martes, 12 de diciembre de 2017

Querido Diario, 12 de diciembre de 2017

Querido Diario:

¿Sabes? Los vigilantes de sala del Museo del Prado llevamos un... cómo lo llaman oficialmente... ya, un radio-transmisor. O sea, un walkie talkie de toda la vida. ¿Y por qué te cuento esto, querido Diario? Pues porque lo utilizamos todos los días para comunicarnos con nuestros compañeros y con los demás departamentos del Museo.

Por otro lado tienes que saber que, dentro de los protocolos de actuación para incidencias, cuando encontramos un objetos personal extraviado en una de nuestras salas, tenemos que recogerlo y avisar al departamento que los gestiona para que le den tratamiento de objeto perdido.

¿Que qué objetos encontramos? Pues de todo, querido Diario. Desde gorros, guantes, gafas de sol, bolsas con objetos comprados en la tienda, cámaras de fotos... sí, nunca he entendido cómo uno puede dejarse olvidado en un banco de un museo una cámara de fotos... o un móvil, o un bolso, o... Pero, bueno, despistes los tenemos todos.

Me acuerdo que un día, una compañera llamó a "objetos perdidos". Bueno, el departamento no se llama así, pero prefiero no decir su nombre verdadero. Gracias por aceptarlo, querido Diario.

Pues como te decía, un día una compañera llamó a "objetos perdidos".

-Departamento de objetos perdidos, ¿me recibe?

-Adelante para "objetos perdidos".

-En la sala 28 me he encontrado una braga de colores. Cuando pueda la llevo al departamento.

-Gracias... de cuello, ¿verdad?

-Efectivamente.

Me explico, sobre todo para los posibles "cotillas" que leen este mi diario allá por Hispanoamérica, porque el lenguaje es común pero tiene pequeñas diferencias.

Y es que, por lo menos en España, una braga, aparte de ser una prenda interior femenina, que cubre la parte inferior del tronco y tiene dos aberturas en las piernas, es una especie de tubo de tela o lana que sirve como bufanda, y que, sobre todo,  la suelen utilizar los motoristas.

Imagínate, querido Diario, una braga, prenda interior femenina, perdida en el Museo... ¿cómo se perdería? Prefiero no saberlo, jejeje. Y si me la encuentro, ¿la recogería para llevarla a "objetos perdidos"? Uhmmmm... no sé qué decirte qué haría, jejeje. Prefiero no imaginármelo.

Por suerte, lo que se encontró mi compañera era una braga... de cuello.

¿Sabes, querido Diario? La braga, como prenda interior, la usaban los pueblos bárbaros, es decir, los persas, galos, suevos, germanos,... y se llamaban "braccae". Y cuando los romanos los conquistaron vieron que esas prendas eran más cómodas y más útiles que sus "fasciae" que eran unas vendas que cubrían sus piernas. Y fueron adaptándose a ellas poco a poco. Eran como los calzoncillos de nuestros abuelos, hasta los tobillos. Bueno, había otros que eran hasta las rodillas.

Las bragas "romanas" se utilizaron hasta el siglo XIV, que ya solo las utilizaban las gentes del pueblo. Los nobles sustituyeron las bragas por calzas. Estas calzas iban desde la cintura hasta el pie, y algunas veces se reforzaban con una suela de cuero o madera. Es lo que ahora llamaríamos unos pantis.

¡Ah! Las mujeres también usaban las calzas debajo de las faldas.

Y las bragas hasta las rodillas romanas fueron evolucionando en los calzones, que se colocaban encima de las calzas. Estos calzones también se llamaron "gregüescos". Y, como todo en esta vida, existían modas, según los países. Existe un cuadro, que no está en el Museo del Prado, que se titula Encuentro de Luis XIV y Felipe IV en la Isla de los Faisanes, pintado por Charles Le Brun en 1660, en el que se aprecia la diferencia entre los calzones franceses, que eran muy ampulosos, y los calzones españoles, que eran mucho más severos. ¡Ah! Este cuadro está en el Museo Nacional del Palacio de Versalles, en Francia.

Y lo más curioso, querido Diario, es que las bragas y luego las calzas masculinas llevaban un suplemento que cubría sus "partes pudendas", por llamarlas de una forma fina y elegante, como lo soy yo, jejeje. Este suplemento se llamaba "bragueta" y muchas veces, por no decir todas, era muy aparatoso.

Pero el por qué de la bragueta tiene su historia... las calzas que vestían los hombres estaban abiertas en la entrepierna, de manera que sus órganos genitales quedaban cubiertos solamente por el jubón, es decir, por la chaqueta, que era largo. Y cuando cambió la moda y los jubones se hicieron más cortos, tuvo que aparecer la bragueta para que no se vieran sus "partes pudendas". ¿Te imaginas sin...? Bueno, mejor me callo, querido Diario, que no quiero ni pensarlo, jejeje.

Mucho tiempo después, ya en el siglo XVIII, esa bragueta se sustituyó, primero por unos botones y más tarde por una cremallera.

Y hablando de calzas, calzones y bragueta, esto me recuerda un cuadro que hay en el Museo del Prado... es El príncipe don Carlos, que lo pintó Alonso Sánchez Coello entre los años 1555 y 1559. En este cuadro se aprecia muy bien estas tres prendas.

Por cierto, el pintor Sánchez Coello se portó con dignidad con el príncipe y le pintó demasiado bien, pues físicamente no era tan agraciado, ya que tuvo un desarrollo anómalo de la columna vertebral y de las piernas. Nunca estuvo erguido y cuando andaba, cojeaba. Tanto el bohemio, que es la capa forrada con piel de lince, y jubón amarillo, como su posición frontal, ayudaron a disimular estas malformaciones.

Ahí lo dejo, querido Diario.

(Fotografía del cuadro El príncipe don Carlos - 1555-1559 -, de Alonso Sánchez Coello).

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