Querido Diario:
Hace unos días, si bien recuerdo fue el 15 de mayo, te contaba que "mi misión principal es que al final del día las obras de arte que me han encomendado vigilar queden igual que cuando me las dieron, sin arañazos, golpes, chicles pegados, mocos,...", y una "cotilla" que te lee a hurtadillas, dicho con todo el cariño y respeto del mundo, me escribió preocupada porque no se creía que hubiese gente que pegase chicles o mocos en las obras de arte.
Lo de los mocos es ocasional y, lógicamente, no lo hacen aposta. Suele pasar cuando la gente estornuda delante de un cuadro y... bueno, ya me entiendes, querido Diario, que no quiero explayarme sobre el tema, que aunque me guste hablar de lo escatológico, ahora no es cuestión, jejeje.
Pero lo del chicle es cierto... y lo he vivido hace unas dos semanas.
Al volver de mi descanso la compañera que me relevaba me dijo...
-Ya he avisado a los Jefes de vigilantes, han venido y han tomando nota, pero, mira...
Y me señaló el chicle que habían dejado... mejor dicho, habían pegado en la escultura de Isabel II, velada, que esculpió Camillo Torreggiani en 1855, de la que te hablé el 16 de febrero.
Me quedé de piedra... como Isabel II. Me sentí mal, y al recordarlo me sigo sintiendo igual, porque seguramente ocurrió mientras yo vigilaba y no lo detecté. Y lo peor de todo es que por lo menos una visitante se dio cuenta, ya que fue la que informó a mi compañera.
Y ves, querido Diario... ya veis, queridos cotillas, estas cosas, aunque parezcan mentira, suceden.
Pero, bueno, aparte de lo del chicle, hoy ha sido un día curioso. Y es que creía que había visto toda clase de personas en el Museo, pero se ha añadido una más...
He visto sacerdotes con clériman; sacerdotes con sotana; religiosos franciscanos con sus hábitos, carmelitas, jesuitas; obispos; musulmanas con hiyab, que es el pañuelo en la cabeza; con chador que es una pieza de tela que cubre todo el cuerpo menos la cara; incluso con niqab, que cubre todo el cuerpo, dejando libre solo los ojos; Hare Krishnas; un samurai;...
Y hoy he visto... un monje budista. Era mayor, aunque no podría calcular su edad. Llevaba la cabeza afeitada y vestía con un pantalón pesquero, muy estrecho por los tobillos pero que se va haciendo ancho, y en el cuerpo una camisola que le llegaba más abajo de las rodillas, todo de color mostaza. Y llevaba un bolso, también color mostaza.
La verdad es que me ha parecido un personaje curioso.
En fin, hablando de religión y de esculturas, te voy a contar una anécdota que no me pasó a mí sino a mi compañero Jesús. Te pongo en antecedentes...
En una de las salas que me está tocando vigilar este mes hay una escultura que se titula Cristo yacente, y la esculpió Agapito Vallmitjana Barbany en el año 1872.
Pues estaba mi compañero vigilando la sala cuando vio que una señora mayor, de unos sesenta y cinco años, se acercó a los pies de Cristo y le empezó a dar besos...
-Señora, no se puede tocar la escultura.
-Ay, por Dios, que soy muy devota de Cristo y no me he podido resistir.
... mientras se persignaba una y otra vez.
-Ya, pero esto es un museo, no una iglesia.
-Sí, perdone, pero no me he podido resistir.
Pero lo peor de todo, querido Diario, no fue el beso sino... que había dejado marcas de carmín en la escultura. ¡¡¡AGHHH!!! Al final tuvo que llamar a nuestros jefes para que lo solucionaran.
En fin, yo he visto persignarse y hacer genuflexiones ante cuadros de Cristo y de la Virgen María, en el Museo, pero eso te lo contaré en otro momento.
Es más, he visto a una persona persignarse ante La fragua de Vulcano, de Velázquez, pero esa historia me la callaré para mí, jejeje.
Y hablando sobre esta escultura, Agapito Vallmitjana tenía una especial dedicación a la escultura religiosa. En esta obra plasmó la visión romántica de Cristo hombre... abandonado, rendido y trágico. Y dejó claro en esta escultura la serenidad clásica del tema y, sobre todo, su sensibilidad.
Aunque esta obra la esculpió en 1872, en 1869 realizó varios bocetos en terracota. Estos bocetos tienen si interés porque, según los entendido, descubren cómo trabajaba Vallmitjana, a la vez que se comprueba que el escultor decidió retirar casi totalmente los paños del sudario, ya que en los primeros bocetos cubrían casi todo el cuerpo del Cristo, haciendo un importante estudio de las telas. Y al quitar las telas, se concentró en el estudio del cuerpo humano.
¿Sabes? Lo curioso de esta escultura es el modelo con que contó Agapito... fue ni más ni menos que su buen amigo el pintor Eduardo Rosales, quien ya había posado para otras pinturas de similar tema para otros amigos. Debe ser que a Rosales le gustaba estar mucho tiempo tumbado, sin moverse... o quedarse dormido, que sería otra opción.
La escultura fue presentada en la Exposición Nacional de Bellas Artes en 1876. Se consideró como "la obra más elevada de mérito artístico del Salón de Escultura", pero no ganó. Le concedieron el segundo premio.
¿Que por qué quedó el segundo siendo "la obra más elevada"? Pues tiene su por qué... el jurado consideró que "conseguir del público una primera impresión favorable es tal vez la principal condición de una buena obra de arte, pero carece del tipo verdadero de Jesús, según las tradiciones que hoy se tienen, pues su rostro, cabellera y formas del cuerpo deberían ser más graves y distinguidas".
Y tiene su lógica... Rosales, según los escritos de la época, era "un hombre guapo de porte refinado y, debido a su enfermedad, estaba muy delgado, con el rostro demacrado y una expresión melancólica y abstraída". Y Vallmitjana plasmó esa delgadez en la escultura de su Cristo yacente.
A simple vista no se aprecia, pero desde que leí esto me he pasado minutos, sin visitantes que vigilar, claro, analizando la escultura.
Primeramente hay que verla desde arriba... lo arriba que te dejen las catenarias, claro. Si miras la cabeza, es demasiado estrecha con respecto al cuello, que lo tiene muy ancho. Y los hombros acompañan a la cabeza, pero no al cuello. En general es un cuerpo muy estrecho, demasiado delgado, si se compara con la altura total del Cristo.
Es más, si lo miras desde la cabeza, se aprecian muy bien los huesos de la pelvis... muy marcados... extremadamente marcados... en fin, que el Cristo de Agapito Vallmitjana estaba "en los huesos"... como su modelo.
Ahí lo dejo, querido Diario.
(Fotografía de la escultura Cristo yacente - 1872 -, de Agapito Vallmitjana Barbany, que se puede contemplar en la sala 61B).
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