Querido Diario:
Hoy parecía que también iba a ser una jornada demasiado tranquila, pero no. Ha sido, como se suele decir, normalita. Te cuento...
Me ha tocado vigilar la sala 39. Para los que no conocen el Museo, ésta es una sala que está en medio de la nada y que tiene cuadros de la pintura francesa. Suele ser una de las salas preferidas por los vigilantes de sala para descansar después de una jornada anterior ajetreada. Y la verdad, al principio pensaba que iba a ser otro día tedioso, porque los primeros visitantes han entrado una hora y diez minutos después de la apertura del Museo. Pero, claro, hay que estar pendientes desde el primer minuto, pues te pueden llegar a los treinta segundos de la apertura. Bueno, la verdad sea dicha, para ser realistas, desde la entrada del museo a la sala 39, yendo directamente y sin detenerse en ningún cuadro, se tarda dos minutos... lo tengo cronometrado.
En fin, hay días que te tocan salas con más movimiento, que yo lo prefiero, y otros días, salas más tranquilas. Esa es la lotería de los "correturnos", es decir, los que cambiamos de sala cada día. El mes que viene ya me tocará en unas únicas salas.
La anécdota de hoy ha sido que un visitante me ha sacado un Ipad tamaño Din A4, o sea, tamaño folio y ha empezado a hacer una foto.
-Perdone, pero no se puede hacer fotos en el museo.
-¿Ah? ¿No se puede? Disculpe.
¡¡¡Venga ya!!! Le disculpo, cómo no, pero no me creo que no lo sepa. Desde la entrada hasta la sala 39 ha debido pasar por, mínimo, tres vigilantes. Y seguro que antes de llagar a mi sala ha visto otros cuadros más atrayentes que los que había aquí, para detenerse a hacer fotos y seguro que se lo habrán dicho. Pero, bueno, hay gente para todo.
Pero lo más curioso de esta sala te lo dejo para el final, querido Diario. Y es que, aparte de vigilar la sala, tenemos que vigilar una estancia que pasa desapercibida, pero que es muy curiosa. Y digo que pasa desapercibida porque parece una sala de paso, la continuación de un pasillo. Pero, no. Esa sala no es más ni menos que el Retrete Real. Sí, como lo oyes... el Retrete Real.
Creo, querido Diario, que esto se merece una buena explicación. Y es que la sala 39, cuando se creó el Museo, no era una sala expositiva, sino que era un espacio privado y se utilizaba como Gabinete de Descanso de sus Majestades. Es decir, que cuando el rey Fernando VII visitaba el Museo, esa estancia estaba preparada para su descanso. Pero, claro, el Monarca, como ser humano que era, también tenía necesidades fisiológicas que atender. Por eso, al lado del Gabinete de Descanso estaba el Retrete Real.
Y el Retrete Real es una sala pequeña, de 2,15 x 2,75 metros, pero muy bien decorada, con pinturas murales en las tres paredes, porque la cuarta es un balcón, y en la bóveda, hechas en estilo Neoclásico por el pintor Francisco Martínez.
Pero, querido Diario, el Retrete Real tiene un pero... y es que no tiene el inodoro real. Yo pensaba que, si todavía existiese, podría estar en el Museo del retrete. Y he descubierto dos cosas:
La primera cosa que he descubierto es que en España no existe ningún Museo del Retrete. Parece que hay dos en el mundo, uno en la ciudad de Suwon, en Corea del Sur, y otro en Nueva Delhi, en la India. Eso, sí, España no puede quedarse atrás en temas escatológicos y tenemos un Museo del Orinal en Ciudad Rodrigo, Salamanca.
Y la otra cosa que he descubierto es que el "Mueble de aseo" o retrete de Fernando VII, existe, y que lo conserva el Museo del Prado, y que se puede visitar porque está en depósito en el Museo del Romanticismo.
Ah, aunque están guardados, el Museo del Prado también conserva otros elementos originales del Retrete Real de Fernando VII... un orinal de porcelana blanca y un "bourdalou", es decir, un orinal oblongo, alargado, también de porcelana blanca.
Bueno, con estos temas tan "romanticos" te dejo, querido Diario.
(Fotografías de la "Decoración de la sala del Retrete Real de Fernando VII" y del "Mueble de aseo o retrete de Fernando VII").
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