miércoles, 21 de febrero de 2018

Querido Diario, 21 de febrero de 2018

Querido Diario:

No me gusta repetirte siempre el mismo tema, porque tengo la sensación que soy muy cansino con el tema de las fotografías, pero es que hoy me ha tocado la mujer-bebe. Te cuento...

Estaba en una de mis salas cuando veo que una mujer estaba haciendo una fotografía...

-Perdone, pero le informo que no se pueden hacer fotografías.

-¿Y por qué?

-Normativa del Museo.

-¿Y por qué?

-Porque el Director lo incluyó en Resolución del 27 de mayo de 2015 sobre la Instrucción por la que se establece la Normativa para la visita al Museo del Prado.

La verdad que me ha sonado algo pedante por mi parte, pero es que me estaba poniendo de los nervios con tanto "¿y por qué?". Es que me recordaba a mis hijos cuando tenían dos años... ¿y por qué? ¿y por qué? ¿y por qué?...

-Porque en Francia permiten hacer fotografías.

-Sí, ya lo sabemos. Pero en el Museo del Prado no se permite.

Me ha puesto cara de perdonarme la vida, y se ha quedado con el móvil en la mano. Lo normal es que cuando decimos que no se puede hacer fotografías, la gente guarda la cámara o el móvil. Pero esta mujer no lo ha hecho. Solución... ser su mosca cojonera. Es decir, quedarme a su lado, a un metro de distancia, hasta que se marche de mis salas para que no hiciese más fotos.

Eso sí, me ha costado. Ha aguantado unos diez minutos más en mis salas... pero sin más fotos.

¡Ah! Que no te he dicho qué salas me han tocado hoy. Pues han sido de pintura española del siglo XVII... El Salón de Reinos, Zurbarán, Maíno, Ribalta,...

Y hoy te quiero hablar, querido Diario, de un cuadro que me hace mucha ilusión verle en las salas del Museo. Se titula San Diego de Alcalá, y lo pintó Francisco de Zurbarán hacia el año 1658.

Me imagino que ya sabrás porqué me gusta este cuadro... Pues sí, porque habla de un santo que vivió y murió en mi ciudad, Alcalá de Henares.

Y con tu permiso, te voy a contar algo de la vida de este santo... es que suelo explicarla cuando hago la visita guiada en la Catedral Magistral de Alcalá.

Te cuento... fray Diego de San Nicolás nació en San Nicolás del Puerto, en la provincia de Sevilla en el año 1400, en el seno de una familia humilde. Se sabe que Diego desde muy joven llevó vida eremítica y penitencial junto a la iglesia de su pueblo natal.

Cuando ya contaba con 30 años ingresó en el Convento de la Arrizafa, en Córdoba. Y como no había estudiado y era analfabeto, profesó como hermano lego, desempeñando oficios humildes, como el de portero y hortelano.

En 1441 fue destinado a Canarias, donde aceptó el cargo de guardián del convento de Fuerteventura.

En 1450 viajó a Roma para asistir a la canonización de san Bernardino de Siena, y estando allí, una mortífera epidemia de peste azotó la ciudad. Diego de San Nicolás se desvivió en cuidados con los enfermos y los pobres de Roma, procurándoles alimentos y aliviando el sufrimiento de muchos al contacto de sus manos untadas de aceite de la lámpara de la Virgen.

Ya en España vivió en Sevilla y Salceda. Y los últimos años de su vida los pasó en el Convento de Franciscanos de Santa María de Jesús de Alcalá de Henares. Allí, bueno... aquí, fray Diego ejerció como hortelano en un recinto conocido posteriormente como el "huerto de san Diego", hasta que lo colocaron de portero del convento.

Las crónicas cuentan que el arzobispo de Toledo Alonso Carrillo le tenía en alta estima que mandó construir una ermita en la propia huerta del convento a petición del humilde fraile.

Y en la portería es donde mejor se manifestaron sus dotes de paciencia, afabilidad, prudencia y caridad, que practicó con todos los necesitados que acudían a visitarle.

Según cuenta la historia, y la leyenda lo ha magnificado, fray Diego de San Nicolás hacía milagros allá por donde pasaba. En Alcalá plantó una parra que dio fruto durante más de dos siglos y medio.

Pero el milagro más conocido del santo es el del ramo de flores... Fray Diego "robaba" comida de la despensa del convento. Todos los frailes lo sabían y hacían la vista gorda, hasta que un día, cuando llevaba una pierna de cordero escondida, un hermano le paró y le preguntó sobre lo que llevaba envuelto en su escapulario. Y fray Diego le dijo que eran flores y al abrir las telas del hábito salieron eso, flores.

Francisco de Zurbarán, recién instalado en Madrid, pintó esta obra para el ático de un retablo dedicado a fray Diego de San Nicolás... San Diego de Alcalá, en el convento donde vivió sus últimos años de vida y donde murió.

Volviendo a la vida del santo, sufrió una dolorosa enfermedad que le llevó a la muerte. Sufrió una apostema en un brazo, que es una acumulación de pus supurado.

Conociendo que se acercaba su fin, se preparó con mucha devoción, recibiendo los Santos Sacramentos. Poco antes de morir, pidió que llamasen a todos los religiosos del Convento y, reunidos en torno a él, les pidió que, por amor a Jesucristo, le diesen hábito, cuerda y paños menores para ser amortajado. Después les dio las gracias, pidió perdón por todas sus faltas y, tomando una cruz de madera que tenía en la cabecera de su "cama", por llamarla de alguna manera, se quedó mirando la cruz fijamente y pronunció en latín...

-Dulce madero, dulces clavos, cruz adorable, que sola tú fuiste digna de llevar al Rey y Señor de los cielos y de la tierra.

Y con estas palabras su Alma abandonó el cuerpo mortal para ir al lado del Padre, en el Convento de Franciscanos de Santa María de Jesús en Alcalá de Henares, en el año 1463.

Ah, ¿sabes, querido Diario? En la Catedral Magistral de Alcalá de Henares está su cuerpo incorrupto, en un arca que solo se abre una vez al año para su veneración. Lo muestran los días 13 de noviembre de cada año.

Antes que se me olvide... ¿sabes que la ciudad de San Diego, la que está en el estado de California de los Estados Unidos, se llama así por este santo? Pues sí, querido Diario, en julio de 1769 los frailes franciscanos fray Junípero Serra (que ya es San Junípero Serra), fray Juan Vizcaíno y fray Fernando Parrón alzaron y bendijeron una cruz, estableciendo así la primera misión en la Alta California... la Misión de San Diego de Alcalá.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía del cuadro San Diego de Alcalá - hacia 1658 -, de Francisco de Zurbarán, que se puede contemplar en la sala 10A).

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