lunes, 30 de octubre de 2017

Querido Diario, 30 de octubre de 2017

Querido Diario:

Nada, que no salgo de las salas de Velázquez. Si ayer me tocaron las salas de la primera época del pintor, hoy estoy vigilando las de la última época. Puede que mañana me toque la sala 12, la de Las Meninas, para cerrar el círculo velazquiano.

Bueno, pues una de las salas que he vigilado hoy está dedicada a "enanos y bufones". De los nueve cuadros que hay, ocho son de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, y solo uno es de otro pintor, Juan Carreño de Miranda. Y es que, tras la muerte de Velázquez, Carreño se reveló como su más legítimo continuador en la representación de los bufones y enanos que pululaban por la corte española.

Justamente el cuadro más visitado y comentado de esta sala no es ninguno de Velázquez, sino que es el de Carreño. Se titula "Eugenia Martínez Vallejo, vestida". Está "vestida" porque el Museo del Prado tiene otro cuadro de este personaje, pero desnuda, que actualmente está en los depósitos del Museo.

Eugenia Martínez Vallejo nació en Bárcenas, del arzobispado de Burgos. En 1680 fue llevada a la corte para ser admirada como "prodigio de la naturaleza". Tenía solo seis años y pesaba cerca de setenta kilos. Según cuentan las crónicas de la época, sólo asistía a algunas fiestas de palacio a fin de que fuera contemplada, pues no formaba parte del servicio de la corte.

El rey Carlos II la hizo vestir decentemente al uso de palacio, con un rico vestido de brocado encarnado y blanco con botonadura de plata, y mandó a Juan Carreño, su pintor y ayuda de cámara, que la retratase de dos maneras: una desnuda y otra vestida de gala.

Para mostrar a Eugenia desnuda, Carreño recurrió a un procedimiento algo raro en la pintura española, que era el retrato mitológico. Situó a la niña ante un fondo neutro, la hizo apoyarse sobre una mesa en la que había racimos de uvas y, coronándola de hojas de viña y racimos, le hizo sostener otros con la mano izquierda, velando su sexo con las hojas de parra.

Disfrazada del dios Baco, la niña Eugenia perdió mucho de su raro aspecto y tiempo después pudo ser confundida como una representación más de Baco niño.

Curiosamente, en 1945, el doctor Gregorio Marañón, después de estudiar la obra, hizo notar que esta niña representaba el primer caso conocido de síndrome hipercortical, señalando además que, por la decisión con la que empuñaba la fruta en el retrato en el que aparece vestida, debió ser zurda.

Llamativa la historia, ¿verdad, querido Diario?

Bueno, cambiando de tema, sobre el "capítulo" de anécdotas del Museo, lo que te quiero contar hoy no es una como tal, sino una reflexión... No entiendo como hay personas que van a visitar un museo, en este caso el de El Prado, con las gafas de sol puestas. Y es que ayer contabilicé a cuatro personas, y una de ellas era un guía turístico. Quiero pensar que tenían problemas visuales y les afectaba la luz, pero, claro, ir a un museo a ver cuadros con gafas que distorsionan el color, pues no lo entiendo y se me escapa de mis pobres entendederas.

Ahí lo dejo por hoy, querido Diario.

(Fotografía de los cuadros “Eugenia Martínez Vallejo, vestida" y "Eugenia Martínez Vallejo, desnuda" -hacia 1680-, de Juan Carreño de Miranda).

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