Si hoy no me ha dado un infarto, ya no me da. Te cuento...
Es curioso, pero la gente cuando habla por teléfono sube el volumen de la voz... hasta incluso llegar a gritar. No toda, es cierto, pero muchísima gente, sí.
Dicho esto, estaba vigilando mis salas cuando un señor se ha puesto a hablar por teléfono a gritos. Y como la norma del Museo dice que "se ruega a todos los visitantes no utilizar el teléfono móvil durante la visita. En caso de necesidad, llevarlo en modo silencio y evitar molestar al resto del público", me he acercado a él y le he dicho...
-Por favor, para hablar por teléfono le ruego que se dirija al pasillo.
Y le he indicado con gestos dónde estaba el más cercano. Y en su "huida", como había gente que le obstaculizaba, se ha metido por dentro de la catenaria de seguridad, por dentro de la cuerda de separación.
¡¡¡Ha sido peor el remedio que la enfermedad!!!
No ha tocado los cuadros que estaban por donde ha pasado de milagro. Podría haber hecho un estropicio de campenato, pues, al llevar el móvil en ese lado de la cabeza, el codo del brazo que cogía el aparato sobresalía y podría haber dado a los cuadros con él.
Pero, bueno, por suerte solo fue un susto. Yo siempre he dicho que el Museo tiene un Ángel de la Guarda que le protege, que si no...
En fin, cambiando de tema, en el capítulo de "Preguntas absurdas vs. respuestas más absurdas todavía", una mujer de unos cuarenta años que iba con su familia me ha preguntado...
-Si vamos por ahí, ¿vamos bien?
-Ehhh???... síííí... y si van por allí, también van bien...
-Es que ya hemos visto todo esto y es para subir.
-Ah, vale. El Museo tiene varias escaleras y, sí, por ahí hay una. Vayan por esta sala y giren...
Luego apareció otra mujer, pero esta más mayor, de unos sesenta años...
-Los cuadros de Sorolla, ¿sabe dónde se encuentran, más o menos?
-Más o menos, no. Tengo que saberlo...
-Ya me lo imaginaba.
Así sucedió, así te lo cuento, querido Diario.
Y cambiando otra vez de tema, desgraciadamente tengo que volver al de las fotografías... la verdad es que me siento muy cansino, que no muy cansado, de hablar de este tema, pero es "el pan nuestro de cada día".
Hoy, estando en mis salas, en concreto en la sala 61B, que es donde están los cuadros de Eduardo Rosales, ha entrado una chica de unos dieciséis o diecisiete años, a toda prisa, con la cámara del móvil encendida, directa a un cuadro. Y antes que llegase al cuadro...
-Buenas tardes, le informo que no se pueden hacer fotografías en el Museo.
-Vale.
Y se dio media vuelta y se marchó.
¡¡¡Oñe!!! Si te ha gustado tanto el cuadro como para tener la necesidad de hacerle una fotografía, disfrútalo, quédate un rato observando el original. No te conformes con mirar tu fotografía en casa. Disfruta del arte en directo y no de la fotografía en diferido... digo yo.
¿Y sabes, querido Diario, qué cuadro fue a hacer la foto? Pues uno que me encanta. Es de la temática de Pintura de historia y se titula Presentación de don Juan de Austria al emperador Carlos V, en Yuste, y lo pintó Eduardo Rosales Gallinas en 1869.
Tras el éxito que tuvo su cuadro Doña Isabel la Católica dictando su testamento, el que te comenté el 6 de mayo, Rosales volvió a trabajar sobre la pintura de historia, pero quiso cambiar de registro, cambiando la moda de los grandes formatos impuesta en los certámenes oficiales para adaptarlos a lo que pedían los clientes. Y es que este cuadro es "relativamente" pequeño, ya que solo mide 123,5 x 76,5 centímetros... un poco más de un metro de largo.
El cuadro representa el momento en que el joven Juan de Austria, que era el hijo natural del viudo rey Carlos I... el emperador Carlos V, y Bárbara Blomberg, es conducido a presencia de su padre, que ya es anciano y está enfermo, en su retiro, en el Monasterio de Yuste. La identidad de este hijo fue mantenida en secreto durante muchos años, y en los últimos años el rey ideó muchas excusas para verle con frecuencia.
¿Y qué ves en el cuadro, querido Diario? Pues a la izquierda vemos al rey Carlos I sentado junto a un gran ventanal, delante de una chimenea. Se aprecia que el rey está enfermo, con ataques de gota, por lo que lleva las piernas cubiertas con una manta y reposa los pies sobre un cojín. Al lado está su perro mastín y dos frailes jerónimos del Monasterio.
Y en el extremo opuesto de la sala, es decir, a la derecha del cuadro, y ante los nobles de su corte, está el tímido "Jeromín", que es como se le llamaba familiarmente a Juan de Austria. Está vestido con ropas de un azul muy intenso. Vemos que su tutor, don Luis de Quijada, le está indicando que se acerque al rey, cuya imponente presencia parece que intimida al joven, ignorante de su parentesco con el monarca.
¿Sabes, querido Diario? El pintor Rosales intentó, y lo consiguió, dar verosimilitud a la escena, ya que estudió, entre otras cosas, la indumentaria de los personajes.
Este cuadro lo empezó a pintar en Roma y desde allí escribió varias cartas a su amigo Gabriel Maureta para preguntarle, por ejemplo, si los frailes jerónimos de Yuste "llevaban o no capucha, y si ésta estaba en la capa o en la sotana; si llevaban cerquillo o no"...
Es más, esta obsesión que tenía para que fuese todo fiel se nota en la decoración de la estancia. Primeramente pintó dos estudios al oleo, la Antecámara del Palazzo Chigi, en Arizzia, que estaba en los alrededores de Roma, y el Estudio de chimenea. Luego refundió estos dos bocetos para crear la cámara del rey del Monasterio de Yuste en este nuestro cuadro.
Pero aun hay más... para conseguir la veracidad de la escena, pintó algo más... Si te fijas bien, querido Diario, en la pared del fondo se ve un tríptico gótico, ¿verdad? Pues a los lados hay dos cuadros más. Son el Ecce Homo, que pintó Tiziano en 1547 y La Dolorosa con las manos abiertas, también de Tiziano que pintó esta vez en 1555. ¿Y por qué Rosales eligió estos dos cuadro para ponerlos en este cuadro, en la sala regia? Pues porque, efectivamente, el rey Carlos I se llevó con él estos dos cuadros a su retiro en el Monasterio de Yuste y, por qué no, podrían estar en la cámara del rey en ese momento.
¡Ah! Estos dos cuadros, el Ecce Homo y la Dolorosa, están actualmente en el Museo del Prado.
Ahí lo dejo, querido Diario.
(Fotografía de los cuadros Presentación de don Juan de Austria al emperador Carlos V, en Yuste - 1869 -, de Eduardo Rosales Gallinas, que se puede contemplar en la sala 61B; Ecce Homo - 1547 -, y La Dolorosa con las manos abiertas - 1555 -, ambos de Vecellio di Gregorio Tiziano, que a día de hoy se pueden contemplar en la sala D).
Que encantador este diario.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, querida "cotilla" Paula.
EliminarHe tenido la suerte de conocer su diario hace unas semanas y lo admiro, me siento totalmente identificado, sobre todo con sus frustraciones, como en el tema de las fotografías. Yo pensé en su día en hacer también un blog sobre el tema, pero por desgracia, el Museo en que trabajo, Altamira, es monotemático, y sus salas no dan tanto juego, aunque le aseguro que sí lo da, y mucho, nuestro público. Un afectuoso saludo. Diego.
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