.

-¡Ah! ¿No?

-Pues no.

Pero no hay dos sin tres. Poco tiempo después, solo habrían pasado unos cinco minutillos cuando le veo que empieza a tocar una escultura. Mientras me acerco a él, se marcha a otra escultura y también empieza, ya no a tocarla, sino a manosearla...

-Perdone, pero no se puede tocar las obras de arte.

-¡Ah! ¿No?

-Pues tampoco.

No tardó ni treinta segundos en marcharse de mis salas. Y no le volví a ver.

Bueno, querido Diario, te he dicho que la historia con este señor fue la única historia relevante de este día... pues te he mentido, sin querer.

También me ha sucedido otra cosa inaudita. Y es que estoy vigilando y veo que un niño se sienta en la silla que tenemos los vigilantes para descansar. No le doy importancia porque, cuando no la utilizamos, se permite que los vigilantes la utilicen, normal. El niño sacó un móvil, u otra maquinita parecida, y se puso a jugar. Estábamos tan tranquilos, el niño y yo, él jugando y yo vigilando, cuando me doy cuenta que nos quedamos solos los dos en mis salas. Nadie más.

-Horror, ¿dónde están sus padres?

Me acerco al niño...

-Hola, perdona. ¿Dónde están tus padres?

Y en perfecto español me responde.

-Por el Museo. Me han dicho que luego vienen a recogerme.

-Y, ¿cuántos años tienes?

-Doce años.

-¿Sabes? Una persona menor de catorce años no puede estar solo en el Museo. Debe estar con un adulto.

En ese momento se puso en pie...

-No, no, siéntate. Si te han dicho que vendrán a por ti, espéralos aquí.

Al momento avisé a mis jefes, por lo menos para que estuvieran al tanto de la situación. Y es que "manda narices". Aparte de vigilantes, tenemos que hacer de niñeros. Que, lógicamente, no me importa. Preferí que se quedara ahí sentado que estuviese pululando por el Museo buscando a sus padres él solo. Pero no es nuestra obligación. Es más, es una responsabilidad más, añadida sin comérmelo ni bebérmelo. Y si el niño, en un descuido mío, se levanta, se marcha y se pierde, ¿de quién es la responsabilidad? No sé si sería de los padres, del Museo, mía,... lo que sí sé es que me entrarían los "siete males".

Pues estuvo solo, bueno, conmigo, pero solo, sin sus padres, una hora y cuarto.

Menos mal que vinieron a recogerle cuando yo estaba en mi descanso, porque les habría echado una bronca a los padres, que seguro que me hubiesen denunciado. Pero me hubiese quedado tan tranquilo. Y es que, con todos mis respetos, fue una irresponsabilidad por parte de sus padres. Vale, tenía ya doce años y era "mayorcito", pero era un menor. Y un menor de catorce años, por normativa del Museo, tiene que ir en todo momento con un adulto.

Y hablando de niños, me acuerdo que el 6 de enero te hablé, querido Diario, de un niño pequeño que preguntaba a su padre por qué no había clicks en la maqueta del Museo.

Y de ella te quiero hablar, de la Maqueta.

Empiezo... los hermanos Iriarte, Bernardo y Tomás de Iriarte, declararon que en 1779 sugirieron al Primer Secretario de Estado y del Despacho durante el reinado de Carlos III, don José Moñino y Redondo, primer Conde de Floridablanca, la creación de una Academia de Ciencias y Buenas Letras.

Pero el auténtico inductor de la construcción de un edificio para albergar un Gabinete de Historia Natural y un Laboratorio Químico junto al Real Jardín Botánico del Paseo del Prado fue José Pérez Caballero, que en 1784 planteó al Conde de Floridablanca la necesidad de promover la obra.

¡Ah! Te tengo que decir, querido Diario, que seguro que no lo sabes, que José Pérez Caballero era el Fiscal del Real Protomedicato y Juez Comisionado con funciones de Intendente del Real Jardín Botánico.

Floridablanca aceptó la propuesta y ordenó el proyecto al arquitecto Juan de Villanueva.

El arquitecto, en mayo del siguiente año, 1785, presentó dos proyectos para el Gabinete de Historia Natural, Academia de Ciencias y pórticos cubiertos para el paseo público. Luego el ministro los presentó al rey Carlos III, en presencia de su hijo, el futuro Carlos IV, y se aprobó el menos costoso, el más moderado. Y entre agosto y octubre de ese mismo año empezaron las obras, realizando un primer replanteo.

Pero Floridablanca y Villanueva concibieron un tercer proyecto, con un coste semejante al aprobado inicialmente. La solución que presentó el arquitecto era una mezcla de las dos primeras propuestas, pero sin los pórticos cubiertos para el paseo público. Verdaderamente, este tercer proyecto se parecía más al que no se había aprobado, por costes, que por bonito.

Y en 1787 el arquitecto Villanueva presentó a Carlos III una maqueta del tercer proyecto en madera de limoncillo, boj, caoba, nogal y pino. Mide 3,62 metros de largo, por 0,66 metros de ancho.

Su aspecto es muy parecida al de la obra construida, con pequeñas modificaciones. Por ejemplo, el espacio central que estaba destinado como Sala de juntas, lo que es ahora la Sala de las Musas, era, según la maqueta, de forma rectangular, y luego se convirtió en absidal.

También te tengo que decir, querido Diario, que la parte de atrás, la del lado Este, está completamente modificada, ya que posteriormente se fueron añadiendo estancias nuevas. Lo bueno que tiene la maqueta es que podemos contemplar cómo era la fachada trasera original.

Y, la verdad, querido Diario, para mí es una maqueta impresionante. Merece la pena contemplarla un rato.

¡Ah! Que se me olvidaba... con la guerra contra los franceses nunca se inauguró el Gabinete de Historia Natural. Y como el edificio estaba sin uso, se utilizó para albergar el Real Museo de Pinturas... el actual Museo Nacional del Prado.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía de la Maqueta o modelo del tercer proyecto de Juan de Villanueva para el Gabinete de Historia Natural - 1787 -, de autor anónimo).

9 comentarios:

  1. Muy interesante .. que me gusta a mí cotillear..!!! Besos .

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    1. Muchas gracias, Yolanda, por leer mi Diario y por este comentario. Un beso, con permiso... cotilla.

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    2. Gracias a ti por escribir y compartir ..besos

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  2. Meecedes Ballesteros25 de enero de 2018, 5:26

    Gracias Juan.

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  3. Me acabo de incorporar a tu blog, y Me encanta,muchas gracias.

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  4. Manuel Moreno-Isla es un personaje secundario en Fortunata y Jacinta. Representa al extranjero en su propio país. Reniega de España, vive en Londres y siempre que regresa a España le entra la depresión y el resquemor. Pretende a Jacinta de tal manera que en la tercera parte emprende un viaje a Biarritz con los Santa Cruz para aproximarse a Jacinta, que empieza a desengañarse de su marido, el galán delfín Juanito, aunque Jacinta no hace mucho caso a Moreno Isla. Con la misantropía y el desdén que muestra a su patria, Moreno-Isla afirma poco antes de morir: «En España sólo hay tres cosas buenas, la Guardia Civil, las uvas de Albillo y el Museo del Prado».

    Ángel Aguado

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