martes, 31 de octubre de 2017

Querido Diario, 31 de octubre de 2017

Querido Diario:

¿A que no sabes qué sala he vigilado hoy? Pues claro, si anteayer estuve en las salas de la primera época de Velázquez y ayer me tocó las de la última época, hoy tenía que ser la de la época del medio... la sala 12, la de Las Meninas. Si ya te lo dije yo ayer.

Ah, querido Diario, no puedo contenerme más... sé que me repito, pero te lo tengo que contar. Hoy en la sala estábamos dos vigilantes: una compañera, que era la vigilante titular de la sala y un servidor, que era lo que nosotros llamamos "refuerzo". Pues en un momento que se ha llenado la sala, los dos nos hemos puesto a vigilar Las Meninas, cada uno en un lado del cuadro, cuando un trío de chavalillas, de unos 15 o 16 años, se han puesto a hacerse un selfie. Una tenía la cámara y se estaba resguardando detrás de sus otras dos amigas para que mi compañera no les viese. Estira el brazo para hacerse la foto... y yo a dos metros de ellas, mirándolas.

-No se puede hacer fotos, por favor.

Ni te imaginas de cuántos colores se han puesto las tres... y yo conteniéndome la risa porque, ya les vale, tenían que ver que éramos dos los vigilantes. Y rápidamente se han marchado, en vez de seguir contemplando el cuadro.

Y hablando del cuadro, me acuerdo que hace unos años me presenté a unas oposiciones para Encargado Administrativo, en la especialidad Gráfica y Señalización. Lógicamente, suspendí, pero me acuerdo perfectamente de una pregunta del examen, y que su respuesta correcta nunca se me olvidará ya. La pregunta, más o menos, era así...

"En el cuadro de Las Meninas, ¿qué dos escenas mitológicas representan las obras dispuestas en la pared del fondo?

-¿¿¿Mandé??? -me dije yo solo conmigo mismo.

-Sí, recuerdo que hay dos cuadros al fondo, encima de la cabeza de Velázquez y de la puerta. Pero, ¿no son dos manchas negras rectangulares, así, sin más? Conque representan dos escenas mitológicas... ¡¡¡Anda ya!!!

Ya ves, querido Diario. Con esa pregunta me di cuenta que no iba a aprobar esa oposición porque me veía que no estaba preparado.

Pues esas "dos manchas negras rectangulares" son dos obras identificadas como copias realizadas por el pintor Juan Bautista Martínez del Mazo de los cuadros titulados "Minerva y Aracne", de Pedro Pablo Rubens y "Apolo, vencedor de Pan", de Jacob Jordaens.

Y como soy una bellísima persona, ya me conoces, querido Diario, te he buscado estas dos obras de Martínez del Mazo, pero solo he encontrado una, la de "Apolo, vencedor de Pan". Eso, sí, también he encontrado la otra obra, la de "Minerva y Aracne", pero la original, la de Pedro Pablo Rubens.

Te las he puesto encima de la fotografía de Las Meninas, colocadas según las pintó Velázquez. A la izquierda "Minerva y Aracne", que en Las Meninas está encima de la cabeza de Velázquez, y a la derecha "Apolo, vencedor de Pan", que en Las Meninas está encima de la puerta abierta.

¿A que no lo sabías, querido Diario? Pues el día del examen de la oposición, yo tampoco.

Ahí lo dejo, querido Diario.

lunes, 30 de octubre de 2017

Querido Diario, 30 de octubre de 2017

Querido Diario:

Nada, que no salgo de las salas de Velázquez. Si ayer me tocaron las salas de la primera época del pintor, hoy estoy vigilando las de la última época. Puede que mañana me toque la sala 12, la de Las Meninas, para cerrar el círculo velazquiano.

Bueno, pues una de las salas que he vigilado hoy está dedicada a "enanos y bufones". De los nueve cuadros que hay, ocho son de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, y solo uno es de otro pintor, Juan Carreño de Miranda. Y es que, tras la muerte de Velázquez, Carreño se reveló como su más legítimo continuador en la representación de los bufones y enanos que pululaban por la corte española.

Justamente el cuadro más visitado y comentado de esta sala no es ninguno de Velázquez, sino que es el de Carreño. Se titula "Eugenia Martínez Vallejo, vestida". Está "vestida" porque el Museo del Prado tiene otro cuadro de este personaje, pero desnuda, que actualmente está en los depósitos del Museo.

Eugenia Martínez Vallejo nació en Bárcenas, del arzobispado de Burgos. En 1680 fue llevada a la corte para ser admirada como "prodigio de la naturaleza". Tenía solo seis años y pesaba cerca de setenta kilos. Según cuentan las crónicas de la época, sólo asistía a algunas fiestas de palacio a fin de que fuera contemplada, pues no formaba parte del servicio de la corte.

El rey Carlos II la hizo vestir decentemente al uso de palacio, con un rico vestido de brocado encarnado y blanco con botonadura de plata, y mandó a Juan Carreño, su pintor y ayuda de cámara, que la retratase de dos maneras: una desnuda y otra vestida de gala.

Para mostrar a Eugenia desnuda, Carreño recurrió a un procedimiento algo raro en la pintura española, que era el retrato mitológico. Situó a la niña ante un fondo neutro, la hizo apoyarse sobre una mesa en la que había racimos de uvas y, coronándola de hojas de viña y racimos, le hizo sostener otros con la mano izquierda, velando su sexo con las hojas de parra.

Disfrazada del dios Baco, la niña Eugenia perdió mucho de su raro aspecto y tiempo después pudo ser confundida como una representación más de Baco niño.

Curiosamente, en 1945, el doctor Gregorio Marañón, después de estudiar la obra, hizo notar que esta niña representaba el primer caso conocido de síndrome hipercortical, señalando además que, por la decisión con la que empuñaba la fruta en el retrato en el que aparece vestida, debió ser zurda.

Llamativa la historia, ¿verdad, querido Diario?

Bueno, cambiando de tema, sobre el "capítulo" de anécdotas del Museo, lo que te quiero contar hoy no es una como tal, sino una reflexión... No entiendo como hay personas que van a visitar un museo, en este caso el de El Prado, con las gafas de sol puestas. Y es que ayer contabilicé a cuatro personas, y una de ellas era un guía turístico. Quiero pensar que tenían problemas visuales y les afectaba la luz, pero, claro, ir a un museo a ver cuadros con gafas que distorsionan el color, pues no lo entiendo y se me escapa de mis pobres entendederas.

Ahí lo dejo por hoy, querido Diario.

(Fotografía de los cuadros “Eugenia Martínez Vallejo, vestida" y "Eugenia Martínez Vallejo, desnuda" -hacia 1680-, de Juan Carreño de Miranda).

domingo, 29 de octubre de 2017

Querido Diario, 29 de octubre de 2017

Querido Diario:

Siempre he dicho que lo mejor de este trabajo de vigilante de sala del Museo del Prado son los "posters" que tenemos en las paredes de la "oficina".

Pero otra de las mejores cosas buenas que tiene el Museo, además de los vigilantes, estaría bueno, es el Gabinete Médico, que está operativo mientras están las puertas del Museo abiertas para el público.

Te cuento lo que ha pasado hoy... hoy me ha tocado vigilar unas salas que están junto a la sala 12, la de Las Meninas. Y desde las 10:45 hasta las 11:15, durante esa media hora, la sala 12 se llena por completo de visitantes. Pues era las 11:05 cuando una oriental, creo que era coreana, ha perdido el conocimiento y se ha caído al suelo. Los visitantes que estaban a su lado se han puesto a buscar a la vigilante de la sala, pero como estaba tan abarrotada de gente, han decidido avisar al vigilante "vecino", o sea, a mí.

Y al momento, al ver a la oriental en el suelo, he tenido que actuar lo más rápidamente posible.

-Gabinete médico, ¿me recibe?

-Te recibo.

-¿Pueden venir urgentemente a la sala 12? Hay una visitante que ha perdido el conocimiento y está tendida en el suelo. Respira.

-Vamos.

Ole, ole, ole... en menos de un minuto han aparecido mis tres jefes que estaban de servicio hoy, por si necesitaban desalojar a los demás visitantes. Y el médico y la enfermera han aparecido al minuto siguiente, con una silla de ruedas, por si era necesario trasladar a la paciente.

Sinceramente no sé muy bien qué ha pasado. Creo que ha sido una bajada de tensión y que la paciente se ha repuesto al momento.

De verdad, querido Diario, me quito el sombrero ante el personal del Museo ante estos casos, sobre todo ante el Gabinete médico, que actúan con una celeridad increíble.

Pero, bueno, son sustos que pasan de vez en cuando, por suerte, de muy tarde en tarde. Por eso tenemos que estar preparados para actuar ante cualquier imprevisto.

Y, cambiando de tema a otro más alegre, como te he dicho, querido Diario, hoy me ha tocado vigilar unas salas al lado de la de Las Meninas. Y, como no, mis salas también tenían otros cuadros de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez.

Y un cuadro que siempre me ha llamado la atención es la "Adoración de los Reyes Magos", de este pintor, ya que Velázquez tiene muy pocos cuadros de temática religiosa, pero éste tiene algo más. Y es que además de ser una escena religiosa, es un homenaje  a su recién formada familia.

Me explico... Se casó en 1618, con 19 años, y al año siguiente pintó este cuadro, haciendo un cuadro "de familia", retratándolos a todos.

La Virgen María es su esposa Juana Pacheco. El Niño Jesús no es tan "niño", sino que es una niña, su hija Francisca, que había nacido hacía poco. El rey mago Melchor, el que tiene barba blanca y pelo oscuro, es su suegro Francisco Pacheco. Y el rey Gaspar, el que no tiene barba y está situado en primer plano, es el propio Velázquez que se autorretrató.

No sé dónde, pero creo haber leído u oído que el rey Baltasar era un sirviente de la familia, pero ésto no lo puedo asegurar. Lo he estado buscando, pero no he encontrado este dato. Seguro que aparecerá cuando menos me lo espere.

Ah, si no te importa, querido Diario, como estoy convencido que hay algún que otro "cotilla" que lee este tuyo y mío diario, le pediremos que, si encuentran el dato del rey Baltasar, que nos lo diga. ¿Te parece bien? Gracias. Ya sabía que me ibas a decir que sí.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía del cuadro “Adoración de los Reyes Magos" -1619-, de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez).

sábado, 28 de octubre de 2017

Querido Diario, 28 de octubre de 2017

Querido Diario:

Lo siento, pero todavía me cuesta entenderlo cuando me lo preguntan.

-¿Güaifai?

-¿Ehhh? ¡Ah! Ya le entiendo...

Sé que la diéresis de la "u" delante de la "a" no se pone, pero lo escribo así para que lo entiendas.

Es que yo, desde mi humilde ignorancia lingüística, wifi, en español, lo pronuncio como se lee "güifi", y no "güaifai". Que me lo diga un extranjero, tiene un pase y lo puedo entender, pero que me lo diga un español, pues eso ya se me escapa de mi pobres entendederas y no lo acepto. ¿Por qué usar tantos anglicismo y, sobre todo, leerlos como tales?

Pero, bueno, querido Diario, los vigilantes estamos acostumbrados a que nos pregunten cosas extrañas. Mejor dicho... cosas muuuuy extrañas.

-Where are the "maya"? (¿Dónde está la "maya"?).

-La Maya suele estar en un país multicolor, ya que nació bajo el sol, y que fue famosa en el lugar por su alegría y su bondad -Claro, esto no lo dices, aunque nos mordemos la lengua para no soltarlo. Deduces que están preguntado por las "majas" de Goya.

-En esa galería, a la izquierda. Y al final de la galería, a la derecha.

Es que he decidido, como mi inglés es de un mal bachillerato, que no voy a utilizar verbos. De todas formas, me medio entienden, que es lo importante. Y si además dices:

-My english is very bad (Mi inglés en muy malo). -Ellos lo aceptan, te valoran el esfuerzo e incluso te piden disculpas por no saber español... todo en su perfecto inglés, que capto lo justo para entenderlo.

Recuerdo que un día, un oriental me preguntó por "Manija".

¿Manija... manija...? Y yo pensando si en la pintura de paisajes del siglo XIX había un cuadro de la ciudad de Manila... hasta que el oriental me repitió la pregunta:

-¿Manina?

-Ah, "Las Meninas"... En esa galería, entre las columnas, a la izquierda.

Y es que tenemos que saber todos los idiomas del mundo mundial, ya que "maya" es la "maja" de Goya; "Manija" es "Las Meninas" de Velázquez; "Güegüan" es Rembrandt; "Güeben" es Rubens; las "pinturas oscuras" son las "pinturas negras" de Goya;...

Pero la pregunta de hoy, querido Diario, ha rebasado todos los límites. Hoy me ha tocado vigilar, entre otras, la sala donde hay cuadros de Joachim Beuckelaer, que fue un pintor flamenco de temas religiosos, escenas profanas y naturalezas muertas.

Pues unos visitantes estaban mirando un cuadro de Beuckelaer que se titula "Cristo en casa de Marta y María", cuando me han preguntado:

-Perdone, ¿me puede decir dónde están Cristo, Marta y María?

Es que este pintor combina temas de episodios religiosos con escenas de cocina... y así le salen los cuadros. Y es que la pregunta "tiene su miga".

La escena del Evangelio que da título al cuadro se representa al fondo, donde se ve a Jesús sentado en un sillón mientras invita a Marta a buscar la Salvación. Y aunque esa es la escena principal, Beuckelaer la colocó en un lugar muy muy muy secundario, ya que decidió dar la importancia visual a un asunto menos importante en la historia.

Si te fijas bien, querido Diario, en el primer término aparecen dos mujeres, una de ellas joven y la otra más mayor, junto a una mesa en la que se ve una auténtica acumulación de comida y recipientes. Esto, según los críticos de arte, hace que en la composición haya una tensión entre el género religioso y el bodegón.

Ya ves, querido Diario, al fondo del todo, delante de una puerta abierta, están Cristo, Marta y María. Ah, eso sí, en el centro del cuadro.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía del cuadro “Cristo en casa de Marta y María" -1568-, de Joachim Beuckelaer).

viernes, 27 de octubre de 2017

Querido Diario, 27 de octubre de 2017

Querido Diario:

Hoy he librado y por tanto no tengo "batallitas" que contarte. Por eso voy a aprovechar recordar un texto que te escribí en el otro "cuaderno",el de Facebook, en el que te comentaba cuál es mi sala preferida para vigilar, el por qué, y porqué la Dirección del Museo de Prado no permite hacer fotografías.

Y es que la sala que más me gusta para vigilar el la 12, donde están "Las Meninas", de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez. A casi ningún compañero le gusta, pues se junta una gran aglomeración de gente, pero a mí ese punto no me importa. Es más, me tensa y así se me pasa el tiempo más rápido.

Para entenderme, querido Diario, tienes que saber cuáles son las funciones del vigilante de sala. Éstas son cuidar que no les pase nada a las obras expuestas e informar a los visitantes de las dudas que tengan y de la normativa del Museo. Es que, claro, tienen ciertas prohibiciones que no saben, o que verdaderamente no quieren saber, como por ejemplo la prohibición de hacer fotografías, comer en las salas,...

Bueno, por partes, me gusta esta sala porque mi prioridad es que no les pase nada a las obras. Y lo que les puede dañar es que la gente las toque. Y por suerte, las catenarias están muy separadas de los cuadros. Por tanto, este tema está medio solucionado solo y por tanto es fácil de vigilar. Bueno, hay gente "pá to" y se salta las catenarias para leer las cartelas, pero es muy poca gente y se controla con un vistazo, porque se nota cuando lo van a hacer.

Ah, ¿que qué son las catenarias y las cartelas? Pues las catenarias son las cuerdas que separan a los cuadros de los visitantes. Y las cartelas son los carteles donde está la información de las obras.

Otro tema es la prohibición de hacer fotografías, que es el motivo principal por el que a mis compañeros no les gusta esta sala. Lógicamente, la prioridad de la gente es hacer la foto al cuadro, en vez de estar entusiasmados contemplándolo. Y nosotros tenemos que informarles que no se pueden hacer fotos. Muchos de mis compañeros están en alta tensión y saltan "a degüello" hacia el fotógrafo en cuestión. Yo no, bueno, voy hacia ellos y les informo del tema, pero no me obsesiono, ya que una fotografía no hace daño al cuadro.

Pero el problema surge cuando "salta el flash".

-Oh, es que no me he dado cuenta que tenía el flash.

-No señor, el problema es que usted ha hecho una fotografía sabiendo que está prohibido porque se lo he gritado hace 10 segundos a otro fotógrafo.

Ah, querido Diario, una cosa curiosa que he comprobado es que en la profesión de fotógrafo está implícito el estar sordo. Cuando digo en voz alta que no se pueden hacer fotografías, todas las personas de la sala se giran hacia mí... menos el fotógrafo que sigue haciendo una, dos, tres... fotografías hasta que le pongo la mano delante del objetivo.

-Ah, no lo sabía.

-Tampoco sabes que tienes que lavarte los oídos antes de salir de casa- bueno, eso lo pienso pero no lo digo, que si se me escapa ya tengo una reclamación.

Pero, si una foto no hace daño al cuadro, ¿porqué está prohibido hacerlas en el museo?, te preguntarás, querido Diario. Pues es muy sencillo: porque aunque la gente cree que domina la máquina, siempre salta el flash cuando menos te lo esperas. ¡¡¡Es que las cámaras de fotos son muy puñeteras y cuando están aburridas conectan el flash ellas solas, pá tocar las narices un poco!!!

Hace un par de domingos me tocó vigilar esta sala 12 y, aun estando prohibido hacer fotos, saltaron tres flashazos en todo el día. Va, son solo tres. Ya, pero aunque sea solo uno, la pintura sufre.

Y, claro, el flash sí que daña, y mucho, a la pintura. Por esa gente que hace las fotos con flash, la dirección del Museo prohíbe todas las fotos. Como dice el refrán, "muerto el perro, se acabaron las pulgas". Pues, eso.

Otro motivo por el cual la Dirección del Museo prohíbe hacer fotografías es la acumulación de cámaras que se verían, en vez del cuadro. Si ya es molesto ver un cuadro con cien cabezas por delante de ti, verlo con cien cabezas con sus cien cámaras, pues es para marcharte y no volver. Es más, aun estando prohibido hacer fotografías, he visto a un fotógrafo apartando a otro visitante para poder hacer la foto al cuadro entero sin obstáculos. Manda narices la cosa.

-Perdone, pero no se puede hacer fotografías en el Museo.

-Es que es un selfie.

-Ya, pero un selfie es una auto-foto, por tanto, es una foto y están prohibidas.

-Pero es con el móvil.

-Ya, pero a lo que hace el móvil se le llama foto.

-Pero es sin flash.

-Ya, pero sigue siendo una foto y el museo prohíbe que se hagan fotos.

-Pero es solo al cartel.

-Ya, pero no foto es no foto.

Pero es a la arquitectura del edificio.

-¿Qué parte de la frase “No se puede hacer fotos” no ha entendido?

Ya me río por no llorar, pero cuando ves a una persona con una cámara con un objetivo más grande que mi brazo, colgada en bandolera en los riñones y ves que tiene el móvil junto al estómago haciendo la foto y le informas que no se pueden hacer fotos, TODOS, repito, TODOS dicen:

-Ah, es que no lo sabía.

Venga, hombre, si vas a un museo con ese camarón, haces las fotos con esa cámara, no con el móvil y a escondidas, que se nota a 50 metros, que estamos acostumbrados a adivinar el pensamiento de la gente simplemente con ver cómo se colocan.

Ah, lo más gracioso de estar en esta sala es que a última hora, cuando la entrada es gratuita, la gente está más pendiente de mí que del cuadro. Y es que en esos momentos es cuando me pongo a jugar con ellos. Tú les informas que no se pueden hacer fotos, pero ellos están obcecados en no marcharse sin la foto. Lógicamente, cuando se lo dices ya sabes que te la van a intentar sacar. Y, por normativa no escrita, sigues vigilándole a él y casi solo a él. Cuando ves que la quiere hacer otra vez, le paras antes de que la haga y es en ese momento cuando me pongo a jugar:

-Me van a hacer 28 fotos por otros lados, pero te prometo que tú no me la haces- lo piensas, lógico, no lo dices, pero me pongo a su lado todo el tiempo, vigilando a los demás, pero a su lado, hasta que se sale de la sala... y me quedo tranquilo, sabiendo que me están haciendo otras fotos, porque lo estoy viendo, pero él se ha ido sin hacerla. Es que si no "juegas" de vez en cuando, te aburres en este trabajo.

Bueno, querido Diario, ahí lo dejo.

(Fotografía del cuadro “Las meninas” -1656-, de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez).

jueves, 26 de octubre de 2017

Querido Diario, 26 de octubre de 2017

Querido Diario:

Hoy parecía que también iba a ser una jornada demasiado tranquila, pero no. Ha sido, como se suele decir, normalita. Te cuento...

Me ha tocado vigilar la sala 39. Para los que no conocen el Museo, ésta es una sala que está en medio de la nada y que tiene cuadros de la pintura francesa. Suele ser una de las salas preferidas por los vigilantes de sala para descansar después de una jornada anterior ajetreada. Y la verdad, al principio pensaba que iba a ser otro día tedioso, porque los primeros visitantes han entrado una hora y diez minutos después de la apertura del Museo. Pero, claro, hay que estar pendientes desde el primer minuto, pues te pueden llegar a los treinta segundos de la apertura. Bueno, la verdad sea dicha, para ser realistas, desde la entrada del museo a la sala 39, yendo directamente y sin detenerse en ningún cuadro, se tarda dos minutos... lo tengo cronometrado.

En fin, hay días que te tocan salas con más movimiento, que yo lo prefiero, y otros días, salas más tranquilas. Esa es la lotería de los "correturnos", es decir, los que cambiamos de sala cada día. El mes que viene ya me tocará en unas únicas salas.

La anécdota de hoy ha sido que un visitante me ha sacado un Ipad tamaño Din A4, o sea, tamaño folio y ha empezado a hacer una foto.

-Perdone, pero no se puede hacer fotos en el museo.

-¿Ah? ¿No se puede? Disculpe.

¡¡¡Venga ya!!! Le disculpo, cómo no, pero no me creo que no lo sepa. Desde la entrada hasta la sala 39 ha debido pasar por, mínimo, tres vigilantes. Y seguro que antes de llagar a mi sala ha visto otros cuadros más atrayentes que los que había aquí, para detenerse a hacer fotos y seguro que se lo habrán dicho. Pero, bueno, hay gente para todo.

Pero lo más curioso de esta sala te lo dejo para el final, querido Diario. Y es que, aparte de vigilar la sala, tenemos que vigilar una estancia que pasa desapercibida, pero que es muy curiosa. Y digo que pasa desapercibida porque parece una sala de paso, la continuación de un pasillo. Pero, no. Esa sala no es más ni menos que el Retrete Real. Sí, como lo oyes... el Retrete Real.

Creo, querido Diario, que esto se merece una buena explicación. Y es que la sala 39, cuando se creó el Museo, no era una sala expositiva, sino que era un espacio privado y se utilizaba como Gabinete de Descanso de sus Majestades. Es decir, que cuando el rey Fernando VII visitaba el Museo, esa estancia estaba preparada para su descanso. Pero, claro, el Monarca, como ser humano que era, también tenía necesidades fisiológicas que atender. Por eso, al lado del Gabinete de Descanso estaba el Retrete Real.

Y el Retrete Real es una sala pequeña, de 2,15 x 2,75 metros, pero muy bien decorada, con pinturas murales en las tres paredes, porque la cuarta es un balcón, y en la bóveda, hechas en estilo Neoclásico por el pintor Francisco Martínez.

Pero, querido Diario,  el Retrete Real tiene un pero... y es que no tiene el inodoro real. Yo pensaba que, si todavía existiese, podría estar en el Museo del retrete. Y he descubierto dos cosas:

La primera cosa que he descubierto es que en España no existe ningún Museo del Retrete. Parece que hay dos en el mundo, uno en la ciudad de Suwon, en Corea del Sur, y otro en Nueva Delhi, en la India. Eso, sí, España no puede quedarse atrás en temas escatológicos y tenemos un Museo del Orinal en Ciudad Rodrigo, Salamanca.

Y la otra cosa que he descubierto es que el "Mueble de aseo" o retrete de Fernando VII, existe, y que lo conserva el Museo del Prado, y que se puede visitar porque está en depósito en el Museo del Romanticismo.

Ah, aunque están guardados, el Museo del Prado también conserva otros elementos originales del Retrete Real de Fernando VII... un orinal de porcelana blanca y un "bourdalou", es decir, un orinal oblongo, alargado, también de porcelana blanca.

Bueno, con estos temas tan "romanticos" te dejo, querido Diario.

(Fotografías de la "Decoración de la sala del Retrete Real de Fernando VII" y del "Mueble de aseo o retrete de Fernando VII").

miércoles, 25 de octubre de 2017

Querido Diario, 25 de octubre de 2017


Querido Diario:

Hoy ha sido un día muyyyy interesaaaannnnte. Lástima que por escrito no siempre se aprecie el sarcasmo. Hoy ha sido un rollo de día. Aburridísimo.

Me ha tocado vigilar el claustro de Jerónimos. Como su propio nombre indica, este claustro formaba parte del Monasterio de San Jerónimo. Este claustro fue diseñado por el arquitecto agustino Fray Lorenzo de San Nicolás, y su construcción se inició en 1672, terminándose diez años más tarde. Se realizó en granito madrileño, pero ya solo se conservan las fachadas interiores.

Cuando en el año 2000, el Ministerio de Cultura encargó al arquitecto Rafael Moneo la construcción de la ampliación del Museo del Prado, los casi tres mil bloques de piedra del claustro fueron desmantelados, restaurados y, posteriormente, montados de nuevo en su sitio. Ahí es nada.

A día de hoy, en el claustro hay siete esculturas de bulto redondo, es decir, la escultura representada en tres dimensiones. O sea, las esculturas de toda la vida. Y también alberga dos relieves en mármol.

La vigilancia de esta sala parece tranquila pero interesante a primera vista... pero hoy, no. Hoy el claustro ha permanecido cerrado porque están preparando una exposición temporal nueva. Por tanto, no se podía recibir visitas.

Entonces mi trabajo ha consistido en vigilar, cómo no, que para eso me pagan, a los operarios que preparaban la exposición, para que no dañaran ninguna escultura. Es cierto que son muy muy muy buenos profesionales y nunca ha habido ningún problema con ellos... pero, hay que estar ahí. Y mi otra misión ha consistido en frenar a los visitantes que subían por el ascensor, ya que no se podía bloquear.

Y ahí me tenías, querido Diario, plantado delante de los ascensores, esperando a los visitantes despistados y echando un ojo a los operarios. En fin, un día laaaarrrrgo, laaaarrrrgo, laaaarrrrgo.

Pero, no todo ha sido malo. Para estirar las piernas, y para observar... venga, vale, para vigilar a los operarios, de vez en cuando daba una vuelta por el claustro. Y me ha llamado la atención una escultura en particular. Era la de "La emperatriz Isabel", hecha por el escultor italiano Leone Leoni, entre los años 1550 y 1555. Es de tamaño natural. Si bien recuerdo mide 1,70 metros de altura, que restando los 10 centímetros de la base, podría ser perfectamente la altura real de la Emperatriz.

Bueno, bueno, bueno. ¡¡¡Espectacular!!! Simplemente para verla, merece la pena ir al Museo del Prado.

La emperatriz Isabel de Portugal fue la mujer, y única mujer, del rey Carlos I, que, según dice la historia, sintió por ella un profundo y verdadero amor. El problema, sobre todo para el Rey, fue que Isabel falleció con solo 36 años, en 1539.

Pero, bueno, querido Diario, la vida sigue... Once años después de fallecer, en 1550, para poder recrear la cara de la Emperatriz, Leone Leoni recurrió al retrato que le había realizado Vecellio di Gregorio Tiziano. Y, la verdad, lo copió muy bien, con el cabello recogido en una doble trenza y un traje de amplias mangas, con sobrefalda abierta por delante.

Lo que más me ha llamado la atención, aparte del minucioso trabajo de los "dibujos" del vestido, ha sido el propio vestido, sobre todo las mangas. O tenía un vestido encima de otro, o el forro de las magas era ajustado a las muñecas y luego se ampliaba hacia las mangas exteriores.

Ah, esta escultura tiene una "hermana gemela", bueno, una "sobrina gemela", pues está hecha en mármol por el hijo de Leone, Pompeo Leoni. Esta escultura de mármol también está en el claustro del Museo del Prado.

En fin, que me ha encantado la escultura de bronce de la emperatriz Isabel de Portugal.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía de la escultura "La emperatriz Isabel" - 1550-1555 -, de Leone Leoni y del cuadro “La emperatriz Isabel de Portugal” -1548-, de Vecellio di Gregorio Tiziano).

martes, 24 de octubre de 2017

Querido Diario, 24 de octubre de 2017

Querido Diario:

Hoy me ha tocado vigilar, entre otras, la sala de Alonso Cano. A esa sala y a la de al lado las llamo las "salas de la teta al aire"... con todo el cariño y respeto del mundo.

Te cuento... hace poco tiempo me tocó vigilar todo el mes esas salas. Al principio estás contento con las salas que te han asignado, pero cuando llevas veinte días en las mismas salas, pues ya estás buscando una argolla para ahorcarte.

Pero, bueno, a lo que iba, que me pierdo con nada... hace poco tiempo me tocó vigilar todo el mes esas salas y, no sé por qué, en ocho ocasiones, ocho, unas madres se pusieron a amamantar a sus hijos en mis salas. Anda, que no he estado en otras salas, pues estas son las que están batiendo el récord de amamantar.

Sé que este tema es muy delicado, y te lo quiero contar, querido Diario, con todo el cariño que se le debe dar.

Es cierto que en el Museo está prohibido comer y beber en las salas, pero, cuando es a un bebé, ¿qué se debe hacer? ¿Se les deja? ¿Se les prohíbe? ¿Se les dice algo? Pues la dirección del Museo lo tiene muy claro... hay que ignorarles y dejarles tranquilos. Es cierto que existe una sala expresa para este tema. Yo nunca he estado, pero me consta que está bien. Pero, claro, si estás visitando el Museo y el bebé empieza a berrear porque tiene hambre, lo lógico es darle de comer en el primer sitio que encuentres. No te vas a recorrer todo el Museo, con el bebé llorando a todo trapo, hasta llegar a la sala de lactancia.

Pero lo curioso es que en un solo mes dieron de amamantar en mis salas ocho veces. Debe ser porque les inspira un cuadro de Alonso Cano que está en estas salas. Se titula "San Bernardo y la Virgen".

Pero, ¿qué tiene que ver la Virgen y San Bernardo con este tema de amamantar?, seguro que te preguntarás, querido Diario. Pues es que este cuadro representa lo que se llama la "Lactatio Bernardi" o "Lactación de San Bernardo". Esto fue un hecho histórico que le pasó a San Bernardo de Claraval. Sucedió, más o menos, así: Era un humilde monje y su superior le dijo que en la misa dominical tendría que predicar. Temiendo defraudar, se pasó toda la noche rezando ante una imagen de la Virgen María y, lógicamente, se quedó dormido. Y soñó que la Virgen le daba de amamantar y que le dijo que con su leche le otorgaba el don de la elocuencia y que le iba a dar fuerzas para dar gloria a Dios.

¿Que cómo fue el sueño? ¿Se le apareció la Virgen de carne y hueso o la leche salió de la imagen de piedra, como se representa en este cuadro de Alonso Cano? Pues, eso ya no te lo puedo decir, querido Diario. Cada uno que piense lo que quiera. Yo lo tengo claro, pero eso me lo guardo para mí.

Curioso, ¿verdad? Como digo siempre, "no te acostarás sin saber una cosa más".

Y ahora, querido Diario, quiero que te fijes en el cardenal que está en la parte inferior del cuadro. ¿Quién es? He buscado y rebuscado en libros y por internet, y no dicen nada sobre este personaje. Es más, le ignoran. Pobrecillo. Pero yo soy cabezón, como bien sabes, y me gusta investigar, o por lo menos deducir cosas.

Sobre este tema yo he llegado a una conclusión... te cuento: Este cuadro fue pintado para el retablo del templo del Convento de Capuchinos de Toledo, que fue mandado construir por el cardenal y arzobispo de Toledo Baltasar de Moscoso y Sandoval. Se sabe que el cuadro se pintó entre los años 1657 y 1660. Y Moscoso y Sandoval fue arzobispo de Toledo entre 1646 y 1665, pues... blanco y en botella, ¿qué es?

Resumiendo, he decidido yo solo conmigo mismo, y ahora contigo, querido Diario, que el cardenal que está observando este milagro del la "Lactatio Bernardi", pintado por Alonso Cano, es el arzobispo Baltasar de Moscoso y Sandoval.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía del cuadro "San Bernardo y la Virgen" - 1657-1660 -, de Alonso Cano).

lunes, 23 de octubre de 2017

Querido Diario, 23 de octubre de 2017

Querido Diario:

Hoy no he empezado bien la jornada laboral. Nada más empezar, ha aparecido en mi sala un padre con una niña "a hombros". Y cuando le he dicho que no podía llevar así a la niña, me ha perdonado la vida por momentos.

La verdad es que no entiendo por qué la gente se mosquea cuando un vigilante de sala les dice que no están cumpliendo bien las normas del museo. Se creerán que nos las inventamos al momento. Se creerán que disfrutamos "regañando" al personal. Pues no, querido Diario.

Nuestra misión principal es garantizar la seguridad de las obras de arte expuestas. Eso lo tengo muy claro. Y nuestra misión es, sobre todo, prevenir. Y si vemos que alguien, por su actitud, puede dañar alguna obra, se lo tendremos que decir. Y el llevar a un niño a hombros es peligroso. ¿Por qué? Te preguntarás, querido Diario. Pues porque un niño dentro del museo tiene que estas siempre bajo el control de un adulto. Y estando en los hombros, no se puede controlar las manos del niño. Imagínate que el adulto que lleva al niño así se quiere acercar un poco al cuadro, para verlo mejor. Pues puede que el niño se sienta inseguro ante esa inclinación y su reacción inmediata sería poner las manos delante, para no caerse. Eso sería la reacción normal del niño, cosa lógica. Pues entonces pondría la mano en todo el cuadro, pudiéndolo dañar. Entonces, ¿de quién sería la culpa si se daña un cuadro? ¿Del niño, del padre? No, sería ante todo del vigilante de sala que no ha cumplido bien su misión, al no prever que eso podía suceder.

Pues eso de no poder llevar a un niño a hombros no lo entiende la gente. Es más, muchos compañeros tampoco lo entienden, cosa que me preocupa más.

Y la cosa tiene muchas soluciones: si es un niño pequeño, el museo tiene sillas de paseo para prestar sin ningún problema. Y si el niño es algo mayorcito, como en el caso de hoy, que la niña tendría siete u ocho años, lo que tenemos que hacer es animar al adulto a que descansen en los bancos que tiene el museo repartidos por las salas, e incluso podemos ofrecer nuestras sillas para que descanse el niño mientras el adulto ve la sala.

Que esa es otra, querido Diario. Tenemos unas sillas para poder descansar nosotros cuando hay poca gente o cuando estemos realmente muy cansados. La verdad es que yo casi nunca me siento. Como mucho, treinta segundos... porque es la ley de Murphy. Estás súper cansado, todo está en orden, no hay casi gente, nadie te pregunta nada,... decides sentarte y, matemático, a los treinta segundos alguien te pregunta y, lógicamente te pones de pie para responder. Y ya que estás de pie, ya no te vuelves a sentar. O decides sentarte y a los treinta segundos ves al "fotógrafo" de turno. Te levantas para informarle que no se puede hacer fotografías en el museo, y ya que estás de pie, ya no te vuelves a sentar.  O decides sentarte y a los treinta segundos alguien se pone a leer la cartela que está a tu lado, te sientes pequeño, y te levantas.

Hay gente que te pide con educación poder sentarse en tu silla. Y yo, lógicamente, les dejo sin ningún problema. Están un par de minutitos, y se levantan. Eso sí, luego está el personaje que se, sin permiso ni nada y sin ningún miramiento, se espanzurra en la silla y se pasa una hora whatsappeando. Ole, ni niño, y yo con los pies reventados y sin poder sentarme. Eso sí, diles algo, que luego te pueden poner una reclamación.

En fin, le dije con una cara de "lo siento yo más que usted" que no podía llevar a la niña en los hombros, me perdonó la vida, la cogió en brazos y se fue... con ocho años de niña.

Pero, bueno, no todo son penas, querido Diario. Hoy he estado vigilando, entre otras, la sala de mi pintor preferido. Que quién es. Pues ni más ni menos que Fray Juan Bautista Maíno... sin desmerecer a Velázquez, Murillo, el Greco, Goya,... Bueno, Goya no, que no me gusta nada. Para gustos, los colores y los cuadros, jejeje.

Me he pasado un ratito, mientras no había gente, observando uno de mis preferidos: "La Adoración de los Reyes Magos". Me encanta. Simplemente viendo el dibujo, la limpieza del trazo, ya me enamora. Y si ves al Niño Jesús, encogiendo el pie izquierdo porque Melchor le está haciendo cosquillas con la barba, levantando el dedo índice de la mano izquierda, diciendo "yo soy", con la mano derecha bendiciendo... para comérselo.

Y si analizas el cuadro, no tiene desperdicio. Arriba, la estrella de ocho puntas, que simboliza la eternidad. Desde el Cielo, desde la Eternidad, Dios Padre nos alumbra para ver dónde está su Hijo. También vemos la hiedra con sus ramas acercándose al Niño, símbolo también de la eternidad, señalando que Él es eterno. San José, que participa en el acontecimiento, señalando donde se halla el Niño. Los tres magos de Oriente, simbolizando las tres culturas que se conocían en esa época, diciendo que Jesús vino para todo el mundo, no solo para los judíos, sino también para los "gentiles".

Y según dicen los expertos, el paje que está detrás de rey Baltasar, el que tiene un sombrero con una pluma y que está señalando también al Niño, podría ser un autorretrato del propio Fray Juan Bautista Maíno.

¿Qué, querido Diario? ¿Te gusta Maíno? Y a ti, ¿qué pintor te gusta más? ¿Me dejas, querido Diario, que los "cotillas" que leen este diario, que es solo tuyo y mío, digan qué pintor es su preferido? Gracias por el sí.

Y ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía del cuadro "La Adoración de los Reyes Magos" - 1612-1614 -, de Fray Juan Bautista Maíno).

domingo, 22 de octubre de 2017

Querido Diario, 22 de octubre de 2017

Querido Diario:

Hoy estoy contento. Te cuento... Después de escribirte en otro "cuaderno", llamado Facebook, he decidido comprar otro mucho más bonito. Es este blog. Lo voy a titular "Diario de un vigilante de salas del Museo del Prado". ¿Te gusta?

Bueno, te cuento lo que hice ayer, ya que hoy he librado en el Museo. Me tocó vigiar, entre otras obras, las "pinturas negras" de Goya.

Francisco de Goya compró en 1819 una casa de campo denominada, ya con anterioridad, la "Quinta del Sordo". Empezamos bien, querido Diario, toda la vida pensando que esta Quinta se llamaba así por Goya, porque estaba sordo, y ahora he leído que ya se llamaba así antes de que la comprara. ¡¡¡No te acostarás sin saber una cosa más!!!

Esta Quinta fue el sitio ideal para que diera rienda suelta, entres sus muros y sin críticos, sus creaciones más críticas. Estas pinturas negras las pintó entre 1819 y 1824, que fue el año de su marcha a Francia.

Son catorce pinturas murales, es decir, pintadas sobre las paredes. Bueno, no entiendo mucho, pero me imagino que estaban pintadas sobre unas capas de preparación encima del muro propiamente dicho. Y lo curioso es que lo que hay en el Museo del Prado son pinturas sobre lienzo.

¿¿¿Perdona???... como diría mi hija.

Sí, son pinturas arrancadas del mural y colocadas después en lienzo. Según he estado investigando, hay tres maneras de hacerlo, y tienen nombres italianos: Strappo, Stacco y Massello. Según pone en la cartela del Museo, estas se arrancaron según la técnica de Strappo, que consiste, a grandes rasgos, en limpiar el muro; luego se echa encima un fijador, que actualmente algunos restauradores utilizan “resina epoxi; más tarde se cubre la pintura con unas telas empapadas en cola orgánica caliente; cuando estás secas se separan del muro, consiguiendo que la pintura se quede “pegada” en la tela; una vez extraída la pintura, se limpia de impurezas la parte de la pintura y luego se traslada al lienzo, y con agua caliente se quita las telas y el fijador sobrante. Así se sencillo, jejeje.

¿Te ha gustado la explicación, querido Diario? La verdad es que no tenía ni idea y una compañera me lo explicó. Gracias,...

Bueno, te dejo con una de las "pinturas negras". Se titula "Perro semihundido" y estaba en la planta superior de la Quinta. Y te preguntarás, querido Diario, qué pinta el autorretrato de Leonardo da Vinci junto a él. Pues eso digo yo, jejeje. Es que, te cuento, ayer lo escuché por primera vez, y espero que por última. Fueron a mi sala un grupo pequeño de orientales. La verdad, no sé si eran japoneses, chinos o coreanos. Todavía no los sé distinguir. Bueno, pues la guía de este grupo de orientales tenía un Ipad y les enseñó al autorretrato de da Vinci y señalaba la zona superior del cuadro de Goya. Como hablaba en perfecto oriental, no entendí ni papa, pero cuando terminó la explicación y le pregunté que qué tenía que ver el Leonardo con el perro semihundido de Goya. Y me dijo que el autorretrato de da Vinci se puede distinguir en la parte de arriba, en la parte amarilla del cuadro de Goya.

Querido Diario, no sé cuántas fotos hicieron en la sala, pero te prometo que me quedé un buen rato mirando el cuadro, buscando a Leonardo, entrecerrando los ojos para ver algo... y nada. Fui incapaz de ver a Leonardo da Vinci en el cuadro "Perro semihundido" de Francisco de Goya.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía de los cuadros Perro semihundido - 1820-1823 -, de Francisco de Goya, que se puede contemplar en la sala 67, y Autorretrato - hacia 1513 -, de Leonardo da Vinci).