Querido Diario:
Nunca he entendido por qué la gente se empeña en ser "trabajadores" nuestros. Y encima, eso lo llevo muy mal. Te lo explico...
En una de las salas que me tocó vigilar ayer estaban sentadas en uno de los bancos centrales que hay para que descanses los visitantes, un par de señoras de unos sesenta y cinco años cada una. Una tenía una muleta y otra un bastón. Esto de la muleta y del bastón es intrascendente en la historia, pero me llamó la atención y por eso te lo comento. Y una me dijo...
-Jefe, que si se sale por aquí.
... señalándome a una dirección. Yo, lo de "jefe", lo llevo muy mal, lo reconozco. Es más, lo odio. Sé que no me tendría que preocupar, que me tendría que resbalar, pero no puedo con ello. Soy así. Pero hice como si me hubiesen llamado "queridísimo y bien ponderado señor vigilante" y les contesté...
-No, señoras. La salida está en la otra dirección. Nada más salir de esta sala, giren a la izquierda y al final del pasillo está la salida.
-Vale.
-Uhm... De nada.
Bueno, esto último lo pensé. Lógicamente, no lo dije en alto. No fuese que se diesen por aludidas y que después me dieran las gracias. Ni mucho menos. Faltaría más.
Pero, eso sí, me encanta ayudar a los orientales. Por lo menos no me llaman "jefe" y siempre se despiden rompiéndose el espinazo al inclinarse hacia delante...
-"Gacha-a".
-De nada.
Esto sí que lo digo en voz alta, he incluso me inclino yo también. Es que hay que ser agradecido siempre... creo. Por lo menos, así me educaron mis padres.
Bueno, cambiando de tema, ayer me "pillaron" en un renuncio...
Estaba vigilando en las salas de Rafael Sanzio, también conocido por Rafael de Urbino, aunque en el Museo se le conoce por Rafael, así, a secas. Y una señora que estaba mirando un cuadro me preguntó...
-Este es una copia. Pero, ¿dónde está el original de Rafael?
-Pues, la verdad... no lo sé. No tengo ni idea.
Es que estaba viendo el cuadro de la Transfiguración del Señor, pintado por Giovanni Francesco Penni entre los años 1520 y 1528, sobre una copia de un cuadro de Rafael. Entonces, lísto yo, me acerqué a la cartela, le eché un ojo con disimulo y...
-Uhm... está en la Catedral de Narbona.
-Ah, gracias.
Y luego, buscando en internet... ¡¡¡Megggg!!! ¡¡¡Error!!! ¡¡¡Horror!!! ¡¡¡No acerté!!!... actualmente está en los Museos Vaticanos. Me gustaría decir que el error fue de la persona que escribió la cartela, pero no es cierto. En ella ponía...
"La obra original fue encargada en 1516 por el cardenal Giulio de Medici para la catedral de Narbona...".
Solo ponía para dónde estaba encargada. No decía nada dónde estaba actualmente. Por tanto el error fue mio, por "listillo".
Pues sí, querido Diario. La obra original fue encargada a Rafael por el cardenal Giulio de Medici, futuro papa Clemente VII, en 1516 para la Catedral de San Justo de Narbona, en Francia. La obra no fue enviada a Francia, ya que tras la muerte prematura de Rafael, en 1520, el cardenal se quedó con ella, regalándola más tarde a la iglesia de San Pietro in Montorio (San Pedro en el Monte de oro), de Roma.
En 1797, a raíz del Tratado de Tolentino, esta obra de Rafael fue llevada a París y devuelta en 1816, tras la caída de Napoleón. Fue entonces cuando entró a formar parte de la Pinacoteca del papa Pío VII. Por eso, a día de hoy se encuentra en los Museos Vaticanos.
Y tras la muerte de Rafael, el cardenal encargó una copia de este cuadro a Giovanni Francesco Penni, quien la llevó a Nápoles. Y que actualmente es la que contemplamos en nuestro Museo.
¿Sabes, querido Diario? Giovanni Francesco Penni ejerció las funciones de secretario de Rafael, por eso tiene el sobrenombre de il fattorino di Raffaelo (el ayudante de Rafael).
Sobre el cuadro, te tengo que decir, querido Diario, que se describen dos episodios del Evangelio de San Mateo, que están escritos uno detrás del otro, y que en este cuadro da la impresión que es una misma escena... pero no.
Por una lado está arriba la Transfiguración, con el Cristo en Gloria entre los profetas Moisés y Elías.
Y abajo, en primer plano, se ve el encuentro de los apóstoles con el niño endemoniado, que sería curado milagrosamente por Cristo tras su regreso del Monte Tabor.
También te tengo que decir que esta copia tiene algunas diferencias con el original. Por ejemplo, Cristo, Moisés y Elías aparecen rodeados en una aureola que el original no tiene. Además, Penni hizo desaparecer los árboles del paisaje del fondo. Aparte, Rafael utilizaba mucho el claroscuro, y Giovanni Francesco Penni lo atenuó un poco... bueno, para mi gusto, un mucho.
Ahí lo dejo, querido Diario.
(Fotografía de los cuadros Transfiguración del Señor - 1516-1520 -, de Rafael Sanzio, que está en los Museos Vaticanos, y Transfiguración del Señor - 1520-1528 -, de Giovanni Francesco Penni que se puede contemplar en la sala 49 del Museo Nacional del Prado).
Otra manera de conocer el Museo del Prado desde dentro...
domingo, 25 de febrero de 2018
miércoles, 21 de febrero de 2018
Querido Diario, 21 de febrero de 2018
Querido Diario:
No me gusta repetirte siempre el mismo tema, porque tengo la sensación que soy muy cansino con el tema de las fotografías, pero es que hoy me ha tocado la mujer-bebe. Te cuento...
Estaba en una de mis salas cuando veo que una mujer estaba haciendo una fotografía...
-Perdone, pero le informo que no se pueden hacer fotografías.
-¿Y por qué?
-Normativa del Museo.
-¿Y por qué?
-Porque el Director lo incluyó en Resolución del 27 de mayo de 2015 sobre la Instrucción por la que se establece la Normativa para la visita al Museo del Prado.
La verdad que me ha sonado algo pedante por mi parte, pero es que me estaba poniendo de los nervios con tanto "¿y por qué?". Es que me recordaba a mis hijos cuando tenían dos años... ¿y por qué? ¿y por qué? ¿y por qué?...
-Porque en Francia permiten hacer fotografías.
-Sí, ya lo sabemos. Pero en el Museo del Prado no se permite.
Me ha puesto cara de perdonarme la vida, y se ha quedado con el móvil en la mano. Lo normal es que cuando decimos que no se puede hacer fotografías, la gente guarda la cámara o el móvil. Pero esta mujer no lo ha hecho. Solución... ser su mosca cojonera. Es decir, quedarme a su lado, a un metro de distancia, hasta que se marche de mis salas para que no hiciese más fotos.
Eso sí, me ha costado. Ha aguantado unos diez minutos más en mis salas... pero sin más fotos.
¡Ah! Que no te he dicho qué salas me han tocado hoy. Pues han sido de pintura española del siglo XVII... El Salón de Reinos, Zurbarán, Maíno, Ribalta,...
Y hoy te quiero hablar, querido Diario, de un cuadro que me hace mucha ilusión verle en las salas del Museo. Se titula San Diego de Alcalá, y lo pintó Francisco de Zurbarán hacia el año 1658.
Me imagino que ya sabrás porqué me gusta este cuadro... Pues sí, porque habla de un santo que vivió y murió en mi ciudad, Alcalá de Henares.
Y con tu permiso, te voy a contar algo de la vida de este santo... es que suelo explicarla cuando hago la visita guiada en la Catedral Magistral de Alcalá.
Te cuento... fray Diego de San Nicolás nació en San Nicolás del Puerto, en la provincia de Sevilla en el año 1400, en el seno de una familia humilde. Se sabe que Diego desde muy joven llevó vida eremítica y penitencial junto a la iglesia de su pueblo natal.
Cuando ya contaba con 30 años ingresó en el Convento de la Arrizafa, en Córdoba. Y como no había estudiado y era analfabeto, profesó como hermano lego, desempeñando oficios humildes, como el de portero y hortelano.
En 1441 fue destinado a Canarias, donde aceptó el cargo de guardián del convento de Fuerteventura.
En 1450 viajó a Roma para asistir a la canonización de san Bernardino de Siena, y estando allí, una mortífera epidemia de peste azotó la ciudad. Diego de San Nicolás se desvivió en cuidados con los enfermos y los pobres de Roma, procurándoles alimentos y aliviando el sufrimiento de muchos al contacto de sus manos untadas de aceite de la lámpara de la Virgen.
Ya en España vivió en Sevilla y Salceda. Y los últimos años de su vida los pasó en el Convento de Franciscanos de Santa María de Jesús de Alcalá de Henares. Allí, bueno... aquí, fray Diego ejerció como hortelano en un recinto conocido posteriormente como el "huerto de san Diego", hasta que lo colocaron de portero del convento.
Las crónicas cuentan que el arzobispo de Toledo Alonso Carrillo le tenía en alta estima que mandó construir una ermita en la propia huerta del convento a petición del humilde fraile.
Y en la portería es donde mejor se manifestaron sus dotes de paciencia, afabilidad, prudencia y caridad, que practicó con todos los necesitados que acudían a visitarle.
Ah, ¿sabes, querido Diario? En la Catedral Magistral de Alcalá de Henares está su cuerpo incorrupto, en un arca que solo se abre una vez al año para su veneración. Lo muestran los días 13 de noviembre de cada año.
Antes que se me olvide... ¿sabes que la ciudad de San Diego, la que está en el estado de California de los Estados Unidos, se llama así por este santo? Pues sí, querido Diario, en julio de 1769 los frailes franciscanos fray Junípero Serra (que ya es San Junípero Serra), fray Juan Vizcaíno y fray Fernando Parrón alzaron y bendijeron una cruz, estableciendo así la primera misión en la Alta California... la Misión de San Diego de Alcalá.
Ahí lo dejo, querido Diario.
(Fotografía del cuadro San Diego de Alcalá - hacia 1658 -, de Francisco de Zurbarán, que se puede contemplar en la sala 10A).
No me gusta repetirte siempre el mismo tema, porque tengo la sensación que soy muy cansino con el tema de las fotografías, pero es que hoy me ha tocado la mujer-bebe. Te cuento...
Estaba en una de mis salas cuando veo que una mujer estaba haciendo una fotografía...
-Perdone, pero le informo que no se pueden hacer fotografías.
-¿Y por qué?
-Normativa del Museo.
-¿Y por qué?
-Porque el Director lo incluyó en Resolución del 27 de mayo de 2015 sobre la Instrucción por la que se establece la Normativa para la visita al Museo del Prado.
La verdad que me ha sonado algo pedante por mi parte, pero es que me estaba poniendo de los nervios con tanto "¿y por qué?". Es que me recordaba a mis hijos cuando tenían dos años... ¿y por qué? ¿y por qué? ¿y por qué?...
-Porque en Francia permiten hacer fotografías.
-Sí, ya lo sabemos. Pero en el Museo del Prado no se permite.
Me ha puesto cara de perdonarme la vida, y se ha quedado con el móvil en la mano. Lo normal es que cuando decimos que no se puede hacer fotografías, la gente guarda la cámara o el móvil. Pero esta mujer no lo ha hecho. Solución... ser su mosca cojonera. Es decir, quedarme a su lado, a un metro de distancia, hasta que se marche de mis salas para que no hiciese más fotos.
Eso sí, me ha costado. Ha aguantado unos diez minutos más en mis salas... pero sin más fotos.
¡Ah! Que no te he dicho qué salas me han tocado hoy. Pues han sido de pintura española del siglo XVII... El Salón de Reinos, Zurbarán, Maíno, Ribalta,...
Y hoy te quiero hablar, querido Diario, de un cuadro que me hace mucha ilusión verle en las salas del Museo. Se titula San Diego de Alcalá, y lo pintó Francisco de Zurbarán hacia el año 1658.
Me imagino que ya sabrás porqué me gusta este cuadro... Pues sí, porque habla de un santo que vivió y murió en mi ciudad, Alcalá de Henares.
Y con tu permiso, te voy a contar algo de la vida de este santo... es que suelo explicarla cuando hago la visita guiada en la Catedral Magistral de Alcalá.
Te cuento... fray Diego de San Nicolás nació en San Nicolás del Puerto, en la provincia de Sevilla en el año 1400, en el seno de una familia humilde. Se sabe que Diego desde muy joven llevó vida eremítica y penitencial junto a la iglesia de su pueblo natal.
Cuando ya contaba con 30 años ingresó en el Convento de la Arrizafa, en Córdoba. Y como no había estudiado y era analfabeto, profesó como hermano lego, desempeñando oficios humildes, como el de portero y hortelano.
En 1441 fue destinado a Canarias, donde aceptó el cargo de guardián del convento de Fuerteventura.
En 1450 viajó a Roma para asistir a la canonización de san Bernardino de Siena, y estando allí, una mortífera epidemia de peste azotó la ciudad. Diego de San Nicolás se desvivió en cuidados con los enfermos y los pobres de Roma, procurándoles alimentos y aliviando el sufrimiento de muchos al contacto de sus manos untadas de aceite de la lámpara de la Virgen.
Ya en España vivió en Sevilla y Salceda. Y los últimos años de su vida los pasó en el Convento de Franciscanos de Santa María de Jesús de Alcalá de Henares. Allí, bueno... aquí, fray Diego ejerció como hortelano en un recinto conocido posteriormente como el "huerto de san Diego", hasta que lo colocaron de portero del convento.
Las crónicas cuentan que el arzobispo de Toledo Alonso Carrillo le tenía en alta estima que mandó construir una ermita en la propia huerta del convento a petición del humilde fraile.
Y en la portería es donde mejor se manifestaron sus dotes de paciencia, afabilidad, prudencia y caridad, que practicó con todos los necesitados que acudían a visitarle.
Según cuenta la historia, y la leyenda lo ha magnificado, fray Diego de San Nicolás hacía milagros allá por donde pasaba. En Alcalá plantó una parra que dio fruto durante más de dos siglos y medio.
Pero el milagro más conocido del santo es el del ramo de flores... Fray Diego "robaba" comida de la despensa del convento. Todos los frailes lo sabían y hacían la vista gorda, hasta que un día, cuando llevaba una pierna de cordero escondida, un hermano le paró y le preguntó sobre lo que llevaba envuelto en su escapulario. Y fray Diego le dijo que eran flores y al abrir las telas del hábito salieron eso, flores.
Francisco de Zurbarán, recién instalado en Madrid, pintó esta obra para el ático de un retablo dedicado a fray Diego de San Nicolás... San Diego de Alcalá, en el convento donde vivió sus últimos años de vida y donde murió.
Volviendo a la vida del santo, sufrió una dolorosa enfermedad que le llevó a la muerte. Sufrió una apostema en un brazo, que es una acumulación de pus supurado.
Pero el milagro más conocido del santo es el del ramo de flores... Fray Diego "robaba" comida de la despensa del convento. Todos los frailes lo sabían y hacían la vista gorda, hasta que un día, cuando llevaba una pierna de cordero escondida, un hermano le paró y le preguntó sobre lo que llevaba envuelto en su escapulario. Y fray Diego le dijo que eran flores y al abrir las telas del hábito salieron eso, flores.
Francisco de Zurbarán, recién instalado en Madrid, pintó esta obra para el ático de un retablo dedicado a fray Diego de San Nicolás... San Diego de Alcalá, en el convento donde vivió sus últimos años de vida y donde murió.
Volviendo a la vida del santo, sufrió una dolorosa enfermedad que le llevó a la muerte. Sufrió una apostema en un brazo, que es una acumulación de pus supurado.
Conociendo que se acercaba su fin, se preparó con mucha devoción, recibiendo los Santos Sacramentos. Poco antes de morir, pidió que llamasen a todos los religiosos del Convento y, reunidos en torno a él, les pidió que, por amor a Jesucristo, le diesen hábito, cuerda y paños menores para ser amortajado. Después les dio las gracias, pidió perdón por todas sus faltas y, tomando una cruz de madera que tenía en la cabecera de su "cama", por llamarla de alguna manera, se quedó mirando la cruz fijamente y pronunció en latín...
-Dulce madero, dulces clavos, cruz adorable, que sola tú fuiste digna de llevar al Rey y Señor de los cielos y de la tierra.
-Dulce madero, dulces clavos, cruz adorable, que sola tú fuiste digna de llevar al Rey y Señor de los cielos y de la tierra.
Y con estas palabras su Alma abandonó el cuerpo mortal para ir al lado del Padre, en el Convento de Franciscanos de Santa María de Jesús en Alcalá de Henares, en el año 1463.
Ah, ¿sabes, querido Diario? En la Catedral Magistral de Alcalá de Henares está su cuerpo incorrupto, en un arca que solo se abre una vez al año para su veneración. Lo muestran los días 13 de noviembre de cada año.
Antes que se me olvide... ¿sabes que la ciudad de San Diego, la que está en el estado de California de los Estados Unidos, se llama así por este santo? Pues sí, querido Diario, en julio de 1769 los frailes franciscanos fray Junípero Serra (que ya es San Junípero Serra), fray Juan Vizcaíno y fray Fernando Parrón alzaron y bendijeron una cruz, estableciendo así la primera misión en la Alta California... la Misión de San Diego de Alcalá.
Ahí lo dejo, querido Diario.
(Fotografía del cuadro San Diego de Alcalá - hacia 1658 -, de Francisco de Zurbarán, que se puede contemplar en la sala 10A).
viernes, 16 de febrero de 2018
Querido Diario, 16 de febrero de 2018
Querido Diario:
Hace varios días que no te escribo, pero es porque llego a casa muy cansado y no tengo ganas ni de respirar. Solo me apetece despanzurrarme en el sillón y no hacer nada. Pero, bueno, hoy he librado y creo que te debo unas palabras.
Recuerdo que hace unos días me tocó vigilar unas salas del siglo XIX... Rosales, Federico de Madrazo y el Romanticismo.
Y estando en la sala del Romanticismo tuve una conversación de lo más absurda. Bueno, antes de nada te tengo que decir, querido Diario, que en esta sala hay una escultura espectacular. Se titula Isabel II, velada y la talló Camillo Torreggiani en 1855. Y como su nombre indica, es la efigie de la reina Isabel II, con la cara tapada por una tela.
Bueno, volviendo a la conversación absurda, fue así...
-¿Le puedo hacer una pregunta?
-Sí, claro.
-¿Qué clase de tela es? ¿Tisú?
-No, no. Es mármol.
-No, no. Eso es tela.
-Que no, de verdad. Es mármol que simula que es tela.
-No puede ser. Es tela. Se ve perfectamente.
-Mire, aquí lo pone... Mármol de Carrara.
-Eso está mal. Es una clase de tela.
No pude más... me di media vuelta y me marché.
Pero yo no soy el único que tiene conversaciones absurdas con los visitantes. Un compañero y amigo, Álvaro, me comentó otra...
-Perdone, ¿sabe dónde está El Greco?
-Sí, tiene que ir por esta galería y gire a la derecha hacia la primera puerta que vea.
En ese momento se le acerca otro visitante.
-Yo tengo la misma pregunta.
-Qué dónde está El Greco.
-No, no. Yo soy italiano. ¿Dónde está la salida?
Sin comentarios.
Pero no solo tenemos conversaciones absurdas, sino que incluso tenemos que ser intérpretes de lo que nos quieren preguntar. Otra compañera, Ana, me comentó la suya con una señora...
-¿Sabe dónde está Munich?
Lo suyo hubiese sido contestarle que está en el estado de Baviera, en Alemania. Pero como Ana es lista decidió intuir que le preguntaba otra cosa...
-No tenemos nada de "Munich".
-¿No tienen El Grito, de Munich?
-No, no tenemos El Grito, de Edvard Munch. Está en Oslo.
Y por lo visto la buena mujer se marchó indignada. Menos mal que "sabemos idiomas"... o somos medio brujos y adivinamos los pensamientos de los visitantes.
Pero, en fin, volviendo a nuestra Isabel II, velada, la escultura de "tela dura" según el visitante, también conocida como "mármol", te tengo que contar, querido Diario, que a la gente que la ve se le escapa...
-¡¡¡Qué pasada!!!
O...
-¡¡¡Guau!!!
O...
-Genial. Solo puedo decir dos palabras... im presionante.
Y tienen más razón que un santo.
¿Sabes, querido Diario? Sobre el escultor te tengo que decir que Camillo Torreggiani se especializó en retratos de busto y realizó su trabajo sobre todo en Florencia y Ferrara, por tanto era poco conocido en la Corte de Madrid. Así que, al ponernos delante de nuestra Isabel II, velada, estamos ante un alarde técnico que el escultor italiano quiso hacer para impresionar a la reina y obtener así su reconocimiento.
Y fue tal fue el éxito que tuvo, que cuando se habla de la biografía del escultor italiano Camillo Torreggiani siempre sale esta obra a relucir.
Como puedes comprobar, es una escultura que rompe completamente con los bustos "oficiales". Torreggiani esculpió un retrato de la reina, cuyo rostro aparece tapado con una gasa, velado.
No se sabe muy bien, pero ser cree que quizá el escultor quiso representar una alegoría de la Reina como máxima garante de la virtud y de la fe en España. Lo que sí se sabe es que lo que más le interesaba era demostrar su capacidad técnica... y lo consiguió.
Porque, hay que reconocerlo, espectacular es un rato.
Ahí lo dejo, querido Diario.
(Fotografía de la escultura Isabel II, velada - 1855 -, de Camillo Torreggiani).
Hace varios días que no te escribo, pero es porque llego a casa muy cansado y no tengo ganas ni de respirar. Solo me apetece despanzurrarme en el sillón y no hacer nada. Pero, bueno, hoy he librado y creo que te debo unas palabras.
Recuerdo que hace unos días me tocó vigilar unas salas del siglo XIX... Rosales, Federico de Madrazo y el Romanticismo.
Y estando en la sala del Romanticismo tuve una conversación de lo más absurda. Bueno, antes de nada te tengo que decir, querido Diario, que en esta sala hay una escultura espectacular. Se titula Isabel II, velada y la talló Camillo Torreggiani en 1855. Y como su nombre indica, es la efigie de la reina Isabel II, con la cara tapada por una tela.
Bueno, volviendo a la conversación absurda, fue así...
-¿Le puedo hacer una pregunta?
-Sí, claro.
-¿Qué clase de tela es? ¿Tisú?
-No, no. Es mármol.
-No, no. Eso es tela.
-Que no, de verdad. Es mármol que simula que es tela.
-No puede ser. Es tela. Se ve perfectamente.
-Mire, aquí lo pone... Mármol de Carrara.
-Eso está mal. Es una clase de tela.
No pude más... me di media vuelta y me marché.
Pero yo no soy el único que tiene conversaciones absurdas con los visitantes. Un compañero y amigo, Álvaro, me comentó otra...
-Perdone, ¿sabe dónde está El Greco?
-Sí, tiene que ir por esta galería y gire a la derecha hacia la primera puerta que vea.
En ese momento se le acerca otro visitante.
-Yo tengo la misma pregunta.
-Qué dónde está El Greco.
-No, no. Yo soy italiano. ¿Dónde está la salida?
Sin comentarios.
Pero no solo tenemos conversaciones absurdas, sino que incluso tenemos que ser intérpretes de lo que nos quieren preguntar. Otra compañera, Ana, me comentó la suya con una señora...
-¿Sabe dónde está Munich?
Lo suyo hubiese sido contestarle que está en el estado de Baviera, en Alemania. Pero como Ana es lista decidió intuir que le preguntaba otra cosa...
-No tenemos nada de "Munich".
-¿No tienen El Grito, de Munich?
-No, no tenemos El Grito, de Edvard Munch. Está en Oslo.
Y por lo visto la buena mujer se marchó indignada. Menos mal que "sabemos idiomas"... o somos medio brujos y adivinamos los pensamientos de los visitantes.
Pero, en fin, volviendo a nuestra Isabel II, velada, la escultura de "tela dura" según el visitante, también conocida como "mármol", te tengo que contar, querido Diario, que a la gente que la ve se le escapa...
-¡¡¡Qué pasada!!!
O...
-¡¡¡Guau!!!
O...
-Genial. Solo puedo decir dos palabras... im presionante.
Y tienen más razón que un santo.
¿Sabes, querido Diario? Sobre el escultor te tengo que decir que Camillo Torreggiani se especializó en retratos de busto y realizó su trabajo sobre todo en Florencia y Ferrara, por tanto era poco conocido en la Corte de Madrid. Así que, al ponernos delante de nuestra Isabel II, velada, estamos ante un alarde técnico que el escultor italiano quiso hacer para impresionar a la reina y obtener así su reconocimiento.
Y fue tal fue el éxito que tuvo, que cuando se habla de la biografía del escultor italiano Camillo Torreggiani siempre sale esta obra a relucir.
Como puedes comprobar, es una escultura que rompe completamente con los bustos "oficiales". Torreggiani esculpió un retrato de la reina, cuyo rostro aparece tapado con una gasa, velado.
No se sabe muy bien, pero ser cree que quizá el escultor quiso representar una alegoría de la Reina como máxima garante de la virtud y de la fe en España. Lo que sí se sabe es que lo que más le interesaba era demostrar su capacidad técnica... y lo consiguió.
Porque, hay que reconocerlo, espectacular es un rato.
Ahí lo dejo, querido Diario.
(Fotografía de la escultura Isabel II, velada - 1855 -, de Camillo Torreggiani).
domingo, 11 de febrero de 2018
Querido Diario, 11 de febrero de 2018
Querido Diario:
No te lo vas a imaginar... ¿A que no sabes qué salas me han tocado vigilar hoy? ¡Ah! Pues sí, has acertado... unas salas de Goya. Ya te dije el 9 de febrero que este mes he debido coger un bono especial de vigilante de Goya. Pero, en fin, lo importante es trabajar. Y que no falte.
Hoy ha sido un caos. Muchísima gente, muchísimos grupos, muchísimos grupos de orientales, muchísimos fotógrafos "despistados" e "ignorantes" de la norma de no poder hacer fotos en el Museo, muchísimas manos con planos, bolígrafos y patillas de las gafas señalando los cuadros,... ¡¡¡Socorro!!!
Cuando han sonado los timbres para empezar el desalojo, mis salas parecían la calle Gran Vía de Madrid, en hora punta.
Pero no me puedo quejar, que me he pasado cinco minutos riéndome de lo que ha dicho con rotundidad una madre a su hijo al entrar en una de mis salas...
-Mira, esta es la "sala oscura".
Buena mujer, sala oscura, lo que se dice sala oscura, va a ser que no. Es cierto que hace tiempo tenía una iluminación más puntual sobre los cuadros y menos ambiental. Pero la modificaron y subieron de intensidad la de ambiente. Y ya no está tan "oscura".
¿No será, querida visitante madre, que te referías a que esa era la sala de las Pinturas Negras? Venga, vale, "oscura" y "negras" tienen algo de parecido, más o menos. A partir de ahora, denominaremos "sala oscura" a las Pinturas Negras de Goya, jejeje.
¿Y sabes, querido Diario, qué cuadro es el Top 10 de esta sala, el que tiene más éxito? Pues el que desgraciadamente tiene más éxito, porque es el más fotografiado, es Saturno, que pintó Goya entre 1820 y 1823 en la Quinta del Sordo, la casa de campo a las afueras de Madrid, junto al río Manzanares, que adquirió en 1819.
Ah, ¿sabes que la Quinta del Sordo ya se llamaba así antes que Goya la comprase? Por tanto tengo que desmitificar el mito de que se llamaba así por Goya, que aunque sordo, el nombre de la quinta se referiría a otro sordo.
Y volviendo al cuadro, que me enrollo más que las persianas, sí, Saturno es más fotografiado que Antonio Banderas en un photocall.
¿Que cuál es la historia de Saturno y por qué es tan repugnante esa pintura? Te cuento... Ovidio la describe en los Fastos en el libro IV. Y dice que Saturno, queriendo saber la estabilidad de su Reino, tuvo por respuesta de un Oráculo que un hijo suyo le arrancaría el cetro. Y él, temeroso de su descendencia, la iba devorando según iba saliendo de las entrañas de su mujer Rea. Cuando nació Júpiter, una piedra que estaba oculta en la ropa de la madre penetró en la garganta del dios Saturno y éste se pensó que se había comido a un hijo más. Así fue burlado por el destino.
Una vez adulto, Júpiter hizo la guerra a su tío Titán, el hermano mayor de su padre Saturno, derrotándolo y devolvió el imperio del cielo a su padre. Entonces, Saturno trató de matar a su hijo Júpiter, pero este le venció y se apoderó del imperio del cielo.
No te lo vas a imaginar... ¿A que no sabes qué salas me han tocado vigilar hoy? ¡Ah! Pues sí, has acertado... unas salas de Goya. Ya te dije el 9 de febrero que este mes he debido coger un bono especial de vigilante de Goya. Pero, en fin, lo importante es trabajar. Y que no falte.
Hoy ha sido un caos. Muchísima gente, muchísimos grupos, muchísimos grupos de orientales, muchísimos fotógrafos "despistados" e "ignorantes" de la norma de no poder hacer fotos en el Museo, muchísimas manos con planos, bolígrafos y patillas de las gafas señalando los cuadros,... ¡¡¡Socorro!!!
Cuando han sonado los timbres para empezar el desalojo, mis salas parecían la calle Gran Vía de Madrid, en hora punta.
Pero no me puedo quejar, que me he pasado cinco minutos riéndome de lo que ha dicho con rotundidad una madre a su hijo al entrar en una de mis salas...
-Mira, esta es la "sala oscura".
Buena mujer, sala oscura, lo que se dice sala oscura, va a ser que no. Es cierto que hace tiempo tenía una iluminación más puntual sobre los cuadros y menos ambiental. Pero la modificaron y subieron de intensidad la de ambiente. Y ya no está tan "oscura".
¿No será, querida visitante madre, que te referías a que esa era la sala de las Pinturas Negras? Venga, vale, "oscura" y "negras" tienen algo de parecido, más o menos. A partir de ahora, denominaremos "sala oscura" a las Pinturas Negras de Goya, jejeje.
¿Y sabes, querido Diario, qué cuadro es el Top 10 de esta sala, el que tiene más éxito? Pues el que desgraciadamente tiene más éxito, porque es el más fotografiado, es Saturno, que pintó Goya entre 1820 y 1823 en la Quinta del Sordo, la casa de campo a las afueras de Madrid, junto al río Manzanares, que adquirió en 1819.
Ah, ¿sabes que la Quinta del Sordo ya se llamaba así antes que Goya la comprase? Por tanto tengo que desmitificar el mito de que se llamaba así por Goya, que aunque sordo, el nombre de la quinta se referiría a otro sordo.
Y volviendo al cuadro, que me enrollo más que las persianas, sí, Saturno es más fotografiado que Antonio Banderas en un photocall.
¿Que cuál es la historia de Saturno y por qué es tan repugnante esa pintura? Te cuento... Ovidio la describe en los Fastos en el libro IV. Y dice que Saturno, queriendo saber la estabilidad de su Reino, tuvo por respuesta de un Oráculo que un hijo suyo le arrancaría el cetro. Y él, temeroso de su descendencia, la iba devorando según iba saliendo de las entrañas de su mujer Rea. Cuando nació Júpiter, una piedra que estaba oculta en la ropa de la madre penetró en la garganta del dios Saturno y éste se pensó que se había comido a un hijo más. Así fue burlado por el destino.
Una vez adulto, Júpiter hizo la guerra a su tío Titán, el hermano mayor de su padre Saturno, derrotándolo y devolvió el imperio del cielo a su padre. Entonces, Saturno trató de matar a su hijo Júpiter, pero este le venció y se apoderó del imperio del cielo.
Bueno, esta es la historia de Saturno, pero, volviendo al cuadro de Goya, recuerdo que ya te conté el 22 de octubre de 2017 que Goya pintó catorce escenas en las paredes de su Quinta. Y una de estas Pinturas Negras es nuestro Saturno.
Si bien recuerdo, nunca te he ocultado, querido Diario, que Goya no me gusta. Y esta pintura no iba a ser menos. Por eso te he pegado a un lado la fotografía de este cuadro y de otro, que me gusta más. Se titula Saturno devorando a un hijo, que se han roto la cabeza pensando en el título, y lo pintó Pedro Pablo Rubens entre los años 1636 y 1638.
Este es más realista... más sanguinario... más asqueroso... me gusta más, jajaja.
Ahí lo dejo, querido Diario.
(Fotografía de los cuadros Saturno - 1820-1823 -, de Francisco de Goya y Lucientes, que se puede contemplar en la sala 617; y Saturno devorando a un hijo - 1636-1638 -, de Pedro Pablo Rubens, que se puede contemplar en la sala 29).
(Fotografía de los cuadros Saturno - 1820-1823 -, de Francisco de Goya y Lucientes, que se puede contemplar en la sala 617; y Saturno devorando a un hijo - 1636-1638 -, de Pedro Pablo Rubens, que se puede contemplar en la sala 29).
viernes, 9 de febrero de 2018
Querido Diario, 9 de febrero de 2018
Querido Diario:
Debe ser que este mes he cogido un bono especial de vigilante de Goya, ya que hoy también me ha tocado vigilar las salas de Goya. Y ni más ni menos que doce salas. Venga, sí, no de golpe, que era Relevo, pero han sido doce... ¡¡¡Con lo que me gusta este pintor!!!
Vale, es cierto que no me gusta Goya, pero de vez en cuando tengo que ironizar un poco, que no me quiero desesperar.
Y, la verdad, no tengo nada curioso que contarte hoy, querido Diario. Bueno, sí. Que me he acordado de la primera vez que fui a estas salas y me planté delante del cuadro La pradera de San Isidro, que pintó Goya allá por el año 1788. Impresionante... es un cuadro genial, pero una "birria".
A ver, déjame que me explique... ¿Cuánto crees que mide este cuadro?
Pues no. Es más pequeño. La verdad es que yo, cuando lo veía en fotografía, en los libros de arte, pensaba que sería inmenso, de dos o tres metros de largo. Pues no, es una "ridiculez" de cuadro... referente al tamaño, se entiende. Mide solamente 90,8 x 41,9 centímetros... menos de un metro de largo. Es de los pocos cuadros de Goya que me gustan, pero hay que reconocer que me decepcionó un poco... no... un mucho en lo referente al tamaño.
Pero, en fin, todo tiene su explicación. Ya te conté el 27 de diciembre de 2017 que en 1787 Goya recibió el encargo de pintar cinco cartones para decorar el dormitorio de las Infantas, las hijas del futuro Carlos IV y María Luisa de Parma, en el Palacio de El Pardo en Madrid.
Pero con la muerte del rey Carlos III en diciembre del año siguiente se interrumpió el proyecto, ya que su sucesor, Carlos IV, prefirió acudir a otros Sitios Reales, como el Palacio de La Granja, el Palacio de Aranjuez o El Escorial. Y por tanto, la decoración del Palacio de El Pardo no entraba dentro de sus preferencias.
Por eso, cuando se paralizó el proyecto, Goya había pintado los cinco bocetos pero solo un cartón, el de La gallina ciega. Y el Museo del Prado tiene tres de los cinco bocetos. Y uno de ellos es nuestro cuadro La pradera de San Isidro. Es decir, que nuestro maravilloso cuadro, y esta vez lo de "maravilloso" lo digo de corazón, es un boceto. Por tanto es lógico que tenga ese tamaño tan pequeño... porque tendría que existir otro cuadro, un cartón, mucho más grande. Pero nos quedaremos con las ganas, porque me da la impresión que Goya ya no lo va a pintar.
Sobre el cuadro tengo que decirte, querido Diario, que se ve la Pradera de San Isidro, esa zona de Madrid que está situada entre la ermita de San Isidro y el río Manzanares. Y se aprecia perfectamente la ciudad al fondo.
Y es muy curioso, ya que se reconocen dos monumentos principales de la villa... el Palacio Real, que está en el centro, tirando un poco a la izquierda, y la gran cúpula de la iglesia de San Francisco el Grande, que también está en el centro, pero esta vez tirando a la derecha.
Y además se ve a la gente que está disfrutando de un día en el prado, durante la fiesta de San Isidro Labrador, el patrono de Madrid, que se celebra el día 15 de mayo.
Ahí lo dejo, querido Diario.
(Fotografía del cuadro La pradera de San Isidro - 1788 -, de Francisco de Goya y Lucientes, que se puede contemplar en la sala 94).
Debe ser que este mes he cogido un bono especial de vigilante de Goya, ya que hoy también me ha tocado vigilar las salas de Goya. Y ni más ni menos que doce salas. Venga, sí, no de golpe, que era Relevo, pero han sido doce... ¡¡¡Con lo que me gusta este pintor!!!
Vale, es cierto que no me gusta Goya, pero de vez en cuando tengo que ironizar un poco, que no me quiero desesperar.
Y, la verdad, no tengo nada curioso que contarte hoy, querido Diario. Bueno, sí. Que me he acordado de la primera vez que fui a estas salas y me planté delante del cuadro La pradera de San Isidro, que pintó Goya allá por el año 1788. Impresionante... es un cuadro genial, pero una "birria".
A ver, déjame que me explique... ¿Cuánto crees que mide este cuadro?
Pues no. Es más pequeño. La verdad es que yo, cuando lo veía en fotografía, en los libros de arte, pensaba que sería inmenso, de dos o tres metros de largo. Pues no, es una "ridiculez" de cuadro... referente al tamaño, se entiende. Mide solamente 90,8 x 41,9 centímetros... menos de un metro de largo. Es de los pocos cuadros de Goya que me gustan, pero hay que reconocer que me decepcionó un poco... no... un mucho en lo referente al tamaño.
Pero, en fin, todo tiene su explicación. Ya te conté el 27 de diciembre de 2017 que en 1787 Goya recibió el encargo de pintar cinco cartones para decorar el dormitorio de las Infantas, las hijas del futuro Carlos IV y María Luisa de Parma, en el Palacio de El Pardo en Madrid.
Pero con la muerte del rey Carlos III en diciembre del año siguiente se interrumpió el proyecto, ya que su sucesor, Carlos IV, prefirió acudir a otros Sitios Reales, como el Palacio de La Granja, el Palacio de Aranjuez o El Escorial. Y por tanto, la decoración del Palacio de El Pardo no entraba dentro de sus preferencias.
Por eso, cuando se paralizó el proyecto, Goya había pintado los cinco bocetos pero solo un cartón, el de La gallina ciega. Y el Museo del Prado tiene tres de los cinco bocetos. Y uno de ellos es nuestro cuadro La pradera de San Isidro. Es decir, que nuestro maravilloso cuadro, y esta vez lo de "maravilloso" lo digo de corazón, es un boceto. Por tanto es lógico que tenga ese tamaño tan pequeño... porque tendría que existir otro cuadro, un cartón, mucho más grande. Pero nos quedaremos con las ganas, porque me da la impresión que Goya ya no lo va a pintar.
Sobre el cuadro tengo que decirte, querido Diario, que se ve la Pradera de San Isidro, esa zona de Madrid que está situada entre la ermita de San Isidro y el río Manzanares. Y se aprecia perfectamente la ciudad al fondo.
Y es muy curioso, ya que se reconocen dos monumentos principales de la villa... el Palacio Real, que está en el centro, tirando un poco a la izquierda, y la gran cúpula de la iglesia de San Francisco el Grande, que también está en el centro, pero esta vez tirando a la derecha.
Y además se ve a la gente que está disfrutando de un día en el prado, durante la fiesta de San Isidro Labrador, el patrono de Madrid, que se celebra el día 15 de mayo.
Ahí lo dejo, querido Diario.
(Fotografía del cuadro La pradera de San Isidro - 1788 -, de Francisco de Goya y Lucientes, que se puede contemplar en la sala 94).
martes, 6 de febrero de 2018
Querido Diario, 6 de febrero de 2018
Hoy me ha tocado vigilar cuatro salas de Goya, para ser más exacto, donde están las Majas. Ha sido un día tranquilo y no tengo nada que contarte sobre él. Pero sí me ha hecho recordar una cosa que me pasó hace un par de semanas.
Te cuento... estaba yo en la sala de la maqueta, sí, la que estuve el mes pasado entero y casi busco una argolla para ahorcarme de propio aburrimiento...
A lo que iba, que me pierdo... estaba yo en la sala de la maqueta cuando una mujer se me acercó y me preguntó...
-Perdone, ¿le puedo hacer una pregunta?
-Sí, claro. Para eso estamos.
Bueno, estamos para eso y para más cosas. Pero eso no se lo digo.
-¿Sabe si hay algún retrato de Godoy en el Museo del Prado?
Me sonaba que no, pero, la verdad, no estaba muy seguro.
-Información, ¿me recibe?
-Te recibimos perfectamente, porque si no, no te responderíamos.
Yo intentando ponerme serio por el tema del protocolo y los de información... como motos. Es que dicen que la vida es muy seria y que hay que darle un punto de humor. Y sinceramente, tienen razón.
-Una visitante me pregunta si hay expuesto en el Museo algún retrato de Godoy. Creo que no, pero quiero que me lo confirméis.
-Espera que lo consultemos... mantente a la escucha. No cuelgues.
Hombre, bueno, en este caso era mujer... colgar un walkie, va a ser que no, jejeje.
-No, no tenemos ningún retrato de Godoy.
-Recibido. Gracias.
-Las que tú tienes.
Y es que los de Información siempre tienen que decir la última palabra.
Y siguiendo con el relato de la mujer, se lo comuniqué y se marcho tan tranquila. Bueno, tranquila no es la palabra... mejor, resignada.
Y al cabo de una hora, más o menos, volvió la mujer...
-¿Sabe? Me he acordado de usted y he venido a contárselo. Hay un retrato de Godoy en el Museo, en el cuadro La condesa de Chinchón...
Bueno, esto tengo que aclarártelo, querido Diario, que no quiero que veas fantasmas donde no los hay...
María Teresa de Borbón y Vallabriga era hija del infante don Luis Antonio de Borbón, hermano del rey Carlos III, y de María Teresa de Vallabriga y Rozas, dama de la baja nobleza aragonesa.
Cuando tenía cinco años, fue enviada con su hermana al convento de San Clemente de Toledo, de donde salió, con dieciséis años, para casarse con Godoy, en octubre de 1797. El matrimonio lo decidió el ya rey Carlos IV. Así, elevaban a Godoy, su hombre de confianza, al emparentarle con la casa real.
Con esta boda, María Teresa de Borbón y Vallabriga recibió los títulos de Marquesa de Boadilla del Monte y Condesa de Chinchón.
Realmente Godoy aseguró en sus Memorias que no había deseado el matrimonio, pero que había obedecido al Rey "con igual lealtad y sumisión que en los demás actos de mi vida".
Y volviendo al cuadro La condesa de Chinchón, Goya lo pintó en el mes de abril de 1800.
Se puede apreciar que María Teresa estaba embarazada, después de dos embarazos anteriores frustrados. Bueno, lo de los dos embarazos anteriores no se puede apreciar en el cuadro, lógicamente, pero era un dato que me ha parecido bien dártelo, querido Diario.
En fin, que en octubre de ese año, 1800, nació la niña Carlota Joaquina, que fue apadrinada por los reyes.
Y volviendo a la pintura, la condesa viste un vestido de gasa blanca decorada con pequeñas flores. Y tiene en la cabeza un tocado con espigas de trigo, según la moda de los adornos femeninos de aquella época, que solían incluir flores y frutos. Pero en este caso tiene un porqué, pues es un símbolo de la fecundidad, ya que las fiestas a la diosa Ceres se celebraban en la antigua Roma precisamente en el mes de abril... cuando se pintó el cuadro. ¡¡¡Todo encaja!!!
Si te fijas bien, querido Diario, María Teresa lleva en la mano izquierda una sortija. Y si te fijas algo más, verás que tiene una pincelada central, resaltando el brillo del diamante.
Y si te fijas un poco más, en la mano derecha, sobre el dedo corazón, tiene otra sortija con la miniatura de un retrato masculino, que luce la banda azul de la orden de Carlos III, aunque está muy abocetado... el retrato de Godoy... el retrato de nuestro Godoy... el retrato que la visitante encontró y que quiso compartirlo conmigo... y que ahora lo comparto contigo, querido Diario, y con los cotillas que nos leen a hurtadillas.
Gracias, querida visitante.
¡Ah! Antes de terminar te quiero contar, querido Diario, que este cuadro La condesa de Chinchón fue pintado encima de un lienzo ya utilizado por Goya. Es que este buen hombre no tiraba nada a la basura. ¿Y sabes qué cuadro está debajo de la capa de color beige rosado, utilizada como preparación del retrato final de la condesa de Chinchón? Pues un retrato... de Godoy.
Ahí lo dejo, querido Diario.
(Fotografía del cuadro La condesa de Chinchón - 1800 -, de Francisco de Goya y Lucientes).
viernes, 2 de febrero de 2018
Querido Diario, 2 de febrero de 2018
Querido Diario:
Reconozco que hace muchos días que no te escribo. Aunque no son escusas, tenía algunos motivos... el primero fue que no sé por qué la red social Facebook bloqueó mis publicaciones, alegando que era spam. Y, la verdad, como compartía este nuestro Diario por ahí, me desanimó.
Aparte, la última semana en las salas que me tocaron vigilar el mes de enero se me hizo muy cuesta arriba. Iba porque tenía que ir a trabajar, pero sin ganas, sin motivación. Y es que un mes en unas mismas salas, cansa.
Pero, bueno, todo en esta vida pasa y los meses también. Por eso, porque estamos en un mes nuevo y ahora estoy de correturnos, es decir, que cada día estoy en unas salas distintas, y porque Facebook ha rectificado y ya no me considera spam, me he animado a escribirte nuevamente.
Hoy, sinceramente, no ha pasado nada relevante con los visitantes para contar. Bueno, sí. Solo una cosa... hoy me ha tocado vigilar la zona de la pintura española del siglo XVII: Maíno, Zurbarán, Velázquez,... en el piso 1. Y estando en una de las salas de Velázquez, una mujer mayor se me ha acercado y me ha dicho enfadada...
-Oiga. El Jardín de las delicias no está.
-Es cierto. No está en está en esta zona. Está en el piso de abajo, en la sala 56A.
-Pues hemos estado allí y no lo hemos visto. Ya no bajamos.
Pues usted se lo pierde, buena mujer. Y, sobre todo, no se enfade conmigo, que yo no lo he escondido.
Y hablando de enfados, qué bonito es sentirse querido y ser abrazado... igual que le pasó a San Bernardo, en su amplexus.
¿Que qué es el amplexus? Pues es muy sencillo, querido Diario. Te cuento... según cuenta la historia sobre San Bernardo, éste tuvo una visión mística. Estando rezando ante un crucifijo, entró en éxtasis y vio como Jesucristo se desclavaba de la cruz y le abrazaba en señal de gratitud, cariño y amor hacia el santo y viceversa. Y hay que recordar que en los Sermones al Cantar de los Cantares, San Bernardo escribió: «Yo tengo siempre a Jesús en la boca, como sabéis, lo tengo siempre en el corazón. [...] Ésta es para mí la más sublime filosofía, conocer a Jesús y a Jesús Crucificado».
Y esta historia es la que pintó Francisco Ribalta entre los años 1625 y 1627. El cuadro se titula, como no, Cristo abrazando a San Bernardo... que se han roto la cabeza pensando en qué título ponerle.
Habitualmente se suele dibujar en los amplexus a Cristo desclavado, abrazando a San Bernardo. Pero en este caso, Ribalta en este cuadro da un paso más y representó a San Bernardo abrazando el cuerpo de Cristo. Es el momento culminante del verdadero amplexus, del abrazo místico.
Lo que más me gusta de este cuadro, querido Diario, son las caras de los dos personajes principales... la cara de Jesús, que mira al santo con dulzura y bondad. Y la cara de San Bernardo, con los ojos cerrados, gozando del abrazo de Cristo.
Y he dicho bien, querido Diario, son las caras de los dos personajes principales... porque hay dos personajes más. Si te fijas bien, hay dos caras en los lados, como en semioscuridad. Se puede entender que son dos ángeles, aunque no se tiene muy claro.
¿Sabes, querido Diario? A este cuadro le tengo mucho cariño. ¿Qué por qué? Pues como tú bien sabes, yo también soy guía turístico en mi ciudad, Alcalá de Henares, y me especialicé en turismo religioso. Y me he pasado varios años explicando un monasterio de Alcalá, el Monasterio Cisterciense de San Bernardo. Ahora está de obras y no se puede visitar, pero ya estamos contando los días para que se abra de nuevo.
Bueno, a lo que iba sobre el cuadro... pues que este monasterio de Alcalá tiene una copia muy fidedigna de este Cristo abrazando a San Bernardo, de Ribalta. Bueno, la copia es anónima, pero está muy bien conseguida. Tiene varias diferencias... una es su tamaño, pues no se puede hacer una copia del mismo tamaño que el original, para que no haya cambiazos.
Y la otra diferencia es que la manga del San Bernardo de Alcalá es algo más corta que la de San Bernardo de El Prado. Pero eso lo descubrí poniendo las dos fotografías juntas, que por separado no se aprecia.
¡Ah! Y lo que no tiene el cuadro de Alcalá son los dos ángeles. ¿Que por qué? Pues porque cuando se pintó la copia, el cuadro original no estaba restaurado y no se sabía que estaban estos ángeles. Y cuando se restauró, al hacer una limpieza exhaustiva, salieron a la luz. Por eso están en el original y en la copia del monasterio, no.
Ahí lo dejo, querido Diario.
(Fotografía del cuadro Cristo abrazando a San Bernardo - 1625-1627 -, de Francisco Ribalta, que se puede contemplar en la sala 7A).
Reconozco que hace muchos días que no te escribo. Aunque no son escusas, tenía algunos motivos... el primero fue que no sé por qué la red social Facebook bloqueó mis publicaciones, alegando que era spam. Y, la verdad, como compartía este nuestro Diario por ahí, me desanimó.
Aparte, la última semana en las salas que me tocaron vigilar el mes de enero se me hizo muy cuesta arriba. Iba porque tenía que ir a trabajar, pero sin ganas, sin motivación. Y es que un mes en unas mismas salas, cansa.
Pero, bueno, todo en esta vida pasa y los meses también. Por eso, porque estamos en un mes nuevo y ahora estoy de correturnos, es decir, que cada día estoy en unas salas distintas, y porque Facebook ha rectificado y ya no me considera spam, me he animado a escribirte nuevamente.
Hoy, sinceramente, no ha pasado nada relevante con los visitantes para contar. Bueno, sí. Solo una cosa... hoy me ha tocado vigilar la zona de la pintura española del siglo XVII: Maíno, Zurbarán, Velázquez,... en el piso 1. Y estando en una de las salas de Velázquez, una mujer mayor se me ha acercado y me ha dicho enfadada...
-Oiga. El Jardín de las delicias no está.
-Es cierto. No está en está en esta zona. Está en el piso de abajo, en la sala 56A.
-Pues hemos estado allí y no lo hemos visto. Ya no bajamos.
Pues usted se lo pierde, buena mujer. Y, sobre todo, no se enfade conmigo, que yo no lo he escondido.
Y hablando de enfados, qué bonito es sentirse querido y ser abrazado... igual que le pasó a San Bernardo, en su amplexus.
¿Que qué es el amplexus? Pues es muy sencillo, querido Diario. Te cuento... según cuenta la historia sobre San Bernardo, éste tuvo una visión mística. Estando rezando ante un crucifijo, entró en éxtasis y vio como Jesucristo se desclavaba de la cruz y le abrazaba en señal de gratitud, cariño y amor hacia el santo y viceversa. Y hay que recordar que en los Sermones al Cantar de los Cantares, San Bernardo escribió: «Yo tengo siempre a Jesús en la boca, como sabéis, lo tengo siempre en el corazón. [...] Ésta es para mí la más sublime filosofía, conocer a Jesús y a Jesús Crucificado».
Y esta historia es la que pintó Francisco Ribalta entre los años 1625 y 1627. El cuadro se titula, como no, Cristo abrazando a San Bernardo... que se han roto la cabeza pensando en qué título ponerle.
Habitualmente se suele dibujar en los amplexus a Cristo desclavado, abrazando a San Bernardo. Pero en este caso, Ribalta en este cuadro da un paso más y representó a San Bernardo abrazando el cuerpo de Cristo. Es el momento culminante del verdadero amplexus, del abrazo místico.
Lo que más me gusta de este cuadro, querido Diario, son las caras de los dos personajes principales... la cara de Jesús, que mira al santo con dulzura y bondad. Y la cara de San Bernardo, con los ojos cerrados, gozando del abrazo de Cristo.
Y he dicho bien, querido Diario, son las caras de los dos personajes principales... porque hay dos personajes más. Si te fijas bien, hay dos caras en los lados, como en semioscuridad. Se puede entender que son dos ángeles, aunque no se tiene muy claro.
¿Sabes, querido Diario? A este cuadro le tengo mucho cariño. ¿Qué por qué? Pues como tú bien sabes, yo también soy guía turístico en mi ciudad, Alcalá de Henares, y me especialicé en turismo religioso. Y me he pasado varios años explicando un monasterio de Alcalá, el Monasterio Cisterciense de San Bernardo. Ahora está de obras y no se puede visitar, pero ya estamos contando los días para que se abra de nuevo.
Bueno, a lo que iba sobre el cuadro... pues que este monasterio de Alcalá tiene una copia muy fidedigna de este Cristo abrazando a San Bernardo, de Ribalta. Bueno, la copia es anónima, pero está muy bien conseguida. Tiene varias diferencias... una es su tamaño, pues no se puede hacer una copia del mismo tamaño que el original, para que no haya cambiazos.
Y la otra diferencia es que la manga del San Bernardo de Alcalá es algo más corta que la de San Bernardo de El Prado. Pero eso lo descubrí poniendo las dos fotografías juntas, que por separado no se aprecia.
¡Ah! Y lo que no tiene el cuadro de Alcalá son los dos ángeles. ¿Que por qué? Pues porque cuando se pintó la copia, el cuadro original no estaba restaurado y no se sabía que estaban estos ángeles. Y cuando se restauró, al hacer una limpieza exhaustiva, salieron a la luz. Por eso están en el original y en la copia del monasterio, no.
Ahí lo dejo, querido Diario.
(Fotografía del cuadro Cristo abrazando a San Bernardo - 1625-1627 -, de Francisco Ribalta, que se puede contemplar en la sala 7A).
Suscribirse a:
Entradas (Atom)