Querido Diario:
A ver si me puedes ayudar... de la frase "No se puede comer en el Museo", ¿qué parte es tan complicada que no se entiende con claridad? Es que hay gente que no lo entiende.
Hace unos meses, estando en las salas de los cartones de Goya me encontré a una mujer de unos cincuenta años comiéndose una pera por las salas. Cuando le dije...
-Perdone, pero no se puede comer en el Museo excepto en la cafetería.
... ella levantó la mano, señalándome la pera, para demostrarse que solo era una fruta. Si ya sé que era una fruta, pero en mi pueblo, una pera es comida... y supongo que en el suyo también.
Luego, cuando hice la requisa por todas las salas y el aseo, me encontré el corazón de la pera, sí, ya solo el corazón en la papelera del cuarto de aseo. Yo no sé cómo son las cafeterías en su pueblo, pero en el mío no se parece en nada a un aseo.
Comentándoselo a una compañera, me contó que hacía un mes, más o menos, se encontró un corazón de manzana en la mesa de apoyo del tríptico de El jardín de las delicias, de El Bosco.
Primero, no se puede comer en el Museo.
Y segundo, qué guarrería es esa de dejar las sobras de una manzana la lado de una obra de arte de más de quinientos años. Vale, es cierto que el Museo no tiene papeleras, yo no he visto papeleras en ningún Museo, pero eso no es excusa. Si no sabes qué hacer con algo, lo quieres tirar y no ves ninguna papelera, pregunta, digo yo. Ya te indicaremos dónde está la más cercana, que es en las entradas al Museo.
Y hablando de la basura, no sé si hay una normativa sobre las papeleras en los Museos. Te prometo, querido Diario, que la he buscado, pero no he encontrado nada al respecto. Quiero entender que la ausencia de papeleras es tanto por estética como por seguridad. Sí, seguridad. Ya no se puede fumar en los sitios cerrados y me imagino que en los museos estaría prohibido de siempre, pero si algún loco quiere tirar una cerilla encendida en una papelera que estuviese en una sala expositiva... no me lo quiero ni imaginar qué pararía.
¡Ah! Pero lo más llamativo que me pasó hace unos días estando vigilando, me encontré con un señor de unos treinta y cinco años, más o menos, que me sacaría tres cabezas de alto y dos cuerpos de ancho por la altura de los hombros... es decir, un cachas. Y se estaba comiendo un chupa-chups, ese caramelo con palo que tomaba el agente Kojak. Siempre y cuando esté en la boca, un caramelo es un caramelo y se puede tomar en el Museo, pero si se lleva en la mano, señalando a los cuadros como estaba haciendo mi visitante, pues no está permitido.
-Perdone, pero no se puede comer chupa-chups en la salas expositivas.
No era español, pero lo entendió rápidamente. Y rápidamente me preguntó en su idioma, cosa que no entendí de palabra pero sí por los gestos que me hacía, que si no teníamos papeleras.
-No, el Museo no puede tener papeleras.
Bueno, le dije "no puede" aunque como te he dicho antes, no sé si no puede o "no quiere" por estética.
Seguía sin ser español, pero esto también lo entendió rápidamente. Solución... se puso el chupa-chups en las muelas y lo machacó de un solo mordico. Así, sin más, sin ningún esfuerzo, como el que se come unas pipas. Menos mal que lo entendió y no se enfadó conmigo, que si no...
Y hablando de comer en el Museo... bueno, de NO comer en el Museo, la única persona que puede comer en el Museo del Prado es el rey Carlos III, que lo hizo ante su corte.
Sí, como te habrás podido imaginar, querido Diario, te estoy hablando de un cuadro. Se titula, como no, Carlos III comiendo ante su corte, y lo pintó Luis Paret y Alcazar en el año 1775.
Síííí, ya lo séééé... los que ponen los títulos a los cuadros no se lo curran mucho. Pero, bueno, es lo que hay, jejeje.
Y hablando de la temática de la obra, hay que decir que no era muy frecuente la representación de un personaje real a la mesa. Pero, es cierto que en la Corte de Carlos III, la comida del Rey era un acto social más que un acto íntimo y se acompañaba de un ceremonial muy estricto... demasiado estricto. Y Paret debió conocer muy bien las costumbres del Monarca ya que era el pintor a sueldo del infante don Luis, el hermano menor del rey.
En el cuadro se puede apreciar al rey Carlos III que está sentado a la mesa en presencia de sus ministros, embajadores, sirvientes y perros de caza favoritos, justamente cuando se dispone a beber de la copa, supongo que de vino, que le ofrece un criado que dobla la rodilla.
No hay que fijarse mucho, querido Diario, para darse cuenta que el salón está decorado con vistosos tapices de asunto mitológico. El de la izquierda representa el sacrifico de Ifigenia, que simboliza e patriotismo, visto en el sacrificio de Ifigenia, que legitima a su padre Agamenón para atacar a Troya.
Al lado de este tapiz hay una puerta y al lado derecho de ésta, está el tapiz de Mercurio y Herse, haciendo referencia al amor, sugerido por la pasión de Mercurio y Herse.
A su lado derecho hay otra puerta más estrecha y al lado está el tapiz de Diana con un perro de caza, representando la caza, indicada por Diana, su diosa tutelar.
Y al lado derecho del cuadro está el tapiz de Venus en la fragua de Vulcano, que simboliza el honor militar, insinuado por la armadura que hizo Vulcano para Eneas, el hijo de Venus y el futuro conquistador de Roma.
Y te he dicho lo que representan esos tapices porque ese salón existe. Es una antecámara del Palacio Real de Madrid. Pero estaba decorada con tapices de la historia de José, no con escenas mitológicas. Y según dicen los expertos, el pintor pudo haber escogido estas escenas en función de la ceremonia que se desarrollaba abajo o como alusión a los pensamientos íntimos del rey.
Y al techo le pasa lo mismo. En el cuadro vemos que está pintado al fresco en estilo barroco, se distinguen dos dioses fluviales entre nubes que parecen derramarse sobre la estancia, y que parece una imitación libre del techo de Giovanni Battista Tiepolo en el Salón del trono. Pero lo que verdaderamente está pintado en el techo real es La apoteosis de Hércules, pintado por Raphael Mengs.
Y, como también dicen lo que entienden de estas cosas, más que reflejar la escena con exactitud, se diría que Paret ha puesto en ella un sutil toque de humor.
Ahí lo dejo, querido Diario.
(Fotografía del cuadro Carlos III comiendo ante su corte - 1775 -, de Luis Paret y Alcazar, que se puede contemplar en la sala 93).
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Gracias por todo.
¡Hola otra vez!
ResponderEliminarTe comento que también comenté (valga la redundancia) en Efemérides Complutenses, parece ser que está pendiente de moderación.
Interesante entrada, con las curiosidades gastronómicas que ofrecen los visitantes.
Dentro de nada llega la hora de comer.
¡Que aproveche!