Querido Diario:
Ayer domingo nos cambiaron de sala y no tuve que vigilar el Claustro de los Jerónimos. ¿A que no sabes dónde me pusieron? Pues no, esta vez no me tocó vigilar la sala 12, la de Las Meninas, sino las salas 7A a la 10A, que son las de Pintura Española del siglo XVII... Ribalta, Zurbarán, Naturalezas muertas de ese siglo, los cuadros del Salón de Reinos del antiguo Palacio del Buen Retiro y mi querido fray Juan Bautista Maíno. Sí, las salas de mi pintor preferido.
Y después de estar casi un mes entero vigilando el Claustro, ya se me había olvidado que la gente suele hacer fotografías que no están permitidas; se me había olvidado que la gente suele señalar los cuadros atravesando el límite de las catenarias; se me había olvidado que la gente suele señalar los cuadros con los planos, bolígrafos, patillas de las gafas,... ¡¡¡SOCORRO!!! Con lo a gusto que estaba en el Claustro, jejeje.
En fin, estaba en el mis salas, vigilando, cuando entró una mujer con sus dos hijos de unos diez y ocho años, más o menos, y la abuela. La madre llevaba el móvil encendido, en la opción "cámara", medio escondida entre las manos. Pero se nota perfectamente pues se veía que la pantalla estaba en movimiento, viéndose lo que enfoca. Y los vigilantes no somos tontos y nos damos cuenta al momento. Y ya que lo había detectado, me acerqué a ella...
-Perdone, pero como veo que lleva la cámara encendida, le informo que no se pueden hacer fotografías en el Museo.
-Ya. Es que estoy buscando una información.
-¿Con la cámara?
... bueno, esta última pregunta solo lo he pensado. Rápidamente se ha dado cuenta que tenía el móvil en modo "cámara" y lo ha apagado.
En este momento me quiero parar y hacer una reflexión seria. Ya sabes que no es mi estilo, querido Diario. No es mi estilo ni pretendo ponerme serio, pero ya no puedo más...
Lo que me preocupa es pensar en la educación que estamos dando a los hijos... qué sociedad estamos educando. Qué sociedad estamos preparando para el día de mañana...
Esta mujer estaba con sus hijos que ya se enteraban de todo y, al llevar la cámara tapada, seguro que más de un vigilante ya la habría informado que no se pueden hacer fotos en el Museo. Y aun así, sigue haciéndolas delante de sus hijos. Está dando a entender, está enseñando a sus hijos que se pueden saltar las normas de donde sea, si les apetece.
Y hay que saber, y por tanto entender, que una norma, por muy absurda que nos parezca, tendrá un porqué y, aunque no lo tenga, hay que respetarla y cumplirla.
Y si no lo hacemos, estamos educando a nuestros hijos que pueden hacer lo que quieran, saltándose toda norma si les da la gana, ya que es lo normal y lo correcto. Así nos va y así nos irá en un futuro no lejano. Sinceramente, me da pena la sociedad que estamos criando.
Pero, bueno, perdona, querido Diario, por ponerme serio, pero alguna vez lo tendría que soltar, para no reventar.
En fin, que estando delante del cuadro La rendición de Breda, también conocido por Las lanzas, que está en la sala con los cuadros del Salón de Reinos, un señor de unos cuarenta y cinco años, señalándolo, ha dicho a sus hijos...
-Mirad, el cuadro de las espadas.
Bueeeeno, si usted lo diiiice... espadas, lo que se dice espadas... va a ser que solo hay cuatro a simple vista, pero lanzas... más de sesenta, divididas en tres grupos, el de los vencedores, el de los vencidos y el del grupo del fondo.
Pero hoy no he venido a hablarte de este cuadro, querido Diario. Algún día lo haré, te lo prometo. Pero es que me gustaría hablarte de otro de mi "amigote" Maíno. Siento ser tan cansino con este pintor, pero es que es mi preferido y me puedo pasar horas y horas delante de sus cuadros, y no me cansaría.
¡Bueno! El cuadro del que te quiero hablar es San Juan Evangelista en Patmos, que lo pintó fray Juan Bautista Maíno entre los años 1612 y 1614.
Y es que en febrero del 1612 Juan Bautista Maíno firmó un contrato en Toledo para realizar las pinturas del retablo mayor de la iglesia del Convento de San Pedro Mártir, de esa ciudad. Es cierto que Maíno se comprometió a realizar el retablo en solo ocho meses, pero en su cabeza tenía otros planes, como era el ingresar en la Orden de Dominicos, en ese mismo convento, cosa que hizo en julio de 1613. Por eso se retrasó un poquiiiito... Terminó las pinturas del retablo en diciembre de 1614, con catorce meses de retraso sobre la fecha de entrega acordada. Supongo que por ser "de la casa" se lo perdonarían.
Para este retablo se dispuso que arriba, en lo que se llama "ático", flanqueando a un Cristo tallado, hubiera dos pinturas de medio cuerpo de santo Domingo de Guzmán y santa Catalina de Siena.
En el centro, presidiendo el retablo estaba, en una hornacina, la imagen de la Virgen del Rosario. Y el padre Antonio de Sotomayor, que era el Prior del convento, dijo que como la iglesia era de culto público, y por tanto tenía que ser didáctica, las calles laterales que bordeaban a la Virgen tenían que tener las cuatro fiestas más importantes del calendario litúrgico de la iglesia, también llamadas "las Cuatro Pascuas", que son la Natividad, representada por al adoración de los pastores, la Epifanía, también llamada adoración de los magos, la Resurrección el Señor y Pentecostés, que es la venida del Espíritu Santo sobre la Virgen María y sobre los apóstoles.
Y abajo, en lo que se llama "predela", como era el retablo del templo de un monasterio, tenía que tener presencia santos que habían consagrado su vida al retiro y a la oración. Estos serían san Juan Bautista, san Juan Evangelista, santa María Magdalena y san Antonio Abad.
¿Sabes, querido Diario? Esas diez pinturas del retablo permanecieron en su su sitio original hasta el año 1836, que por la Desamortización eclesiástica, pasaron primeramente al Museo Nacional de Pintura y Escultura, más conocido por el Museo de la Trinidad, en Madrid, y posteriormente, al Museo del Prado.
Y uno de estos cuadros de la predela es el nuestro... San Juan Evangelista en Patmos.
Es relativamente pequeño. Mide, si bien recuerdo, 163 centímetros de ancho por 74 de alto. Es, por tanto, apaisado.
Si te fijas bien, querido Diario, Maíno llevó la figura de san Juan Evangelista al lado derecho de la composición, colocándolo en un rinconcito, y llenó casi todo el cuadro del paisaje, dejando que fuera la isla de Patmos, con su mar y su cielo, el auténtico protagonista.
¿Que dónde está Patmos? Buena, pregunta, querido Diario. Patmos es una isla griega muy pequeña y está en el mar Egeo, al sureste de Grecia, más cerca de Turquía que de la propia Grecia. Allí fue donde se retiró san Juan Evangelista y tuvo las visiones que luego escribió en el Apocalipsis.
Ahora quiero que te fijes en san Juan. Está sentado sobre una roca, con la pierna derecha cruzada sobre la izquierda, mirando al cielo, a un punto indeterminado, absorto en una visión que luego escribirá en el libro que tiene encima de la pierna. Maíno era tan detallista que hasta pintó el tintero para mojar la pluma y escribir, que tiene el santo en la mano izquierda.
Y tenía tal precisión en los detalles que, aunque en la fotografía que te he pegado a un lado no se aprecie bien, en el cuadro original se ve perfectamente hasta las uñas del pie izquierdo, el que está apoyado en el suelo.
Ah, que se me olvidaba. Al lado del santo, agachada, hay un águila, que es el símbolo de san Juan Evangelista. Me explico...
Cada evangelista está representado por un símbolo, que se llaman tetramorfos. Fue una visión que tuvo san Juan Evangelista y que escribió en su Apocalipsis, que dice...
"Y en medio del trono y a su alrededor, había cuatro vivientes, llenos de ojos por delante y por detrás. El primer viviente era semejante a un león, el segundo a un toro, el tercero tenía cara como de hombre, y el cuarto viviente era semejante a un águila en vuelo". (Ap 4, 6-7)
Y según la tradición, cada uno de estos "cuatro vivientes" es un evangelista. El león representa a san Marcos, el toro se identifica con san Lucas, al hombre con san Mateo y al águila con san Juan. Me podía explayar y contarte el porqué de cada símbolo, pero, para no cansarte, hoy te diré, querido Diario, solamente que el evangelio de San Juan trata de caracterizar lo "más elevado" y profundo del pensar del Cristo. Por eso se centra en plasmar la visión de Dios, desde el Cielo. Y por tanto está representado por un águila, que ve todo desde el cielo.
En fin, para terminar, y como siempre he dicho, para gustos están los colores y los pintores... y mi preferido en el Museo del Prado es fray Juan Bautista Maíno.
Ahí lo dejo, querido Diario.
(Fotografía del cuadro San Juan Evangelista en Patmos - 1612-1614, de fray Juan Bautista Maíno, que se puede contemplar en la sala 7A).
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