lunes, 27 de agosto de 2018

Querido Diario, 27 de agosto de 2018

Querido Diario:

Ayer domingo nos cambiaron de sala y no tuve que vigilar el Claustro de los Jerónimos. ¿A que no sabes dónde me pusieron? Pues no, esta vez no me tocó vigilar la sala 12, la de Las Meninas, sino las salas 7A a la 10A, que son las de Pintura Española del siglo XVII... Ribalta, Zurbarán, Naturalezas muertas de ese siglo, los cuadros del Salón de Reinos del antiguo Palacio del Buen Retiro y mi querido fray Juan Bautista Maíno. Sí, las salas de mi pintor preferido.

Y después de estar casi un mes entero vigilando el Claustro, ya se me había olvidado que la gente suele hacer fotografías que no están permitidas; se me había olvidado que la gente suele señalar los cuadros atravesando el límite de las catenarias; se me había olvidado que la gente suele señalar los cuadros con los planos, bolígrafos, patillas de las gafas,... ¡¡¡SOCORRO!!! Con lo a gusto que estaba en el Claustro, jejeje.

En fin, estaba en el mis salas, vigilando, cuando entró una mujer con sus dos hijos de unos diez y ocho años, más o menos, y la abuela. La madre llevaba el móvil encendido, en la opción "cámara", medio escondida entre las manos. Pero se nota perfectamente pues se veía que la pantalla estaba en movimiento, viéndose lo que enfoca. Y los vigilantes no somos tontos y nos damos cuenta al momento. Y ya que lo había detectado, me acerqué a ella...

-Perdone, pero como veo que lleva la cámara encendida, le informo que no se pueden hacer fotografías en el Museo.

-Ya. Es que estoy buscando una información.

-¿Con la cámara?

... bueno, esta última pregunta solo lo he pensado. Rápidamente se ha dado cuenta que tenía el móvil en modo "cámara" y lo ha apagado.

En este momento me quiero parar y hacer una reflexión seria. Ya sabes que no es mi estilo, querido Diario. No es mi estilo ni pretendo ponerme serio, pero ya no puedo más...

Lo que me preocupa es pensar en la educación que estamos dando a los hijos... qué sociedad estamos educando. Qué sociedad estamos preparando para el día de mañana...

Esta mujer estaba con sus hijos que ya se enteraban de todo y, al llevar la cámara tapada, seguro que más de un vigilante ya la habría informado que no se pueden hacer fotos en el Museo. Y aun así, sigue haciéndolas delante de sus hijos. Está dando a entender, está enseñando a sus hijos que se pueden saltar las normas de donde sea, si les apetece.

Y hay que saber, y por tanto entender, que una norma, por muy absurda que nos parezca, tendrá un porqué y, aunque no lo tenga, hay que respetarla y cumplirla.

Y si no lo hacemos, estamos educando a nuestros hijos que pueden hacer lo que quieran, saltándose toda norma si les da la gana, ya que es lo normal y lo correcto. Así nos va y así nos irá en un futuro no lejano. Sinceramente, me da pena la sociedad que estamos criando.

Pero, bueno, perdona, querido Diario, por ponerme serio, pero alguna vez lo tendría que soltar, para no reventar.

En fin, que estando delante del cuadro La rendición de Breda, también conocido por Las lanzas, que está en la sala con los cuadros del Salón de Reinos, un señor de unos cuarenta y cinco años, señalándolo, ha dicho a sus hijos...

-Mirad, el cuadro de las espadas.

Bueeeeno, si usted lo diiiice... espadas, lo que se dice espadas... va a ser que solo hay cuatro a simple vista, pero lanzas... más de sesenta, divididas en tres grupos, el de los vencedores, el de los vencidos y el del grupo del fondo.

Pero hoy no he venido a hablarte de este cuadro, querido Diario. Algún día lo haré, te lo prometo. Pero es que me gustaría hablarte de otro de mi "amigote" Maíno. Siento ser tan cansino con este pintor, pero es que es mi preferido y me puedo pasar horas y horas delante de sus cuadros, y no me cansaría.

¡Bueno! El cuadro del que te quiero hablar es San Juan Evangelista en Patmos, que lo pintó fray Juan Bautista Maíno entre los años 1612 y 1614.

Y es que en febrero del 1612 Juan Bautista Maíno firmó un contrato en Toledo para realizar las pinturas del retablo mayor de la iglesia del Convento de San Pedro Mártir, de esa ciudad. Es cierto que Maíno se comprometió a realizar el retablo en solo ocho meses, pero en su cabeza tenía otros planes, como era el ingresar en la Orden de Dominicos, en ese mismo convento, cosa que hizo en julio de 1613. Por eso se retrasó un poquiiiito... Terminó las pinturas del retablo en diciembre de 1614, con catorce meses de retraso sobre la fecha de entrega acordada. Supongo que por ser "de la casa" se lo perdonarían.

Para este retablo se dispuso que arriba, en lo que se llama "ático", flanqueando a un Cristo tallado, hubiera dos pinturas de medio cuerpo de santo Domingo de Guzmán y santa Catalina de Siena.

En el centro, presidiendo el retablo estaba, en una hornacina, la imagen de la Virgen del Rosario. Y el padre Antonio de Sotomayor, que era el Prior del convento, dijo que como la iglesia era de culto público, y por tanto tenía que ser didáctica, las calles laterales que bordeaban a la Virgen tenían que tener las cuatro fiestas más importantes del calendario litúrgico de la iglesia, también llamadas "las Cuatro Pascuas", que son la Natividad, representada por al adoración de los pastores, la Epifanía, también llamada adoración de los magos, la Resurrección el Señor y Pentecostés, que es la venida del Espíritu Santo sobre la Virgen María y sobre los apóstoles.

Y abajo, en lo que se llama "predela", como era el retablo del templo de un monasterio, tenía que tener presencia santos que habían consagrado su vida al retiro y a la oración. Estos serían san Juan Bautista, san Juan Evangelista, santa María Magdalena y san Antonio Abad.

¿Sabes, querido Diario? Esas diez pinturas del retablo permanecieron en su su sitio original hasta el año 1836, que por la Desamortización eclesiástica, pasaron primeramente al Museo Nacional de Pintura y Escultura, más conocido por el Museo de la Trinidad, en Madrid, y posteriormente, al Museo del Prado.

Y uno de estos cuadros de la predela es el nuestro... San Juan Evangelista en Patmos.

Es relativamente pequeño. Mide, si bien recuerdo, 163 centímetros de ancho por 74 de alto. Es, por tanto, apaisado.

Si te fijas bien, querido Diario, Maíno llevó la figura de san Juan Evangelista al lado derecho de la composición, colocándolo en un rinconcito, y llenó casi todo el cuadro del paisaje, dejando que fuera la isla de Patmos, con su mar y su cielo, el auténtico protagonista.

¿Que dónde está Patmos? Buena, pregunta, querido Diario. Patmos es una isla griega muy pequeña y está en el mar Egeo, al sureste de Grecia, más cerca de Turquía que de la propia Grecia. Allí fue donde se retiró san Juan Evangelista y tuvo las visiones que luego escribió en el Apocalipsis.

Ahora quiero que te fijes en san Juan. Está sentado sobre una roca, con la pierna derecha cruzada sobre la izquierda, mirando al cielo, a un punto indeterminado, absorto en una visión que luego escribirá en el libro que tiene encima de la pierna. Maíno era tan detallista que hasta pintó el tintero para mojar la pluma y escribir, que tiene el santo en la mano izquierda.

Y tenía tal precisión en los detalles que, aunque en la fotografía que te he pegado a un lado no se aprecie bien, en el cuadro original se ve perfectamente hasta las uñas del pie izquierdo, el que está apoyado en el suelo.

Ah, que se me olvidaba. Al lado del santo, agachada, hay un águila, que es el símbolo de san Juan Evangelista. Me explico...

Cada evangelista está representado por un símbolo, que se llaman tetramorfos. Fue una visión que tuvo san Juan Evangelista y que escribió en su Apocalipsis, que dice...

"Y en medio del trono y a su alrededor, había cuatro vivientes, llenos de ojos por delante y por detrás. El primer viviente era semejante a un león, el segundo a un toro, el tercero tenía cara como de hombre, y el cuarto viviente era semejante a un águila en vuelo". (Ap 4, 6-7)

Y según la tradición, cada uno de estos "cuatro vivientes" es un evangelista. El león representa a san Marcos, el toro se identifica con san Lucas, al hombre con san Mateo y al águila con san Juan. Me podía explayar y contarte el porqué de cada símbolo, pero, para no cansarte, hoy te diré, querido Diario, solamente que el evangelio de San Juan trata de caracterizar lo "más elevado" y profundo del pensar del Cristo. Por eso se centra en plasmar la visión de Dios, desde el Cielo. Y por tanto está representado por un águila, que ve todo desde el cielo.

En fin, para terminar, y como siempre he dicho, para gustos están los colores y los pintores... y mi preferido en el Museo del Prado es fray Juan Bautista Maíno.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía del cuadro San Juan Evangelista en Patmos - 1612-1614, de fray Juan Bautista Maíno, que se puede contemplar en la sala 7A).

viernes, 24 de agosto de 2018

Querido Diario, 24 de agosto de 2018

Querido Diario:

Ya te comenté el 18 de agosto que el Museo ha puesto una pequeña cafetería en el Claustro de los Jerónimos. Y como no se puede comer ni beber en el Museo, lo tienen que consumir en las mesas que han colocado al lado de la barra. Además, el Museo ha puesto un cartel en la entrada del Claustro que dice...

"Prohibido el acceso a las salas con bebidas o consumiciones del Café. Gracias por su colaboración".

... en español y en inglés.

¡Bien! Pues estaba hoy vigilando mi "sala" y en un momento dado han llegado tres jóvenes, dos chicos y una chica, de unos dieciocho años. Una llevaba una botella de agua dentro de una bolsa de plástico trasparente... como debe ser. Y en el momento de entrar, lo hacen las dos personas que no llevaban nada en la mano, y la de la bolsa se ha parado debajo del dintel de la puesta, diciendo que no con la mano y señalando de cartel.

En un principio no la entendía, hasta que caí en la cuenta...

Prohibido el acceso a las salas "con bebidas" o consumiciones...

¡¡¡Claro!!! Ella iba a acceder a una sala con una bebida... pero en una bolsa. Bien por ella, pero no era el caso. Tuve que acercarme a ella y decirle...

-Puede pasar sin ningún problema. Ese cartel es para que no se saque bebidas de esta cafetería.

Y ella, roja como un tomate...

-Ah, vale. Gracias.

Ya ves, querido Diario, por fin conozco a alguien que quiere respetar las normas del Museo.

Pero eso no es lo más curioso que me ha pasado hoy. Nunca lo había visto en el Museo, pero me ha hecho gracia. Por eso te lo cuento, querido Diario...

Estaba dando vueltas por el Claustro cuando una pareja, madre e hijo, éste de unos veinticinco años, que estaban en una mesa de la cafetería tomándose algo, se han levantado y se han parado a mi lado. Llevaban en la mano La Guía del Prado, un libraco de cuatrocientas setenta páginas, y se han puesto a mirarlo. Yo, pensando que a lo mejor me querían preguntar algo, me paré y dijo el hijo a la madre...

-Y ahora, ¿a dónde vamos?

Como no era un tema para mí, seguí andando pero continué escuchando la conversación...

-A Goya, no.

-Ésta mujer es de las mías.

... pensé para mí. Ya lo sabes, querido Diario, Goya y yo somos incompatibles. Lo he reconocido, lo reconozco y lo reconoceré... Goya no me gusta. Lo valoro, cómo no, pero no me gusta cómo pintaba. Ya sé que muchos cotillas que te leen a hurtadillas se tirarían a degüello contra mí, pero, como siempre he dicho...

- Para gustos, los colores... y los pintores.

En fin, volviendo a la historia, veo que el chico se para, se pone el libro por detrás, en la espalda, y lo abre al azar. Mete un dedo entre las páginas por donde se ha abierto y se lo enseña a su madre...

¿A que no sabes, querido Diario, por dónde abrió la guía? No te lo vas a creer, jejeje... por el autorretrato de Goya.

-No. Repite.

... dijo la madre. Y la segunda vez salió otro cuadro... el de María Tudor.

-Vale, vamos a la sala... Perdone, ¿en qué sala está este cuadro?

Ya sabía yo que al final me iban a preguntar algo, jejeje.

-En la sala 56, en la planta baja.

-Gracias.

Pues ya ves, se fueron a ver el cuadro María Tudor, reina de Inglaterra, segunda mujer de Felipe II, que pintó el flamenco Antonio Moro en el año 1554.

¿Sabes? María Tudor era la hija única del rey Enrique VIII de Inglaterra y de su primera esposa, la alcalaína Catalina de Aragón... sí, querido Diario, tengo que hacer "patria". Catalina de Aragón nació en la misma ciudad que yo, en Alcalá de Henares, de la provincia de Madrid. Por tanto, somos paisanos, jejeje.

A lo que iba, que me enrollo tontamente... María Tudor era la hija única del rey Enrique VIII de Inglaterra y de su primera esposa, la alcalaína Catalina de Aragón, y fue declarada bastarda cuando su padre, el Rey, repudió a su madre.

Cuando en octubre de 1553 murió su hermanastro y entonces rey Eduardo VI, nuestra María fue proclamada Reina de Inglaterra. Bueno, no fue así exactamente... cuando murió Eduardo VI, su mujer, Juana Grey, se convirtió "de facto" en Reina de Inglaterra.

Ah, me lo imaginaba... no sabes qué es "de facto". ¡Bien! Significa "de hecho", sin reconocimiento jurídico, es decir, por la fuerza de los hechos.

Entonces, María reunió a sus seguidores y, nueve días después de la muerte de su hermanastro y del "reinado" de Juana I, la depuso del trono, proclamándose María I de Inglaterra.

Como su padre Enrique VIII, tras el repudio de su madre Catalina de Aragón, había roto con la Iglesia Católica Romana y establecido la Iglesia de Inglaterra, después llamada Iglesia Anglicana, nuestra protagonista, María I, restauró la fe católica en el país.

Ante las ventajas que tendría España con una unión con Inglaterra, cuando nuestra María tenía seis años de edad, se acordó el matrimonio con su primo hermano el rey español Carlos I, que tenía veintidós años. Pero algunos años después el rey Carlos rompió el compromiso. Entonces, María de Hungría, hermana del rey español y, por tanto, prima hermana de la ya María I de Inglaterra, la convenció para que se casara con su sobrino, el hijo de Carlos I, el príncipe Felipe, que años más tarde sería el rey Felipe II. Y en julio de 1554 se desposaron en Winchester, que es una ciudad situada al sur de Inglaterra. Pero cuatro años más tarde, en noviembre de 1558, cuando su esposo luchaba en Francia, falleció nuestra María Tudor, Reina de Inglaterra, segunda mujer del rey español Felipe II.

Volviendo al cuadro, el pintor flamenco Antonio Moro viajó a Londres en 1554, a petición del rey Carlos I, para hacer el retrato de la prometida de su hijo Felipe, María Tudor.

Como bien ves, querido Diario, observamos a la reina sentada en un sillón de terciopelo carmesí, que es el símbolo de la soberanía, con un bordado precioso. Por lo menos, a mí me gusta mucho. Para gustos...

Si te fijas, el sillón no está colocado de frente, sino en un plano oblicuo. Esto lo hizo Antonio Moro para así aumentar la profundidad espacial... en fin, visión de genio.

Nuestra María tiene en la mano derecha una rosa roja, que es el símbolo de los Tudor, y en la mano izquierda, unos guantes de pedrería.

Y lleva un traje rameado gris.

Sí, ya lo sé, querido Diario, eso de "rameado" a mí también me sonaba mal, pero no seas mal pensado, que quiere decir que tiene dibujados unos ramos.

Pero una de las cosas que más me atrae es el sobretodo morado, que es esa especie de abrigo ancho, con mangas cortas, que se solía llevar sobre el traje ordinario. No sé el por qué me atrae... debe ser porque parece que es de terciopelo.

Me encanta también las perlas y las piedras preciosas de los puños y el cinturón. Pero lo más llamativo de todo es la joya que lleva en el cuello, que fue un regaló que le hizo su prometido, el príncipe Felipe.

Eso sí, querido Diario, hay que decir que guapa, lo que se dice guapa, nuestra María no era, con esa actitud tensa y estirada. Pero, no sé, tiene algo que le resta fealdad al retrato. A lo mejor es ese aire de majestad que le da fortaleza de carácter, o, yo qué sé, la pincelada minuciosa, sobre todo en los detalles... no sé.

Pero como siempre he dicho...

-Para gustos, los colores, los pintores... y los detalles.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía del cuadro María Tudor, reina de Inglaterra, segunda mujer de Felipe II - 1554 -, de Antonio Moro, y otros, que se puede contemplar en la sala 56).

sábado, 18 de agosto de 2018

Querido Diario, 18 de agosto de 2018

Querido Diario:

Hoy una compañera me ha dado una noticia que no sé cómo tomármela... Me ha dicho que una academia que prepara la oposición para vigilantes de salas del Museo del Prado ha recomendado a sus alumnos que te lean. Ya ves, querido Diario, me consideraba "bloguero", por lo de escribir en un blog, pero ahora me tendré que considerar "influencer", jejeje. Para mí es un honor, cómo no, pero... como siempre en mí, hay un pero... es que son a los alumnos que estudian la misma oposición a la que me voy a presentar yo. No digo más... y lo digo todo.

Pero aunque me he pasado toda la tarde pensando si esa noticia era buena o mala, me he acordado que ayer me vino a visitar una cotilla que te lee a hurtadillas. Volvía del descanso cuando mi relevo me dijo que una pareja me estaba esterando...

-¿¿¿Ehhhh???

Pues, sí. Andrea, que es la cotilla, y su hijo querían conocerme y agradecerme mi trabajo por el diario. Ya ves, querido Diario, como si escribirte fuese para mí un trabajo. Si es todo lo contrario... un placer.

Gracias, Andrea.

Ah, que se me olvidaba... también la semana pasada se me presentó otra pareja que te lee. Bueno, si bien recuerdo era ella la cotilla. Pero tuve el fallo de no preguntarles su nombre. ¡¡¡Me cachis!!! Gracias, igualmente.

¿Sabes, querido Diario? Me encanta que se me presenten las cotillas y los cotillos que te leen a hurtadillas. Me hace mucha ilusión. Pobre de mí, con poca cosa se me contenta.

En fin, cambiando de tema, el mes sigue "enclaustrándome", jejeje. En un principio pensé que estar un mes entero vigilando en el Claustro de los Jerónimos iba a ser tedioso, pero, como te comenté el 8 de agosto, han puesto una pequeña cafetería y eso anima a la gente a subir para ver el claustro y ya de paso tomarse una café o una cerveza. Eso sí, como no se puede comer ni beber en el Museo, lo tienen que consumir en las mesas que han colocado al lado de la barra. Y algunos días suben más gente o otros días no sube casi nadie. Por eso le estoy cogiendo gustillo a vigilar en el Claustro.

Pero poco tengo que hacer... como en el Claustro se pueden hacer fotografías, no tengo que estar pendiente de eso. Solo tengo que estar vigilando para que no toquen las esculturas, que no pasaría nada, pues las esculturas son duras y no se estropean. Pero si la normativa dice que no se pueden tocar las esculturas, mi trabajo es hacer que se cumpla.

También tengo que estar pendiente que la gente no ande descalza, pero este mes solo me ha pasado dos veces... y por niños pequeños. La verdad, aunque lo barren y lo friegan todos los días, con el uso, el suelo se ensucia. Y con lo sucio que está, no entiendo como los padres dejan que, en este caso, una corra descalza y otra, u otro, porque no sé si era niño o niña, gateara... y encima, para más inri, descalza. Debe ser que "lo que no mata, fortalece".

Y otra cosa de la que tengo que estar pendiente es que no tiren nada al patio de luces que tiene el Claustro para dar luz a las salas de las exposiciones temporales que están en los pisos de abajo. No entiendo por qué la gente es tan guarra, con perdón. Echan de todo... monedas, planos, folletos, entradas troceadas como si fuera confeti,... Y lo hacen en décimas de segundo, que no te da tiempo a frenarles, solo a decirles que no se puede tirar nada... después de que ya lo han hecho, claro. Por suerte, en lo que llevo de mes solo han tirado tres planos, un folleto de una exposición temporal... y una carcasa de móvil. Y, orgulloso de mí, he de decir que no ha sido mientras yo he estado vigilando.

Eso sí, los visitantes me ven con cara de saber de todo, o con cara de guía turístico, pues no pasa un día que alguien me diga...

-¿Me puede explicar la historia de este Claustro?

La mayoría de las veces les indico dónde está la cartela explicativa, que se ve perfectamente, y otras veces, cuando veo que no hay nadie más, pues mi trabajo es vigilar, no explicar, se la medio comento en treinta segundos.

Y es que ese claustro formaba parte del Monasterio de San Jerónimo el Real. Esta institución religiosa se creó en 1464, pero se estableció en este paraje en 1503. El rey Felipe II, como ya te comenté el 11 de julio, pidió que se creara un "cuarto real" en torno a la iglesia de San Jerónimo, que más tarde ese cuarto quedó integrado en el Palacio del Buen Retiro.

Volviendo al claustro, éste no fue el original de principios del siglo XVI. EL actual se empezó a construir en 1672 y se terminó diez años más tarde, en 1682, sustituyendo al antiguo. Fue diseñado por el arquitecto agustino fray Lorenzo de San Nicolás.

¿Sabes, querido Diario? Está realizado con granito madrileño y en el estilo se nota que tuvo mucha influencia la arquitectura de El Escorial, ya que es clásico y austero.

Continuando con la historia, en la Guerra de la Independencia contra los franceses sufrió muchos daños y casi fue demolido en el año 1857. Menos mal que no lo hicieron, pues entonces no tendríamos esta obra de arte arquitectónica.

En 1925 fue declarado Monumento Nacional. Y en el año 2000, cuando el arquitecto Rafael Moneo hizo la ampliación del Museo, el Claustro de los Jerónimos fue desmontado, piedra a piedra, se numeraron, se limpiaron, se restauraron y se colocaron en su sitio... hasta ahora.

Imagínatelo, querido Diario... el claustro tiene casi tres mil bloques de piedras y menos mal que cuando lo montaron no sobró ninguno, jejeje.

Y como lo prometido es deuda, el 8 de agosto te dije que iba a hablar de la otra estatua de cuerpo entero que María de Hungría, la hermana de del emperador Carlos V,  mandó hacer a Leone Leoni en 1549, aparte de la de su sobrino. Bueno, le mando hacer diez, pero solo hizo dos... la de Felipe II y ésta, María de Hungría.

El destino de estas estatuas era la galería dinástica que María había proyectado en el Palacio de Binche, en Bélgica. Pero Leone Leoni demoró un poquiiiito su realización... por lo menos hasta 1553. Al final, el escultor entregó a María de Hungría su estatua en 1556, dos años después de que las tropas francesas arrasaran Binche. Ya ves, querido Diario, nunca llegó a ocupar el lugar para el que había sido diseñada.

Pero la historia no termina ahí. Sigo...

Ese mismo año, 1556, María se trasladó a España, y las esculturas siguieron el mismo camino, acompañadas por Pompeo Leoni, el hijo de Leone, que se trasladó a Madrid para completarlas... en 1564, ocho años después, realizando la basa, incluyendo en ésta la inscripción...

"Maria Austria Regina Ludovici Ungariae Regis" Reina María de Austria [esposa] del rey Luis de Hungría).

Y como nuestra María de Hungría falleció en Cigales, cerca de Valladolid, en 1558, dos años después de su llegada a España, nunca vio terminada su estatua.

En fin, la escultura de María de Hungría es de broce y mide 175 centímetros de alto. Supongo que sería la altura real de la hermana del rey Carlos I de España, viuda del rey Luis II de Hungría y gobernadora de los Países Bajos, o sea, María de Habsburgo, también conocida por María de Austria o María de Hungría.

En su condición de viuda, la estatua de María no podía llevar la vestimenta con mucha decoración. Y hay que reconocer que esta limitación fue positiva, ya que Leone tuvo que jugar con los pliegues de la ropa para darle el dinamismo y la majestuosidad que tiene la escultura.

¿Qué es lo que vemos? Pues a nuestra María de pie, vestida como te he dicho antes, de viuda. Tiene las manos juntas, sosteniendo un misal. En la cabeza lleva una toca que parece una monja.

¿No te has dado cuenta, querido Diario, que en el cuadro Las Meninas, detrás de Isabel de Velasco hay una monja? Pues no es una monja, sino una viuda. Es que en aquella época, las viudas se vestían con una toca en la cabeza, como las monjas.

Ah, por cierto, la viuda de Las Meninas se llamaba Marcela de Ulloa y era una dama de honor de la infanta Margarita.

Siguiendo con la estatua de María de Hungría, si te fijas bien, querido Diario, verás que lleva por el cuello una estola, que es una especie de bufanda que le llega casi hasta los tobillos. La verdad, esa estola era un tema que me "rallaba"...

-¿Cómo una viuda lleva una estola sacerdotal?

Es que la estola es una prenda litúrgica que utilizan los sacerdotes o los diáconos en la administración de los sacramentos. Es una prenda de tela que se pone alrededor del cuello. Los diáconos se la colocan en el hombro izquierdo y se la cruzan por el pecho y la espalda, ajustándola en el lado derecho de la cintura. Y los sacerdotes se la ponen en el cuello y los lados cuelgan sobre el pecho, por delante.

Entonces, si es una prenda litúrgica que utilizan los sacerdotes o los diáconos, ¿cómo es que la lleva nuestra María?

Tiene su explicación, y es que como la estatua se ve de abajo a arriba no se aprecia bien... la toca tiene unos extremos muy largos. Están anudados sobre la nuca, cosa que no se ve desde abajo, cayendo hacia delante, y están rematados con unas cruces, formando una especie de estola.

¡¡¡Bien!!! ¡¡¡Está solucionado!!! No es que sea una estola, sino los extremos de la toca que caen en forma de estola. Y se trata de una indumentaria que, según su biógrafo Alessandro Nogarola, se ponía cuando iba a la iglesia o cuando se presentaba como majestad.

Mañana me fijaré bien, a ver si se aprecia el nudo de la toca en la nuca, y te lo cuento después, querido Diario.

Ah, ¿sabes? Para realizar esta estatua, Leone Leoni partió de un busto que había hecho en terracota durante su primer encuentro que tuvo con María de Hungría en Bruselas, en el año 1549. Este busto sirvió también para otro busto que hicieron los Leoni, padre e hijo, de nuestra María, pero esta vez en mármol y que también lo conserva el Museo del Prado, aunque a día de hoy no está expuesto. Y lo realizaron entre los años 1553 y 1555.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía de la estatua en bronce María de Hungría - 1553-1564 -, de Leone Leoni y Pompeo Leoni, que se puede contemplar en el Claustro de Jerónimos; escultura en mármol María de Hungría - 1553-1564 -, de Leone Leoni y Pompeo Leoni, que a día de hoy no está expuesta; y detalle del cuadro Las meninas - 1656 -, de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, que se puede contemplar en la sala 12).

miércoles, 8 de agosto de 2018

Querido Diario, 8 de agosto de 2018

Querido Diario:

Ante todo te quiero pedir disculpas, querido amigo Diario, porque hace muchos días que no te he escrito, pero es que no tengo tiempo casi ni para respirar, entre los estudios, el trabajo, la familia, que es muy importante no dejarla atrás,... y más cosas. Me gustaría que el día tuviera cuarenta y ocho horas para poder hacer todo lo que tengo pendiente y que no hago por falta de tiempo. Y todavía me faltarían horas.

Pero hoy me he propuesto escribirte un poco, a ver si acabo a tiempo...

Y es que llevo ocho días detrás de decirte que como hemos cambiado de mes, he dejado de ser correturnos y me ha tocado sala fija, es decir, vigilar durante un mes una sala... una super sala... la sala más grade del Museo... el claustro de Jerónimos. Si bien recuerdo, ya te hablé de él el 25 de octubre del año pasado, el cuarto día tuyo, el cuarto día que te escribí. ¡¡¡Cómo ha pasado el tiempo!!!

En fin, pensaba que iba a ser un mes aburrido, pero, no, no lo va a ser... creo. El Museo ha puesto una barra de bar con cuatro mesas en el claustro para que la gente descanse un poco, tomándose un refresco, contemplando ese maravillo entorno... y la gente se está animando a subir y a quedarse un ratito. Hay que reconocer que tomarse un café ahí, con la tranquilidad que impone el claustro, con su silencio, debe ser de lo más placentero.

Y como es un sitio tan grande que impone "respeto", la gente suele hablar bajito. Bueno, aunque hablasen alto, como es tan grande, no se nota. Pero, esto es cierto, la gente suele estar calmada. Tanto que un niño de poco más de dos añitos ha estado un buen rato detrás de su hermana de unos siete u ocho años mandándole callar, con el dedo índice delante de la boca. Y yo, como es lógico, ya que estaba ayudándome, quitándome el ingrato trabajo de mandar que bajen el volumen de voz, le he dicho "Ok" con el pulgar hacia arriba. Los padres se han partido de risa, como era de esperar.

Ah, ¿sabes, querido Diario? Como el claustro es la única sala del Museo, junto con la entrada de Jerónimos, en la que se pueden hacer fotografías, la gente aprovecha a hacerlas a todas las esculturas, columnas, capiteles, vigilante,... y más obras de arte, jejeje. Y yo, como obra de arte tímida, me intento esconder, lógicamente, pero seguro que me han sacado un montón de veces. Es inevitable.

Pero, claro, no todo el mundo lo sabe, y hoy había una chica de unos dieciocho años intentando hacer una fotografía. Pero cuando la miraba, bajaba el móvil, disimulando. Me "distraía", y lo levantaba para sacar la foto. La miraba, y bajaba el móvil... no sé las veces que lo ha intentado, pero seguro que ha hecho ejercicio subiendo y bajando los brazos. Al final otro visitante me ha cortado la diversión... se ha puesto a hacer fotografías y como no le he dicho nada, la joven ha venido casi corriendo hacia mí...

-Pero, ¿se pueden hacer fotografías?

-Sí, esta sala es la única del Museo en la que sí se pueden hacer fotografías.

Imagínate, querido Diario, la cara que ha puesto la chica... me ha perdonado la vida por momentos. Pero, en fin, la "culpa", por decirlo de alguna manera, ha sido suya por intentar hacer la foto, aun creyendo que no se podía. Que hubiera preguntado antes de intentarlo, digo yo.

Aunque echando una mano a la chica, hay que reconocer que si llevas todo el día escuchando que no se pueden hacer fotografías en el Museo, no te planteas que en una sala, en este caso el claustro, sí se puede sacar fotos.

Pero no ha sido la única que se ha escondido para hacer las fotos "prohibidas". Eso sí, cuando les dices que se pueden hacer, se desquitan y empiezan a hacer fotos como posesos a todos los sitios, como si no hubiera un mañana.

¿Y de qué obra de arte te puedo hablar, querido Diario... y cotillas que lo leéis a hurtadillas? Ah, sí... como no, de una escultura que está en el claustro y que me hace mucha gracia cada vez que la veo. Se titula Felipe II y es una obra que empezó Leone Leoni en el año 1551 y la terminó su hijo Pompeo Leoni en 1564.

Así, a simple vista no tiene nada de gracioso, pero, espera...

María de Hungría, que era hermana del emperador Carlos V y viuda del rey Luis II de Hungría y gobernadora de los Países Bajos entre los años 1531 y 1555, solicitó a Leone Leoni, en 1549, diez esculturas en bronce de cuerpo entero de miembros de la familia imperial. Pero solo realizó dos, ésta y la suya, o sea, la de la reina María de Hungría, de la que te contaré cosas otro día... te lo prometo.

La escultura de Felipe II mide 171 centímetros de alto. Me imagino que sería la altura real del entonces Príncipe de Asturias y Duque de Milán. Y pesa, ni más ni menos, que 321 kilos... y 400 gramos.

Como te he dicho, querido Diario, la obra fue encargada en 1549, pero el vaciado de la estatua se realizó el 2 de noviembre de 1551, y se sabe que Leone Leoni trabajaba aún en ella en diciembre de 1553.

En 1556, las dos esculturas, las de Felipe II y la de María de Hungría, fueron trasladadas a España al taller de su hijo Pompeo Leoni de Madrid, adonde se había trasladado para ultimar los encargos hechos por la familia imperial. Pompeo terminó esta escultura en 1564, realizando la basa, incluyedo la inscripción...

"Philippus Angliae Rex Caoli V F" (Felipe, rey de de Inglaterra, hijo de Carlos V).

En fin, si te fijas bien, querido Diario, el entonces príncipe Felipe tiene el bastón de mando en su mano izquierda y una espada en el lado derecho, que, por cierto, en la fotografía que te he puesto aquí al lado no se ve, pero el mango es la cabeza de un águila, símbolo del Imperio.

Continuo...

El Príncipe aparece vestido con un manto y una armadura romana inventada, pues nunca tuvo una armadura así. Su decoración es un poco heterogénea, por no decir caótica, ya que mezcla elementos cristianos y paganos, pero no parece que tenga una lógica iconográfica. Eso sí, tiene tanto detalle que certifica la excelencia de Leoni como un maestro orfebre.

Observa el peto... verás la figura de la Ascensión de la Virgen rodeada de nereidas y tritones entre roleos.

¿Que qué son nereidas, tritones y, sobre todo, roleos? Buena pregunta... las nereidas, en la mitología, eran ninfas que residían en el mar, jóvenes, hermosas, de medio cuerpo humano en la parte superior, y de peces en lo restante... es decir, lo que nosotros conocemos por sirenas.

Los tritones eran deidades marinas con figura de hombre desde la cabeza hasta la cintura, y de pez el resto... es decir, sirenos.

Y los roleos son adornos en forma de espiral... es decir... es decir... no se me ocurre nada... adornos en forma de espiral.

Y en la hombrera izquierda puso tres óvalos... uno con Las tres Gracias, otro con el dios Mercurio y otro con una figura femenina con un jarro en la mano.

Ahora, querido Diario, fíjate en el cinturón, que es muy curioso. Es de doble hilera... en la superior se alternan máscaras de carnero y motivos vegetales. Y en la inferior hay figuras mitológicas entre las que se distinguen, entre otros, Mercurio y Hércules.

Pero la "joya de la corona", lo que más me encanta de esta estatua y que me hace mucha gracia cada vez que las veo son... las sandalias. Tiene medallones con cabezas de leones y granadas. Pero la parte superior es lo más apoteósico... tiene unas cabezas de unos monstruos con sus bracitos y sus garras. ¡¡¡Me encantan!!! Soy así de sencillo.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía de la escultura Felipe II - 1551-1564 -, de Leone Leoni y Pompeo Leoni, que se puede contemplar en el Claustro de Jerónimos).