Querido Diario:
Para comprender un poco lo que te quiero contar, te tengo que decir que cada vigilante de sala tenemos un radio-transmisor, es decir, lo que siempre se ha llamado un walkie talkie, para comunicarnos entre nosotros, con nuestros jefes y con los demás departamentos del Museo. Y uno de los departamentos es el de Información. Lo normal es que los visitantes se acerquen a los mostradores de información que están en las entradas y que pregunten todo ahí. Pero, no sé por qué, estando ya en las salas es cuando se les ocurren infinidad de preguntas y no pueden esperar a llegar al mostrador de información. Y, claro, nos preguntan a nosotros, aunque no es nuestra labor primordial. Debemos atenderles, lógicamente, pero sin parar de hacer nuestro trabajo principal, que es el de vigilar y velar por la seguridad de las obras... y, como no, también la de los visitantes.
Otro misión nuestra es orientar y facilitar el público la información relativa a la ubicación de las obras y servicios del Museo. Pero nuestra misión no es ser Información en general.
Pero, bueno, como somos humanos y buenas personas, atendemos todas las dudas por igual.
Y me acuerdo que hace un mes y medio, más o menos, una compañera habló por el walkie.
-Información, ¿me recibe?
-Adelante para Información.
-Un visitante me ha dicho que en las salas donde tendrían que estar los Cartones de Goya no ha visto ninguno...
¿¿¿Ehhhh??? Todos los vigilantes nos quedamos atentos a ver qué respondían los de Información. Bueno, me lo imagino. Por lo menos yo me quedé con los ojos como platos, atento. Supongo que los demás se quedarían igual al oír eso, ya que el Museo tiene muchísimos cartones expuestos.
-Es cierto que se han llevado algún que otro cartón a Zaragoza, a una exposición temporal, pero hay Cartones, mínimo, en las salas 85, 86, 89, 90, 91 y 94.
-Dice que viene de esas salas y que no ha visto ningún Cartón de Goya.
-Dale dos opciones, que vuelva otra vez a esas salas y que se fije bien o que venga a nuestro mostrador y se lo explicamos detenidamente.
-Recibido. Gracias.
No sé qué pasó al final, si volvió a las salas del segundo piso o si fue a Información.
Pero, a ver, buen hombre... o buena mujer... señor o señora visitante, ¿qué entiendes por "cartones", de Goya o de otro pintor? Los Cartones, aunque su propio nombre lo indique, no son cartones como tales, o sea, no son de cartón, sino que son cuadros al oleo "en lienzo" que se consideran del género de pintura decorativa y que eran unos bocetos para luego tejer los tapices. Es cierto que estos bocetos fueron muy apreciados en su tiempo y se consideraron "cuadros de gabinete"... pero eran simples "cartones" para tapices.
A lo mejor el turista era inglés y leyó la información en ese idioma... y "cartones" en perfecto inglés es "cartoon", que también se puede traducir por dibujos animados, caricatura, tira cómica o dibujo cómico. Y a lo mejor el visitante se creía que tendrían que ser caricaturas, hombres y mujeres cabezones con narices y orejas grandotas, y cuerpo pequeñajo, digo yo.
En fin, querido Diario, que hemos comprobado que hay visitantes para todos los gustos y con toda clase de preguntas, algunas absurdas... desde nuestro punto de vista, claro. Pero, insisto, contestamos con toda la mayor seriedad y el mayor respeto posible, aunque nos estemos muriendo de risa por dentro.
¿Sabes? Cambiando de tema, Goya estuvo pintando cartones durante casi veinte años y los tapices, que se harían en la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, estaban destinados a decorar los palacios de El Pardo y El Escorial.
El Museo tiene muchos cartones de Goya, creo recordar que más de cincuenta. Y casi todos son conocidos. Pero uno de los que que tiene más fama en las visitas es La gallina ciega, que pintó en 1788 para decorar el dormitorio de las Infantas, las hijas del futuro Carlos IV y María Luisa de Parma, en el Palacio de El Pardo en Madrid.
Curiosamente Goya recibió el encargo de pintar cinco cartones, para esta estancia, en 1787. Pero la muerte del rey Carlos III en diciembre del año siguiente interrumpió el proyecto, ya que su sucesor, Carlos IV, prefirió acudir a otros Sitios Reales, como el Palacio de La Granja, el Palacio de Aranjuez o El Escorial.
Por eso Goya pintó los cinco bocetos pero solo un cartón, este, el de La gallina ciega. Y el Museo del Prado tiene tres bocetos de los cinco, y el cartón. Los bocetos que tiene son La ermita de San Isidro el día de la fiesta, La pradera de San Isidro y, lógicamente, La gallina ciega.
Te he pegado a un lado, querido Diario, las fotografías del boceto y del cartón de esta La gallina ciega. El de arriba es el boceto, que aunque parece más grande, solo mide 41 x 44 centímetros. ¡Ah! El cartón mide "algo" más... 2,69 x 3,50 metros.
EL cuadro representa un grupo de nueve figuras, casi todas vestidas con el atuendo que era popular en aquella época, el de los majos y las majas. También vemos a una dama y a un caballero vestidos con otro porte, más elegante, al estilo francés.
Están jugando a la "gallina ciega", que es como se conoce actualmente, pero en aquella época se le llamaba el "juego del cucharón". ¿Que cómo era ese juego? Bueno, era y es, aunque ya casi no se juega... no ves que no se puede jugar con una consola. Pues ya no se juega.
En fin, sin comentarios. El juego consiste que un joven se coloca en el centro del corro, y con los ojos vendados tiene que alcanzar, con suavidad, con un cucharón a uno de sus compañeros que están alrededor. Así de sencillo.
¡Ah! Al fondo del cuadro se ve un paisaje que recuerda las orillas del río Manzanares a su paso por Madrid. Es más, en la lejanía se reconoce la sierra de Guadarrama.
Pero lo curioso, lo que se dice curioso, es una pequeña diferencia que hay entre el boceto y el cartón final. ¿Que cuál es? Piensa, piensa, querido Diario.
Bueno, como veo que no lo aprecias, te lo diré. En el boceto, detrás de la dama que va vestida elegante, a la francesa, la que tiene un sombrero con plumas, hay una figura de una dama que pintó en las dos versiones, pero que luego Goya, no se sabe por qué motivo, decidió ocultar en el cartón final. Eso sí, se transparenta su rostro... se aprecian bien los ojos y algo del cabello.
Ahí lo dejo, querido Diario.
(Fotografía de los cuadros La gallina ciega, boceto y La gallina ciega, cartón - 1788 -, de Francisco de Goya y Lucientes).
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