Querido Diario:
Hoy he tenido que vigilar algunas salas de Velázquez y de Murillo, entre otros autores. Y eso me ha recordado una anécdota que me contó ayer mismo mi compañera Gema sobre un cuadro de estas salas. Te cuento...
Estaba Gema vigilando las salas cuando, delante de un cuadro, un grupo de cuatro personas de raza negra se le acercaron y uno le dijo, señalando al cuadro...
-¿Cuánto?
-Perdone, ¿¿¿???...
-¿Cuanto?
-Disculpe, pero no sé qué quiere decir.
-¿Cuánto? Comprar.
... y según me contó mi compañera, en ese momento llegó otra persona más al grupo y, en perfecto inglés, les dijo...
-Aquí no se compra. Esto es un museo.
Yo me imagino que pensarían que el Museo del Prado es una galería de arte, digo yo. Porque si no, no se entiende el afán de saber cuánto costaba el cuadro.
Y esto me hace recapacitar sobre lo que tenemos entre nuestras manos. Los vigilantes de salas, como estamos tan acostumbrados a estar entre estas obras de arte, no las valoramos... y no valoramos nuestro trabajo. Qué importante es nuestro día a día... y qué importante es la labor que nos encomiendan. Si lo piensas bien, querido Diario, da vértigo. Saber que en nuestras manos está la seguridad de miles... no... millones de euros. ¡¡¡Qué orgullo y a la vez qué responsabilidad!!! Me siento el rey del mundo, orgulloso de mí mismo, y a la vez me siento insignificante... si solo vigilo. ¡Qué paradoja!
En fin, dejemos de ponernos metafísicos, querido Diario, y vayamos a lo nuestro, que es hablarte de un cuadro... ¿Que cuál? Pues el que querían comprar estas personas.
Se titula Vista de Zaragoza, y lo pintó Juan Bautista Martínez del Mazo en el año 1647.
No, si el buen hombre no tenía mal ojo para elegir un cuadro para comprarlo. Es hermoso, sobre todo en proporciones. Mide, si bien recuerdo, 331 x 181 centímetros... más de tres metros de ancho por casi dos de alto. ¡¡¡Hermosote!!!
Y como su propio nombre indica, es una vista de la ciudad de Zaragoza desde la orilla opuesta del río Ebro. Pero no representa un día cualquiera, sino uno de los días en que entró el rey Felipe IV a la ciudad. Si te fijas bien, querido Diario, se ve la comitiva, muy diminuta, al otro lado del río, en el centro del cuadro. Verdaderamente ese acontecimiento es una simple y llana excusa para crear esta magnífica vista de la ciudad que, sobre todo, los protagonistas son el río, el cielo y los distintos grupos de personas.
¿Sabes? Juan Bautista Martínez del Mazo era el yerno de Velázquez ya que éste se casó en 1633 con Francisca Velázquez, hija del pintor sevillano. Y según los expertos, solo Juan Bautista supo asimilar muy bien el estilo de su suegro, ya que estaba dotado de grandes recursos técnicos.
Es más, en este cuadro, en la esquina inferior derecha hay una inscripción en la que se aclara la autoría por parte de Martínez del Mazo, pero a pesar de esto, durante muchísimos años se consideró que este cuadro lo habían pintado los dos en colaboración. Según se creía, al yerno le correspondía la parte urbana y al suegro el primer plano con los grupos de figuras. Se ha estudiado a fondo y a día de hoy nadie pone en duda que la obra es íntegramente de Juan Bautista Martínez del Mazo.
¿Quieres que te cuente un secreto que muy pocos conocen? Escucha, escucha...
Durante uno de los estudios técnicos y proceso de limpieza y restauración de la obra, se comprobó que debajo de los barnices y de unos repintes hay tres motivos ocultos en la parte superior del cuadro, en el cielo. A la izquierda está el escudo de la Corona de Aragón. En el centro, la imagen de la Virgen del Pilar y a la derecha el escudo de la ciudad de Zaragoza. Según me han dicho, los escudos están rodeados por una corona de laurel, cada uno, claro, y la Virgen lleva un manto que cubre gran parte de su cuerpo y deja ver la parte inferior de la columna... del pilar.
¿Que quién los tapó y por qué? Según dijeron los restauradores, los escudos fueron suprimidos a base de un lijado de la pintura y luego se hizo el repinte del cielo. No saben en qué momento se hizo, pero lo que sí saben seguro es que esas modificaciones formaron parte del cuadro final. Es decir, que las hizo el propio Martínez del Mazo.
Mas, mas... te cuento más... según dicen los que analizaron el cuadro, estos escudos y la Virgen fueron acabados por completo. No fueron simples bocetos que luego el pintor rectificó y los borró. No. Estaban terminados. Y lo más curioso es que trabajó mucho en su elaboración. Incluso los restauradores pudieron ver las huellas que hizo el compás que utilizó Martínez del Mazo para hacer el trazado de la corona y del círculo de ángeles que rodeaban la cabeza de la Virgen.
Entonces, ¿por qué ocultó estos escudos y la Virgen? La verdad... pues no se sabe qué cosas pasaron por la cabeza del pintor para ocultar estos detalles. Se cree, y te repito, querido Diario... los expertos creen que fue por razones de composición y de descripción, ya que los escudos y la Virgen eran de un tamaño considerable, casi llenando todo el cielo, y dejaban a toda la composición inferior muy empequeñecida. Al final lo que quiso resaltar fue solamente el ciudad de Zaragoza, sin añadidos superiores. Pero, claro, es una suposición de los expertos.
¿Que por qué ocultó estos escudos y la Virgen? La verdad... a saber.
Ahí lo dejo, querido Diario.
(Fotografía del cuadro Vista de Zaragoza - 1647 -, de Juan Bautista Martínez del Mazo, que se puede contemplar en la sala 15).
cada vez estoy mas enganchada
ResponderEliminarGracias por leer mi Diario, querida "cotilla" Mirian.
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