miércoles, 25 de octubre de 2017

Querido Diario, 25 de octubre de 2017


Querido Diario:

Hoy ha sido un día muyyyy interesaaaannnnte. Lástima que por escrito no siempre se aprecie el sarcasmo. Hoy ha sido un rollo de día. Aburridísimo.

Me ha tocado vigilar el claustro de Jerónimos. Como su propio nombre indica, este claustro formaba parte del Monasterio de San Jerónimo. Este claustro fue diseñado por el arquitecto agustino Fray Lorenzo de San Nicolás, y su construcción se inició en 1672, terminándose diez años más tarde. Se realizó en granito madrileño, pero ya solo se conservan las fachadas interiores.

Cuando en el año 2000, el Ministerio de Cultura encargó al arquitecto Rafael Moneo la construcción de la ampliación del Museo del Prado, los casi tres mil bloques de piedra del claustro fueron desmantelados, restaurados y, posteriormente, montados de nuevo en su sitio. Ahí es nada.

A día de hoy, en el claustro hay siete esculturas de bulto redondo, es decir, la escultura representada en tres dimensiones. O sea, las esculturas de toda la vida. Y también alberga dos relieves en mármol.

La vigilancia de esta sala parece tranquila pero interesante a primera vista... pero hoy, no. Hoy el claustro ha permanecido cerrado porque están preparando una exposición temporal nueva. Por tanto, no se podía recibir visitas.

Entonces mi trabajo ha consistido en vigilar, cómo no, que para eso me pagan, a los operarios que preparaban la exposición, para que no dañaran ninguna escultura. Es cierto que son muy muy muy buenos profesionales y nunca ha habido ningún problema con ellos... pero, hay que estar ahí. Y mi otra misión ha consistido en frenar a los visitantes que subían por el ascensor, ya que no se podía bloquear.

Y ahí me tenías, querido Diario, plantado delante de los ascensores, esperando a los visitantes despistados y echando un ojo a los operarios. En fin, un día laaaarrrrgo, laaaarrrrgo, laaaarrrrgo.

Pero, no todo ha sido malo. Para estirar las piernas, y para observar... venga, vale, para vigilar a los operarios, de vez en cuando daba una vuelta por el claustro. Y me ha llamado la atención una escultura en particular. Era la de "La emperatriz Isabel", hecha por el escultor italiano Leone Leoni, entre los años 1550 y 1555. Es de tamaño natural. Si bien recuerdo mide 1,70 metros de altura, que restando los 10 centímetros de la base, podría ser perfectamente la altura real de la Emperatriz.

Bueno, bueno, bueno. ¡¡¡Espectacular!!! Simplemente para verla, merece la pena ir al Museo del Prado.

La emperatriz Isabel de Portugal fue la mujer, y única mujer, del rey Carlos I, que, según dice la historia, sintió por ella un profundo y verdadero amor. El problema, sobre todo para el Rey, fue que Isabel falleció con solo 36 años, en 1539.

Pero, bueno, querido Diario, la vida sigue... Once años después de fallecer, en 1550, para poder recrear la cara de la Emperatriz, Leone Leoni recurrió al retrato que le había realizado Vecellio di Gregorio Tiziano. Y, la verdad, lo copió muy bien, con el cabello recogido en una doble trenza y un traje de amplias mangas, con sobrefalda abierta por delante.

Lo que más me ha llamado la atención, aparte del minucioso trabajo de los "dibujos" del vestido, ha sido el propio vestido, sobre todo las mangas. O tenía un vestido encima de otro, o el forro de las magas era ajustado a las muñecas y luego se ampliaba hacia las mangas exteriores.

Ah, esta escultura tiene una "hermana gemela", bueno, una "sobrina gemela", pues está hecha en mármol por el hijo de Leone, Pompeo Leoni. Esta escultura de mármol también está en el claustro del Museo del Prado.

En fin, que me ha encantado la escultura de bronce de la emperatriz Isabel de Portugal.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía de la escultura "La emperatriz Isabel" - 1550-1555 -, de Leone Leoni y del cuadro “La emperatriz Isabel de Portugal” -1548-, de Vecellio di Gregorio Tiziano).

1 comentario:

  1. Muy buenas tus explicaciones. No puedo sino seguir leyéndote.
    Ángel Aguado

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